“El país está funcionando por inercia. Nadie está decidiendo nada”, dijo el periodista. Expresó con crudeza sus preocupaciones por el futuro. También habló de la muerte, de sus hijas y aseguró que “aún no es su hora”
En una charla en exclusiva con Infobae, Jorge Lanata se animó a revelar aspectos de su vida personal que habitualmente prefiere mantener en reserva. Siendo adulto se enteró de que es adoptado, y si bien en ese momento escogió solo hablar sobre ello en uno de sus libros, ahora se quita la coraza del superperiodista para mostrar su lado íntimo.
Vestido de traje, sentado en su escritorio, frente a una enorme PC, Lanata nos da la bienvenida recordándonos que no le gusta mucho dar entrevistas. Periodista y productor, entiende el juego, se resigna y se entrega para hablar de todo. Obediente, se ubica donde le indicamos, ofrece café, agua y, lo más importante, su gran predisposición para que el trabajo salga bien.
Se lo ve entero y cansado. Cuando se ríe transmite una energía especial. Tal vez esa sonrisa sea el recordatorio más paradójico de que este hombre ha superado grandes problemas de salud y aun así sigue trabajando como si nada o, mejor dicho, como si el trabajo fuese su mejor medicina.
En lo personal confiesa que del 1 al 10, en salud, se siente un 7: “No me voy a morir, tengo muchas cosas que hacer, no es momento”. Sobre su identidad confiesa que lo que más le dolió fue el hecho de que todos sus familiares le mintieran y, además, el sentimiento de saber que si fue adoptado es porque alguien lo abandonó.
Por otra parte, asegura que en lo laboral no tiene motivo para quejarse: “Perdón porque diga esto, pero es así, nosotros hace diez años que hacemos el programa político más visto de la Argentina con PPT”, afirma orgulloso.
También hubo tiempo para hablar de actualidad. Sobre las elecciones pronostica que el Gobierno va a perder por más que en las PASO y que tanto a la sociedad como a los políticos les cuesta aceptar que los cambios son lentos: “Si los políticos dijeran la verdad tendrían que decir: ‘Esto va a cambiar en treinta años, si cambia”.
—¿Qué necesita hoy para estar bien?
—Yo querría poder salir de los medios y escribir tranquilo. Pero es raro eso, porque, por un lado, tengo todo como para hacerlo y no lo hago. Este año laburé mucho, hice radio, tele, diario los sábados, e hice los documentales para Disney. Fue mucho laburo. Quisiera poder trabajar un poco menos y escribir más.
—¿Y por qué no lo hace?
—Creo que, gradualmente, lo voy a ir haciendo, pero hoy no puedo. Y no es por una cuestión económica. Hoy necesito laburar en lo que laburo, digamos. No puedo darme el lujo de dejar la tele o la radio.
Lanata periodista
—¿Cuál es el balance de sus programas este año?
—Perdón porque diga esto, pero es así: nosotros hace 10 años que hacemos el programa político más visto de la Argentina con PPT. Diez años. Y hace diez años que estamos recontra primeros en la radio. Tenemos casi el 35 o 38% de la audiencia, y el segundo tiene el 12 por ciento. Es decir, no tengo ningún motivo para quejarme. Nos fue todo este tiempo realmente muy bien.
En la televisión sufrimos el embate de la baja de la televisión abierta, pero bueno, estamos en el velorio de la televisión abierta, que, a mi entender, en el mejor de los casos, va a mutar a entretenimiento y noticias. Pero bajó muchísimo el encendido. Hoy hacemos 12 puntos, 11, 10, que es como hacer 20 puntos cuando teníamos 20. Cambió mucho.
—Supongamos que en 2022 le llega otra propuesta laboral que le cierra a la perfección en lo periodístico y en lo económico. ¿Qué requisito debe incluir el combo para que Lanata diga que sí?
—Que no me molesten, que me dejen laburar. Los tipos contratan a Lanata y después me quieren cambiar. Afortunadamente eso me pasa cada vez menos. En la radio nunca me dicen nada. En la tele tampoco. En ese sentido no me puedo quejar. Pero si yo fuera a otro medio, lo que quiero es que me dejen laburar tranquilo, digamos, que me dejen ser yo. Cuesta mucho ganar libertad, y yo traté, con los años, de ir ganándola. Suena medio a discurso hippie, pero es verdad. Debés tratar de ser cada vez más vos mismo.
Uno cuando es chico quiere ser San Martín, Perón, tu papá, un tío. En cambio, después te das cuenta de que no, de que lo que tenés que hacer es ser vos. Y yo también me di cuenta de eso ya en Página 12, hace muchos años; de que en la medida en que yo fuese más y mejor me iba mejor. De golpe hacía cosas que eran un delirio, pero a mí me gustaban, todos estaban en contra, y funcionaban, entonces eso me dio más ímpetu para profundizar en lo que se me ocurre.
