Superaron adicciones a drogas, sexo y alcohol: el secreto de los 25 años de amor de Catherine Zeta Jones y Michael Douglas
- 20/11/2021 10:15 hs
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La pareja debió enfrentar, desde el principio, el juicio de la prensa sobre su diferencia de edad; los problemas con la ley del hijo mayor del actor; el cáncer; las internaciones de ella por su bipolaridad. Sin embargo, siguen eligiéndose hoy, a 21 años del casamiento que Hollywood vivió como una boda real y un cuarto de siglo de relación.
Cuando se casaron, el 18 de octubre de 2000, casi nadie daba un peso por ellos. Michael Douglas venía de declararse “adicto al sexo” tras su escandaloso –y carísimo– divorcio de Diandra Luker, su primera esposa. Y sus 56 años frente a los fabulosos 31 de Catherine Zeta-Jones, hacían que la diferencia de edad entre los dos pareciera demasiado grande –él le lleva exactamente 25 años, porque ambos nacieron un 25 de septiembre–. Pero, contra todos los pronósticos, Douglas y Zeta-Jones celebran hoy 21 años como marido y mujer. Y aquellos apostadores escépticos frente a la boda, tal vez podrían cambiar su racha si ahora le jugaran al 25, porque esos son en realidad los años que llevan juntos desde que se vieron por primera vez en el Festival de Cine de Deauville, en 1996.
Cada vez que les preguntan cuál es su secreto, Douglas y Zeta-Jones responden que, precisamente, se trata de no tener secretos. Pasaron por todas: de la fama de infiel incorregible de él, a su cáncer de garganta y aquella declaración que tanto ofendió en su momento a Zeta-Jones, en la que aseguraba que se había enfermado de “tanto tener sexo oral”. De la stalker enamorada de Douglas que amenazó con matar a Zeta-Jones, a las denuncias contra el actor por acoso sexual. De la depresión, la bipolaridad y las internaciones de ella, a las adicciones por las que él hijo mayor de Douglas, Cameron –de su relación con Luker–, terminó preso en 2009. De los propios problemas del hijo de Kirk Douglas con el alcohol y las drogas, a su lucha por mantenerse sobrio para sanar el vínculo de tres generaciones de una familia tan talentosa como acechada por los mismos fantasmas que el actor de Wall Street (1987) y Atracción Fatal (1987) personificó a la perfección durante la mayor parte de su carrera: los de la codicia y la lujuria.
Pero quizá todas esas películas sobre parejas fallidas –como aquel marido indolente que no podía entender cómo su mujer había dejado de amarlo que interpretaba Douglas en La guerra de los Roses (1989), o la cazafortunas experta en divorcios de Zeta-Jones en El amor cuesta caro (2003)– también les hayan enseñado algo para aplicar en su vida. Porque, en medio de todas esas batallas, tuvieron dos hijos, Dylan (19) y Carys (17), y se las arreglaron para criarlos durante la mitad de su vida alejados del entorno de la fama y los paparazzi, en su refugio de las Bermudas, al punto en que Carys contó hace poco que hasta que volvieron a instalarse en Manhattan, en 2009, no sabía que sus padres eran tan conocidos. También lograron superar varias crisis y hasta una breve separación, en 2013, de la que siempre dijeron haber vuelto mucho más unidos. Un astrólogo podría arriesgar que los pesos y contrapesos que estos dos librianos lograron poner en la balanza durante su matrimonio explican mucho sobre su historia de amor y de cómo se transformaron en una de las últimas “Power Couples” de Hollywood. Un psicólogo, que, lo que ellos llaman “no tener secretos”, se parece bastante a una fórmula tan difícil de sostener, como infalible en casi todas las relaciones: conocer y aceptar las vulnerabilidades del otro y ser capaces de equilibrarlas. Y los escépticos de siempre podrían responderles que, en todo caso, estas Bodas de Plata hacen que cualquier explicación que se de con el diario de este jueves suene a tautología.
“Me habían dicho que Michael Douglas quería conocerme, yo estaba un poco nerviosa, porque no sabía por qué él querría conocerme a mí”, le dijo la actriz galesa a Larry King en 2001, cuando apenas llevaban un año de casados, sobre aquel primer flechazo en Deauville. Douglas estaba en el festival para promocionar la remake de Hitchcock Un crimen perfecto, y Zeta-Jones había ido con el equipo de la película La máscara del Zorro. El la había visto enamorar en el cine a Antonio Banderas, y no pudo evitar caer bajo sus influjos también. Le había pedido al actor español que hiciera de celestino. Pero mientras Banderas y su mujer de entonces, Melanie Griffith, trataban de convencerla de salir los cuatro juntos, Zeta-Jones se lo cruzó en el lobby del hotel, y él ni siquiera la registró. “Le dije a mi hermano, que me había acompañado: ‘Supongo que tantas ganas de conocerme no debe tener, porque me acaba de pasar por al lado y ni se dio cuenta de que era yo’”, le contó al recordado presentador en esa entrevista de 2001.
