El grupo estadounidense hizo anoche una exhibición de su inmenso poderío ante un estadio Único de La Plata repleto, que asistió a un repaso a pedido de los fans, de la carrera de esta influyente banda del rock más duro.
Sin pudores y sin temores, Metallica tiene el cetro de la banda más poderosa del rock a nivel mundial y puede disputárselo a cualquiera, llámese AC/DC o Rolling Stones, y ayer La Plata fue el lugar elegido con la excusa de una gira en la que los fans podían elegir el repertorio de los conciertos.
La del sábado fue una noche a pedir del heavy más recalcitrante, ese que desde su conservadurismo acusa a los Metallica de "haberse vendido” por las canciones compuestas desde el “Álbum negro” hasta la actualidad, que convirtieron al grupo en uno de los más grandes de la Tierra.
Es que anoche, la banda compuesta por el vocalista y guitarrista James Hetfield, el baterista Lars Ulrich, el guitarrista Kirk Hammet y el bajista Robert Trujillo tocó y revisitó canciones fundacionales del trash metal y de la movida heavy estadounidense surgida en San Francisco a mediados de los 80.
El ritual ya histórico comenzó con las imágenes en la pantalla gigante del western spaghetti “Lo bueno, lo malo y lo feo”, con Elli Wallach corriendo desesperado en un cementerio mientras suenan los inmortales acordes compuestos por Ennio Morricone para ese filme de Sergio Leone.
Las huestes metaleras habían poblado el Único y esperaban ansiosos el show, y la banda no quiso dejar gente insatisfecha y abrió el concierto a ultravelocidad con el trashero “Battery”, en un escenario sencillo y discreto.
El hincapié especial estuvo puesto en la filmación del recital, ya que se pudo ver y disfrutar el concierto en tres pantallas gigantes, con todo un equipo de camarógrafos filmando a los músicos en HD, dando al concierto el formato de un DVD lujoso.
Sin paz, Metallica demostró por qué es una aplanadora –extranjera-, una maquinaria poderosísima, salvaje, con el clásico “Master of Puppets” que atravesó por diversos climas, en los que se lucieron todos sus integrantes.
Viendo estos conciertos y sus últimos DVD’s es innegable que el virtuoso bajista Robert Trujillo revitalizó y resucitó a la banda y la sacó de la profunda crisis en la que había quedado tras la salida de Jason Newsted.
El descendiente de mexicanos es sin dudas uno de los mejores bajistas del rock mundial, parece tener 20 dedos, y es capaz de lucir en esta salvaje banda de metal tanto como si tocara las cuatro cuerdas en clave funky en el grupo de Prince o en uno de jazz-rock.
La banda recupero vitalidad, tuvo que expandirse sonoramente hablando para incluir a un talentoso como Trujillo y eso insufló nuevas energías a Hetfield, Ulrich y Hammet.
Anoche Hetfield demostró que es un frontman notable, de un manejo increíble, capaz de desempeñar diversos roles durante un concierto, convertirse en un vikingo enloquecido dirigiendo una invasión o actuar como el general de un ejercito teutón que en su Blitzkrieg arrasa con todo a su paso.
Hammet es un guitarrista talentosísimo y Ulrich dejó su espantoso papel de empresario codicioso y ha vuelto a tocar la batería como hacía mucho tiempo no lo lograba. Anoche vimos al mejor Ulrich de los útimos años.
“Welcome Home (Sanitarium)” tuvo un comienzo suave, con Hammet luciéndose con acordes casi desgarradores, hasta que toda la banda se metió y la máquina de tren arrancó enloquecida, mientras el público coreaba la melodía.
Es en canciones como esta y en la trashera “Ride the Lightning” en los que Hetfield demostró su capacidad como frontman al convertir a sus fans en un ejército que al grito de “ey, ey, ey” marcha guiado por ese general alto, rubio, ultratuado y con ojos satánicos que es el vocalista.
La calma, las sutilezas, la angustia demoledora llegan de la mano de “The Unforgiven” donde Hetfield usa una acústica y Hammet va a metiendo a la gente en intrincados pasajes instrumentales, a diferentes velocidades.
Con dos pequeños grupos de fans disfrutando el show a los lados del escenario, Hetfield invitó a un cordobés a tomar el micrófono y a pedirle que eligiera una canción, la demoledora “Sad but true”, del Album Negro, un verdadero himno del metal moderno.
En canciones como esta, Ulrich reafirmó sus pergaminos de baterista de poderoso golpe, apoyando a Trujillo que ha engordado el sonido de la banda, para que las dos guitarras vuelen y dibujen arabescos infernales.
Sin dudas, Trujillo devolvió a Metallica a los tiempos iniciáticos cuando las cuatro cuerdas estaban a cargo del talentoso Cliff Burton, un hombre que tocaba con los dedos, como debe tocar un bajista, pero que además era un notable compositor.
Y Burton, fallecido en un accidente en 1986, tuvo su homenaje, cuando los fans votando telefónicamente eligieron su intrumental “Orion” del disco “Master of puppets” para uno de los bises.
Todo el grupo le cedió el protagonismo a Trujillo que tuvo una performance notable, desplegando un buen gusto y un talento exquisitos, en una noche que no le dio paz a nadie.
La decisión de Metallica de liberarse de los prejuicios de la ortodoxa tribu metalera aparece en hermosas canciones como
“Fade to black” donde la banda arranca casi acústica y luego se mete en sinuosos caminos a los que lleva a sus fans que atraviesan diferentes humores.
“And Justice for all” tuvo una larga y celebrada versión, donde otra vez la banda exhibió su poderío al transformar el Único en un infierno eléctrico, en un océano de lava que corre vertiginoso por las venas de un inmortal.
Hammet tuvo su espacio para dejarse mimar por la gente y tras unos jugueteos arrancó con la larga y clásica “One”, que dejo encendida a la gente para recibir poderosos golpes de nocaut a puro trash con “For Whom the Bell Tolls” y “Creeping Death”, pedida por un fan que compartió algunos minutos el escenario con la banda.
Seguramente algún sismógrafo habrá registrado un temblor en la zona de La Plata, cuando el ejército metalero que copó el Único marchó y pogueó de manera desenfrenada durante las canciones “Nothing else matters” y “Enter Sandman”.
Con un estadio aullando, extasiado, los Metallica se retiraron unos minutos para volver en los bises con el cover del clásico folclórico irlandés “Whisky in the Jar”, en versión Thin Lizzy, celebrada por el público que necesita un poco de rocanrol fiestero y cervezal.
Tras el paso del hermoso instrumental “Orion”, la banda tocó la intro de “The Frayed Ends of Sanity” del disco “And Justice for all” y se metió a toda velocidad y locura en “Seek and destroy”, donde los cuatro entregaron el resto de energía que les quedaba durante casi ocho minutos.
La despedida fue larga con los músicos charlando y abrazándose con la gente, tirando púas, palillos de batería, arrojando cerveza y agua, y dedicándole unas palabras a una fanaticada que ya los ha convertido en locales, porque esta noche, Metallica volverá a actuar ante un Único repleto.
Fuente: Télam
Fotos: Santiago Gallo Bluguermann- Vorterix