"Quiero agradecer a la Academia por no considerar na'vi [la lengua de los personajes de Avatar] un idioma extranjero", dijo Juan José Campanella cuando recibió el Oscar. Se atrevió a hacer un chiste en los 45 segundos que tenía para agradecer aquel premio que puso a la Argentina en la historia grande del cine internacional.
Tras vivir 20 años en el exterior, decidió instalarse con su mujer, Cecilia Monti, y su hijo de siete años en la Argentina, y se divide entre Buenos Aires y el mundo con distintos proyectos -dirigir el piloto de una nueva serie, dos capítulos de la nueva temporada de Halt and Catch Fire, y volver a la televisión argentina de la mano de Telefé, por un lado, seguir haciendo teatro tras el éxito de Parque Lezama, por otro-.
En sus ratos libres oscila entre ver siete capítulos al hilo de la serie 24, o leer y jugar con su hijo todo lo que pueda. ¿Otro hobby? Sostiene la coctelera como un profesional y no necesita la receta del Manhattan para recordar las medidas de whisky y vermouth. Así lo demostró cuando recibió una invitación al programa CoCine, del canal de televisión web Fans World TV (www.fwtv.tv) a donde fue preparadísimo para encargarse de los tragos. Marcharon Cosmopolitan para los anfitriones y las copas tintinearon varias veces durante la velada.
-En tu rutina, ¿hay tiempo real para la distensión?
-Éste fue el año más libre de los últimos diez. Pude leer siete novelas desde enero hasta ahora, un récord. Mi estado más normal es estar trabajando. Cuatro días por semana voy al gimnasio, dos horas y pico. De 6 a 8 más o menos. Los días que no voy, llevo a mi hijo al colegio, así que igualmente me despierto temprano. Después... trabajar.
-¿Sos de los que se fanatizan con el gimnasio?
-Excepto cuando filmo, me lo tomo como religión. Empecé hace tres años. En 2011 llegué a pesar 100 kilos, estaba con Metegol y El hombre de tu vida, abandoné todo, me desordené, me hice adicto a las medialunas [risas]. Tomé el gimnasio como una obligación, ahora es un placer...
-¿Cuáles son las cosas que te gusta compartir con tu hijo?
-Lo que más hacemos son juegos de buscar cosas en la computadora, nos gusta mucho a los dos, nos pasamos horas. Tiene siete años, así que juego básicamente a lo que él quiera.
-Después de 20 años viviendo afuera, ¿por qué elegiste instalarte en la Argentina?
-Muchas cosas me hacen elegir la Argentina. Es el lugar de pertenencia, donde quiero que crezca mi hijo, que tenga raíces aquí. Que después elija lo que quiera. No es una decisión, es un "darme cuenta" al que llegué después de intentar a toda costa vivir afuera. Es mi lugar.
-¿Qué es lo que disfrutás acá?
-Los horarios, la comida, los amigos... Por razones de trabajo mis amigos de allá se desperdigaron mucho, en Nueva York ya casi no queda nadie. Mi familia. No es tanto que la elijo sólo porque me gusta. Soy de acá. Mis raíces están acá y eso ya le suma puntos... juega con ventaja contra otros países.
-Hace poco dijiste que estabas cansado de las cadenas nacionales de la Presidenta. ¿Qué otras cosas te agobian?
-¡Son cadenazos nacionales! Me agobia lo mismo que a todos: que hay una obligación de sentir que estamos viviendo una épica gloriosa cuando la realidad con la que cotejamos todos los días es lo contrario. No me son sinceros, no son francos y me quieren seguir vendiendo un producto que ya probamos muchas veces y me resulta agrio.
-Sos muy crítico con el Gobierno. ¿Eso te trae problemas con algunos actores?
-No, porque siempre he tenido respeto a los que opinan distinto. Mi crítica es hacia los funcionarios, no hacia los que opinan de otra manera. Si ellos no se enojan conmigo, yo no me enojo. No hay por qué. Ésa es otra cosa de la que también estoy cansado... de tener que enojarme con el que opina distinto.
-Sos muy activo en Twitter, ¿cómo te llevás con la repercusión de lo que escribís?
-Con Twitter hubo un momento que me enganché mucho. Hasta que dejé de leer. Ahora sigo listas. Sobre todo las que hacen humor me divierten mucho. Tenemos como un Satiricón en Twitter.
-¿Qué significa el éxito?
-En lo personal y en lo laboral a mí el éxito me llegó muy tarde. Tengo 55 años y un hijo de siete, así que imaginate, y es mi primer hijo. Tengo una familia con la que estoy muy feliz, así que lo considero un éxito. No tenemos apremios económicos. No somos millonarios. Estamos firmemente cimentados en la clase media. De salud estamos bien. En lo personal mi único sueño es imposible, que es que todo siga igual.
-¿Y en lo profesional?
-En lo profesional... Es un momento de inestabilidad interna mía. El cine por el que yo me metí a hacer desapareció. No sé muy bien... Es como un momento de pequeña crisis interna que está pasando. Los proyectos me entusiasman, pero veo que hay algo que está cambiando y tengo que elegir si quiero seguir con el cambio y tratar de estar adelante y ser uno de los que lo lleven adelante o decir ya está, que lo agarre un joven que tiene ganas de empezar de nuevo y yo me dedico a jugar al pool y a leer. Es difícil porque después, cuando no estoy haciendo nada, me desespero. Pero todos los que nos criamos en los 70 y que quisimos hacer ese cine, con importancia social, hay que admitir que mayormente desapareció. Entonces... es una crisis.
-En este contexto, ¿cuál sería un proyecto que te entusiasmaría?
-Me entusiasma y voy a seguir haciendo teatro. Existe desde hace 2500 años y es increíble. El problema es que no tiene permanencia en el tiempo. Si Casablanca hubiera sido una obra de teatro, no la conoceríamos. Pero con el teatro sentí que volví a vivir..