—Volviendo al tema de los requisitos, que le respeten el horario, ¿debiera ser uno?
—(Risas). Mirá, uno en los medios aprende a ser puntual. En general, en otras profesiones nadie es puntual. Vas al médico y te atiende una hora después. Acá yo voy de 10 a 14, no puedo llegar a las 14, si lo hago no hay programa. Tengo que llegar a la hora que tengo que llegar. Y sí, tuve una diferencia con Longobardi por el tema de las entregas. Yo un día hice silencio porque, en realidad, le avisé antes que si al otro día seguía pasando lo mismo iba a hacer silencio, lo hice y él se ofendió. Por ejemplo, la entrevista que estamos haciendo con Infobae estaba pautada para las 16. Vos llegaste 15:55, está perfecto. Pero si vos hubieras llegado 16:20, te estarías cagando en mi tiempo. Es desconsiderado de tu parte. Tenemos que poder respetar los tiempos de cada uno.
—¿Quiere decir que Longobardi se cagaba en su tiempo?
—No me quieras sacar un título.
—No, no le quiero sacar un título, le pregunto.
—Yo lo que digo es que cuando vos no respetás el tiempo de los demás, le estás cagando su tiempo.
—Desde que empezó a trabajar en el medio hasta hoy, ¿a qué fue lo que más le costó adaptarse?
—En este laburo uno tiene que elegir entre ser persona y ser periodista. A veces este laburo te hace comunicarte con gente de mierda, con tipos que sabés que te están mintiendo, con tipos que sabés que te están enroscando. Y a veces uno es más persona y los manda al carajo, y otras veces más periodista y no dice nada. Eso fue, digamos, lo que más me costó con el tiempo.
Después, aprender a que no siempre vas a tener los resultados que esperás con las notas que hacés. Porque a veces las cosas tardan en llegar. Por ejemplo, cuando escribí el libro sobre los atentados de la AMIA y la embajada, uno que se llama Cortinas de humo, fui re criticado por la colectividad judía, por la gente. Y diez años después se probó que teníamos razón. Pero hubo que esperar diez años, cuando sacaron a Galeano y a los fiscales. Yo esto lo dije a los dos meses del atentado, pero claro, nadie lo quería escuchar. Bueno, esas cosas también se tienen que aprender: a que no todo se da en el momento que creés.
Lanata íntimo
—¿Cómo está de salud?
—Bien. El otro día me preguntó alguien: cómo estaba yo de salud, del 1 a 10. Empezó rara la pregunta, pero le dije 7. No está tan mal.
—¿En algún momento tuvo miedo de morirse?
—No, no me voy a morir, tengo muchas cosas que hacer. No me puedo morir. En serio te digo, yo siento que no es el momento. Me faltan hacer varias cosas.
—¿Qué cosas le faltan hacer?
—Hacer un par de buenos libros.
—¿Cuándo va a comenzar con ellos?
—Y..., no sé.
—¿Cuál fue la mayor traición o desilusión de su vida?
—La mayoría tienen que ver con el laburo, no tanto con la vida personal. Pero, a ver, lo primero que se me viene a la mente es que la mejor manera de perder a un amigo es darle trabajo, porque siempre termina mal. En el laburo me pasó. Yo en una época hacía Día D, y en un momento mi equipo se quedó con el programa, y bueno, fue un desastre. En ese momento estaban Paenza, Zloto, Tenembaum. Después Tenembaum, en un Martín Fierro, años más tarde, me dijo: “Ya prescribió, ¿no?”. Eso para mí fue fuerte. Me enseñó que cuando vos estás laburando y alguien te dice que se quiere ir, lo que tenés que hacer es dejar que se vaya. No tenés que retenerlo, porque una vez que tiene en la cabeza la idea de querer irse es mejor que se vaya y pruebe. En nuestro laburo es muy complicado el tema del microclima. Hay que aprender que la gente tiene que poder irse y hacer su propia experiencia.
—¿Cuándo se da cuenta de que se tiene que ir de un lugar?
—Cuando me copio a mí mismo.
—¿Le pasó?
—Sí, en Hora 25, en la radio, hace muchos años, en un momento dije: “No, yo estoy haciendo Lanata, no lo tengo que hacer más”. Por otro lado, en Página 12 desarrollamos un estilo que al día de hoy lo siguen copiando y en realidad es una mala copia de lo que era. Pero cuando vos te das cuenta de que lo que hiciste pasa a ser una fórmula es una cagada. Yo soy muy profesional laburando, pero en el fondo quiero laburar como un no profesional, quiero poder jugar. Mientras puedas jugar, divertirte, eso vale. Cuando se transforma en un trabajo, cagaste, porque ya está, es como que no tenés nada más para dar.