Finalmente, se encontraron en la comida por la premiere del Zorro. “Fue muy caballero: me pidió si podía sentarse al lado mío en una mesa muy larga”, contó Zeta-Jones. “Es cierto que fui un caballero –dijo Douglas en el Show de Johnatan Ross, en 2016–. ¡Al principio! Porque media hora después de que nos presentaron, le dije: ‘¿Sabés algo? Yo voy a ser el padre de tus hijos’. Para mí sonaba bien, pero ella me cortó en seco: ‘¿Sabés algo? Yo ya escuché y vi mucho sobre vos. Y creo que llegó el momento de decir buenas noches y despedirnos.’” Al día siguiente, ella se fue del Festival. Pero Douglas insistió: le mandó un ramo de flores y una disculpa.
Nueve meses más tarde, ella estaba convencida: “No quería que Michael Douglas fuera otro ex en mi lista, y sabía desde el principio que él tampoco quería que lo fuera yo”. Ese hombre iba a ser el padre de sus hijos. “Hablábamos horas por teléfono, era genial cada vez que nos veíamos. Un día nos miramos y dijimos: ‘Nos divertimos muchísimo juntos, hagamos algo’”, le contó la actriz a King. Es algo que repitió hace unos meses, a veinte años de aquel reportaje, en Vanity Fair: “¿Por qué seguimos juntos? Porque nos amamos, nos respetamos y logramos que cada uno tuviera su espacio. Pero sobre todo, porque nuestro humor es eterno. La seguimos pasando muy bien y nos divertimos mucho”.
En la noche de Año Nuevo de 1999, Douglas cerró con un anillo de diamantes de un millón de dólares la propuesta que le hizo en Deauville el primer día. Estaban de vacaciones en Aspen y lo que había empezado como un rumor ya era noticia: Catherine estaba embarazada y no podían ser más felices, le dijo él en un reportaje a People. Ese año, compartieron cartel en Traffic: el papel de la actriz –que en 2003 ganaría el Oscar por Chicago–, como una esposa vengativa y embarazada –lo estaba realmente–, recibió el elogio unánime de la crítica. Desde que su representante confirmó a la prensa que el nuevo milenio los encontraría casados y con un hijo, el romance se convirtió en una obsesión para los tabloides: el historial de incontinencia sexual de Douglas y los 25 años de diferencia con su última conquista no daban lugar a expectativas, ¿cuánto podían durar juntos la bella y la bestia en el mundo real?
Zeta-Jones les cerró la boca con humor y sentido común: “Mis padres no me enseñaron que hubiera una edad apropiada para enamorarse. Y es gracioso, porque tienen la misma edad que Michael. Y desde que nos vieron juntos, jamás se les ocurrió siquiera cuestionar nuestra diferencia de edad”. Si no le preocupaba a sus padres, no tenía por qué hacerse cargo del juicio de los demás.
Dylan nació el 8 de agosto de 2000 y tres meses más tarde Douglas y Zeta-Jones se casaron en el Hotel Plaza de Nueva York con una ceremonia propia de la realeza Hollywood. La actriz tuvo, incluso, un vestido de princesa: lo diseñó su compatriota David Emanuel, el mismo que vistió para su boda a Lady Di. No faltó ninguna estrella: Jennifer Aniston, Brad Pitt, Sean Connery, Jack Nicholson –íntimo del novio desde que lo eligió para protagonizar Atrapado sin salida (1975), que le valió su primer Oscar como Mejor Actor, y a otro Douglas como productor, además de una pelea con su padre, Kirk, que le había cedido los derechos del guión, pero quería protagonizarla–, Sharon Stone –su partenaire en Bajos Instintos (1992)–, Danny DeVito –el amigo que narró la caída de los Roses–, Tom Hanks, Russell Crowe, Whoopi Goldberg, Goldie Hawn y Kurt Russell, Anthony Hopkins, Meg Ryan, Steven Spielberg, Oliver Stone, y por supuesto, los celestinos, Banderas y Griffith. Hubo shows de Art Garfunkel y Bonnie Tyler, y la fiesta, que costó más de dos millones de dólares, fue considerada entonces la más cara de la historia de la industria. Douglas había anticipado: “Todo lo que Catherine quiera, yo voy a dárselo”.
Pero hasta la boda terminó en controversia, porque la pareja –que había permitido el ingreso sólo a un fotógrafo y le había vendido la exclusiva de la cobertura a la revista inglesa OK! y a People (con lo que recuperó casi toda su inversión)– terminó en un litigio con la Hello! Británica que publicó fotos tomadas sin su consentimiento y en baja calidad. La propia actriz intervino en el juicio, donde declaró que habían violado su privacidad.
