Y de pronto, miles de alaridos fueron sólo uno. Atronador, interminable, fanático hasta lo devocional. De pronto, la espera fue pasado, y arriba del escenario del Club GEBA, Miley Cyrus, la provocadora serial, la chica que alguna vez fue Hannah Montana, la dueña y señora (bah, señorita) del Bangerz Tour, la aspirante al reinado del pop, puso en marcha -cinco minutos antes de lo anunciado- su reencuentro con sus fans argentinas con SMS (Bangerz). “Argentina”, gritó la chica, entre varios cariñosos“motherfuckers” .
Del otro lado, frente a la cantante enfundada en una malla brillante con sendas bocas labiudas cubriendo sus pechos y su cola, alrededor de 20 mil seguidoras le devolvían en gestos y gritos una pasión contra la que no pudo ni el viento ni la lluvia que pintaron de gris una jornada en la que la ansiedad fue el denominador común en los campamentos Mileanos que desde muy temprano fueron improvisados en las proximidades del club.
Sin respiro, la ex chica Disney arremetió con 4 x 4, entre gigantes osos -y otras especies- de peluche y bailarinas, yendo de acá para allá una y otra vez. Del otro lado, por supuesto, gritos y más gritos. Alaridos y más alaridos. La ídola finalmente llegó, y había que celebrarlo.
Y para eso, parece que hubo consenso en que la mejor manera de hacerlo era poniendo las cuerdas vocales en juego hasta límites impensados.
Hora de archivar las noticias de escándalos que desde hace meses, sino años, mantienen a Miley Cyrus en el foco de atención de la prensa amarilla, y de todos los demás colores. Fin de la búsqueda en las redes de fotos de la chica en situaciones provocativas. Ahora, era hora de disfrutarla bien cerca.
Hora, también, de sacar a relucir el cotillón. El casero, y el que horas antes tapizaba las calles de acceso al predio del club. Tiempo, también, de sacar camaritas para registrar todos y cada uno de los movimientos de la joven diva. Sensuales, eróticos, cargados de una impostada ingenuidad, con la lengua activada.
Y ahí estaba, nuevamente, Miley en escena, con sus cambios sistemáticos de ropa y recogiendo en sendas bolsas los regalos voladores del público: anteojos multicolor, gorritos intervenidos, peluches de diversos sexo y color.
Esta vez, como siempre en Cyrus, la temática fue la trilogía amor-dinero-fiesta. Miley se regodeó en bailar, abrir las piernas, meter su mano entre ellas y subirle la temperatura a una noche en que la lluvia buscó nuevos rumbos. Y en la que a Miley y a las suyas aún les quedaba mucha música por compartir.
Fuente: ExtraShow