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07/01/2019 10:55 hs

Kevin Spacey, ironía ante las acusaciones de abusos sexuales

- 07/01/2019 10:55 hs
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El actor, que bromea sobre su situación, afronta este lunes su primer juicio tras la demanda de un joven de 18 años por agredirle en un bar.

La imagen no puede ser más elocuente y por supuesto fue robada tras meses de tediosa espera e investigación por parte de un tabloide británico sobre dónde se refugiaba, aislado del mundo, el actor Kevin Spacey. De su caída en desgracia, Spacey ha hecho un logo que luce en una gorra de béisbol que cubre su cabeza con una visera sobre unas gafas de sol muy oscuras: “Retirado desde 2017”. Ese fue el año del inicio de una espiral de acusaciones por presunto abuso y acoso sexual por parte de más de 30 personas (la gran mayoría hombres aunque también hay algunas mujeres en este victimario). Una de las cuales, un varón, sentará este lunes en un banquillo de un tribunal de Massachusetts al actor estadounidense de 59 años.



Spacey ya ha avanzado que se declarará inocente de haber agredido sexualmente en 2016 a un chico de 18 años en un bar del exclusivo Nantucket (Estado de Massachusetts). El entonces adolescente es hijo de Heather Unruh, antigua presentadora de un canal de televisión de Boston. “Spacey pagó a mi hijo copa tras copa [era menor para beber legalmente en EE UU, donde la edad se sitúa en 21 años] para luego asaltarle sexualmente”, explicó entonces Unruh. La periodista fue una de las primeras personas en mencionar a Spacey tras estallar el escándalo del productor Harvey Weinstein en octubre de 2017 y después de que el actor Anthony Rapp acusara a Spacey de abuso sexual durante una fiesta en 1986 cuando sólo tenía 14 años.

Rapp abrió la caja de los truenos. Fue el principio del fin para el actor de Seven. Spacey reaccionó rápido. Pero mal. Para justificar su comportamiento, el oscarizado actor se disculpó y lo hizo publicando un comunicado en el que confesaba su homosexualidad. Fue echar vinagre a la herida. Sarah Kate Ellis, presidenta de GLAAD (organización fundada por personas que integran el colectivo LGBTQ) aseguraba: “No se trata de la salida del armario de Spacey, se trata de la historia de supervivencia de Anthony Rapp”. La mayoría de los comentarios que surgieron en Twitter estaban cortados por el mismo patrón: “No nos interesa saber la orientación sexual de Kevin Spacey, sino el hecho de que un menor ha sufrido abusos sexuales”.

Spacey vive recluido en un lujoso apartamento mirando al mar en la ciudad de Baltimore (Maryland), a menos de una hora de la Casa Blanca de la que fue presidente en la ficción de la serie House of Cards. Fotografías obtenidas por The Daily Mail muestran a través de las ventanas del hogar de cerca de seis millones de dólares imágenes de la CNN con fotografías del actor. Puede que Spacey prepare su defensa. También que se recree en que, sin duda, cualquier tiempo pasado fue mejor mientras visiona una y otra vez sus glorias cinematográficas y televisivas pasadas.

De momento, la historia del cine y la televisión reciente le ha borrado en lo que constituye casi en un ejercicio stalinista de negación del pasado. El director Ridley Scott, con su película Todo el dinero del mundo finalizada, eliminó del metraje a Spacey y volvió a grabar todas las escenas en las que este aparecía sustituyéndole por Christopher Plummer. Más de lo mismo con House of Cards. Netflix decidió no contar más con su personaje, Frank Underwood. Y, atención viene spolier, la compañía escribió un guión con su muerte y dejó a su mujer, Claire (Robin Wright) como única protagonista al frente de una Casa Blanca plagada de conspiraciones y muertes por el poder absoluto.

Puede que Spacey ya no sepa quién es. Que confunda realidad con ficción. Si no es así, no hay manera de explicar o entender el vídeo que hizo público el día antes de Navidad. En su cocina, ataviado con un delantal con detalles de Santa Claus y titulado Déjame ser Frank (doble sentido, Frank como su personaje y frank traducido como sincero, directo), Spacey entra en la categoría del surrealismo. Mirando a cámara, como su alter ego Underwood, imitando el profundo acento sureño de su personaje en House of Cards, Spacey se recrea en un monólogo de más de tres minutos en el que insinúa su inocencia, se defiende y coquetea con la ambigüedad.

El País 

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