"El cerebro de un recién nacido representa sólo un cuarto del tamaño del de un adulto", aseguró el neurocientífico Facundo Manes a Infobae. La importancia de una nutrición adecuada, estimulación cognitiva y un estímulo amoroso durante toda la vida.
La fatalidad de creer que la falta de una alimentación completa, afecto y estimulación adecuada antes de los tres años marca el destino de una persona. Y la desventura de sentir que nada de lo que se haga después de ese tiempo será suficiente. Con esa idea fijada a fuego como verdad absoluta crecieron generaciones de hombres y mujeres que, a su vez, así criaron a sus hijos. Y no es que quiera decirse que no es sustancial lo que en materia de desarrollo cerebral ocurre en esos primeros años de vida, al contrario. La buena noticia es que no sólo esos mil días serán trascendentales: el cerebro es un órgano flexible, adaptativo, que se modifica a lo largo de toda la vida y se desarrolla hasta los 20 años.
"Hoy sabemos con certeza que se puede hacer mucho –y que hay que hacerlo- por el desarrollo cerebral después de esos mil días y que el cerebro de un recién nacido representa sólo un cuarto del tamaño del de un adulto". El neurólogo y neurocientífico Facundo Manes sostuvo en una entrevista con Infobae que "el estímulo cognitivo es el arma más importante que tiene una sociedad" y aseguró que "el bienestar humano de los ciudadanos es muy importante en el crecimiento de un país".
Y contra todos los indicadores de bienestar que pueden medirse, ubicó al afecto como central. "Somos seres sociales, sentirse solo en forma crónica es un factor de mortalidad más importante que el alcoholismo, la obesidad y el tabaquismo. El vínculo humano es determinante para la expectativa de vida y el bienestar".
"Solemos escuchar que en el país hay X cantidad de personas con sensación de hambre, pero erradicar el hambre no es suficiente: el cerebro necesita una dieta balanceada, pero eso solo no alcanza sin afecto ni estimulación cognitiva", remarcó el prestigioso médico nacido en Quilmes y criado en Arroyo Dulce y Salto, al norte de la Provincia de Buenos Aires. Y fue por más: "El cerebro termina de desarrollarse a los 20 años y en este desarrollo es igual de importante la alimentación, los afectos y la estimulación cognitiva".
Pero entonces, ¿qué hay acerca de los irremplazables mil días de los que siempre se habló? Para él, son un mito. – ¿Por qué?
– Llamamos el "mito de los mil días" a la creencia falsa que surgió a partir de un análisis equivocado de investigaciones que sostiene que los primeros tres años de vida son tan determinantes en el desarrollo cerebral que, una vez pasado ese período, nada puede hacerse para revertir carencias vividas tales como la falta de una nutrición adecuada y de un entorno con bajos estímulos cognitivos y emocionales. Desde este error se asume que estas carencias se reproducen a través de las generaciones en familias en situación de vulnerabilidad. Entonces, padres y madres que han crecido en dicha situación, repetirán esto con sus hijos e hijas por haber tenido un desarrollo cerebral insuficiente y así para siempre generan un círculo imposible de romper. ¿Por qué decimos que es un mito? Porque hoy sabemos con certeza que se puede hacer mucho –y que hay que hacerlo-. Uno de los aspectos más graves de esta postura es la idea de fatalidad y eso le quita responsabilidad al Estado en su rol de tener que intervenir y, a través de políticas públicas, actuar sobre estas situaciones para mejorar la calidad de vida de las personas. Que no se malinterprete: por supuesto que son importantes los primeros años de vida. Pero se puede intervenir siempre y es lo que se debe hacer.
– ¿Qué procesos de desarrollo ocurren en el cerebro hasta los 20 años?
– Uno de los procesos más fascinantes del cerebro tiene que ver con su transformación del cerebro de un niño en el de un adulto. El cerebro de un recién nacido representa solo un cuarto del tamaño del de un adulto. En el transcurso de su infancia, experimentará un crecimiento intensivo y masivo. Las primeras áreas cerebrales en madurar son las más básicas, relacionadas con la información visual y con el control motor de los movimientos. Más tarde se desarrollan otras, como el lenguaje y la orientación espacial. Las últimas áreas, que maduran recién entre la segunda y la tercera década de la vida, son las que están ubicadas en la zona frontal. Se trata de áreas relacionadas con la capacidad de planificación, la toma de decisiones, la memoria de trabajo y el control del impulso.
– ¿En qué radica la importancia de la plasticidad neural?