Se mudaron a las Bermudas antes de que naciera Carys Zeta, el 20 de abril de 2003. La isla natal del actor, a una hora y media de su casa de Nueva York, se convirtió en el lugar ideal para ver crecer a sus hijos en un lugar familiar y lejos del acoso de la prensa. Volvieron a vivir a Bedford, en Nueva York, cuando Dylan y Carys empezaron el colegio. Apenas un año más tarde, en agosto de 2010, Douglas hizo público que había sido diagnosticado con cáncer de garganta en grado IV, y debía someterse a quimioterapia y radiación. “Lo más duro –le confesó ella a People– es ver a Michael agotado, porque él nunca se cansa. Si hay algo que siempre lo definió es la fuerza”.
Con el tiempo él aclararía a los medios que, en realidad, el tumor era en la lengua, algo que no había dicho antes por consejo de su médico: el pronóstico en ese caso hubiera sido peor y hubiera dado lugar a especulaciones sobre la continuidad de su carrera por las eventuales secuelas que podía dejarle en caso de que sobreviviera. No tenía tiempo para lidiar con eso en medio de su batalla. Menos cuando había otros frentes abiertos: su primogénito, Cameron fue acusado de posesión de heroína y venta de metanfetaminas. Mientras cumplía prisión domiciliaria, volvieron a acusarlo cuando su novia le pasó heroína dentro de un cepillo de dientes eléctrico: lo sentenciaron a otros cinco años. Recién saldría en libertad en 2016. Douglas dijo sentirse responsable: “No fui un buen padre. Si no hubiera sido detenido, estaría muerto de sobredosis, o lo habrían matado. Ahora, al menos, tiene una nueva oportunidad en la vida, y él lo sabe”. Junto al patriarca del clan, Kirk Douglas –que murió en febrero del año pasado a los 103 años–, parecían haber exorcizado su historia de abandonos y adicciones en el drama familiar Herencia de familia (2003), pero Cameron tuvo que pasar un total de siete años preso para abrazar esa oportunidad de la que hablaba su padre. Siempre le agradeció lo que había hecho por él a la madre de sus hermanos: “Nunca se da por vencida, y nunca renunció a que me recuperase. A mí me salvó el amor de mi familia”.
Douglas dijo algo parecido cuando anunció que se había curado del cáncer, en 2011. “Amo a Catherine todavía más que antes, porque pasar por algo como esto reordena tus prioridades: tu matrimonio, tus hijos… todo se ve más claro y más brillante”. Sin embargo, en una entrevista con The Guardian, en 2013, quiso ser didáctico y gracioso, y terminó por poner en riesgo su relación: “Mi cáncer fue causado por el HPV (virus del papiloma humano), es una enfermedad de transmisión sexual. Pudo ser por el estrés o por mis excesos del pasado, pero la verdadera causa es el sexo oral –y hay vacunas para evitarlo–. Eso sí, una vez que lo tenés, el cunnilingus es también la mejor cura”.
Para Zeta-Jones fue demasiado. Ya había sido internada en un psiquiátrico en 2011 por depresión y trastorno bipolar. Y volvió a hacerlo en 2013 por el mismo motivo. Dijo entonces que aunque no le gustaba exponer su intimidad, sentía que, ahora que se sabía que sufría de bipolaridad, era importante “que quienes lo padecen y su entorno, sepan que es completamente controlable, y puedan sacarle el estigma a este trastorno”. Su marido dijo que estaba orgulloso de ella y su esfuerzo para “equilibrarse”. Pero para cuando salió de la clínica, sus representantes confirmaron que estaban separados.
En plena gira promocional de Detrás del candelabro (2013), el film donde interpretó a Liberace, Douglas dijo que estaban haciendo lo posible por salir de su crisis, aunque Zeta-Jones no hizo comentarios. Sin embargo, una vez más, el amor fue más fuerte. Terminaron el año juntos, y él declaró en el programa de Ellen DeGeneres: “Sigo completamente enamorado… Todas las parejas pasan por momentos difíciles. El problema, en nuestro caso, es que además estamos expuestos ante los ojos de todo el mundo”. También se disculpó con su mujer por lo que había dicho sobre su enfermedad en una entrevista con el Daily Mail: “Lamento profundamente haber avergonzado a Catherine”. Desde entonces, los dos repitieron en varias oportunidades: “Desde que volvimos a elegirnos, nuestro amor es más fuerte que nunca”.
Hace dos meses, Carys siguió los pasos de su hermano Dylan, que estudia Artes en la Universidad de Brown. Por primera vez en veinte años, la pareja vuelve a vivir sola en su mansión de Nueva York. La actriz de Chicago, que hoy está enfocada en el teatro y su veta de empresaria –lanzó una línea de zapatos veganos, maquillaje, café y productos de Gales– dijo en Instagram que lloró cuando su hija menor hizo las valijas, pero también que está feliz de que los dos hayan elegido continuar el legado de sus padres. “Que el mundo se prepare para dos nuevos Douglas”, dijo a El País hace un tiempo. En un árbol genealógico donde florecen Oscars por todos lados, es sólo cuestión de tiempo para descubrir el talento de los herederos que el actor que hoy brilla en la serie El Método Kominsky le prometió a su mujer, de puro desfachatado, hace ya 25 años.