– El cerebro es un órgano flexible, adaptativo, que se va modificando a lo largo de toda nuestra vida. En este sentido, la neuroplasticidad es la capacidad que tiene el sistema nervioso para modificarse o adaptarse a los cambios. Este mecanismo permite que las neuronas se reorganicen al formar nuevas conexiones y ajusten sus actividades en respuesta a cambios en el entorno. Es decir, nuestra experiencia cambia permanentemente nuestro cerebro. Justamente esto es una prueba más de que el mito de los primeros 1000 días es solo eso: un mito. Existe plasticidad en diferentes niveles: a nivel molecular, a nivel celular y a nivel de las conexiones de las células del sistema nervioso entre sí. Así, la plasticidad sináptica es la capacidad que las neuronas tienen para alterar su capacidad de comunicación entre ellas. Cuando nos enfrentamos a nueva información que se debe almacenar en nuestra memoria, se generan nuevas sinapsis, se fortalecen otras, algunas se debilitan y otras se podan. Este proceso representa un mecanismo evolutivo fundamental de aprendizaje.
– ¿Cómo influye en ese período de la vida una mala alimentación?
– La desnutrición y la malnutrición están asociadas a alteraciones en la actividad de neurotransmisores, que son las sustancias químicas que median la comunicación entre una neurona y otra. El efecto nocivo se vuelve mayúsculo cuando la insuficiencia se da principalmente por una ingesta pobre de distintos nutrientes como proteínas, zinc, ácidos grasos esenciales y hierro. Las investigaciones que se han realizado sobre poblaciones que sufren malnutrición han probado que ciertos tipos de deficiencia nutricional impactan negativamente en el cerebro y en el desarrollo de las funciones cognitivas. Por eso, como dijimos en otras oportunidades, es una inmoralidad y un drama humano que haya niños y niñas en nuestro país que no tengan satisfechas sus necesidades básicas. Y, además, representa una hipoteca para el futuro. Porque ellos van a ser los que creen, los que innoven, los que tomen la posta como líderes de la comunidad. Esto necesita una respuesta urgente que no puede esperar.
– ¿Qué otros factores cumplen un rol fundamental en esa etapa?
– En el desarrollo del cerebro intervienen la genética y la interacción con el entorno. Esta interacción determinará qué conexiones neuronales se preservarán y qué conexiones se van a eliminar. Por lo tanto, la estimulación cognitiva y afectiva se vuelven fundamentales. Porque un cerebro estimulado genera más conexiones y más plasticidad para adaptarse de las neuronas. La neurocientífica Martha Farah estudió el impacto de las carencias afectivas y nutricionales en el cerebro en desarrollo y observó los efectos negativos que produce una pobre nutrición, la exposición a toxinas del medio ambiente o cuidados prenatales inadecuados. Pero uno de los elementos más relevantes de su investigación tuvo que ver con el grado de reversibilidad de estas condiciones. Sebastián Lipina, investigador argentino, realizó estudios en esta misma dirección y relevó que la pobreza se asocia a desempeños cognitivos más bajos desde el primer año y durante toda la primera década de vida. También relacionó esos desempeños bajos con ambientes hogareños con dificultades para estimular el aprendizaje. Pero se probó que a través de diferentes intervenciones cognitivas en la escuela y en el hogar es posible recuperar diversos aspectos de tales desempeños.
- ¿Cómo se puede fomentar la estimulación cognitiva?
– Como mencioné, el desarrollo del cerebro es un proceso complejo que requiere de experiencias y estímulos afectivos y cognitivos. Un estímulo cognitivo ayuda a desarrollar o mejorar el funcionamiento cognitivo. En este sentido, las experiencias que vive un niño en el hogar y en otros ámbitos como la escuela son fundamentales. El juego imaginativo, el juego reglado y la actividad física son por ejemplo algunas de las actividades que ayudan a promover habilidades importantes como la capacidad de recordar la información necesaria para completar una tarea, filtrar distracciones, resistir impulsos inapropiados, sostener la atención, establecer metas, planificar cómo lograrlas y monitorear el resultado, y manejar las emociones propias y ajenas.
Manes es neurólogo y neurocientífico, graduado en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, donde obtuvo su Doctorado en Ciencias. En 2001, regresó a la Argentina y creó el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro. También creó y preside la Fundación Ineco para la investigación en neurociencias cognitivas.
Convencido de que la riqueza de un país se mide por el capital humano, la educación, la ciencia y la tecnología, y que allí está la base del desarrollo social, hace varios años que recorre la Argentina brindando charlas con el fin de invitar a la sociedad civil a comprometerse con la construcción de esta sociedad del conocimiento.