El vago pistea como un campeón. La nave es un fuego de 90 cc, filosa, pasional, inexpugnable.
110 km por hora en la avenida reforma universitaria el día que le dio el primer beso a la Ceci.
Les ganó a todos. El otro día más feliz que recuerda fue cuando la maestra de 5to. C, le dijo que pasaba a izar la bandera, delante de todos los amargos caretas del grupo del hijo de la directora. Pero que feliz fue viendo como subía esa bandera. Jura que se mintió un: yo también puedo”. Bueno, no pudo. Su vida fue un tobogán de patadas en el culo y mañanas de heladas negras en la casilla familiar del barrio de la avenida Argentina.
A los 12 cuando acompañaba a su mamá a la cola del hospital, se hipnotizaba autómata frente a las motos del estacionamiento. La roja, la verde, la amarilla...Supo que tendría una, más temprano que tarde, en este mundo de vos no podes, de para vos no es, de salga de ahí, y de no quiero que me ensucies el vidrio.
Cuando se prepara para el domingo, le pide en mantra a su moto en el patio, que se porte bien. Le recita que hoy son uno. Que no le falle. Que nadie tira cortes como ellos dos. Que salió en el diario y en la tele que SI existen, que están, que son, que respiran, que hoy de nuevo Izarán la bandera en el medio de la patio de la escuela, cuando con otros de moto y rencor le muestren a Río Cuarto que no hay sólo sonrisas de bici sendas y caretas de ocasión. Hay vida en los barrios, en las profundidades, en el río, más allá del barrio privado de la circunvalación.
Tira un corte en la mismísima Plaza Roca, frente a la catedral, al lado de la Farmacia, donde late la ciudad, donde se juntan las pibas, donde se hacen los actos, donde todo está limpio, donde se concretan las citas, donde habló el obispo, donde sacan las fotos de las postales, donde los normales hablan de amor. Ahí mismo, tiró un corte y aviso que está vivo.
Mariana Paglialunga es psicóloga social y, en el marco de la problemática de las hordas de motos, para la cual no se encuentra solución, dijo que hay que abordar el tema desde dos dimensiones: por un lado, el hecho de que están infringiendo normativas y molestando al resto de la sociedad, y por otro, preguntarse por el trasfondo de la cuestión, de por qué hacen lo que hacen. 

"Lo enfocaría por ahí, por el ¿qué me están queriendo decir? También tenemos que ver que en este grupo no hay motos carísimas, son más bien motos humildes, a veces no tienen papeles", indicó.

Por último, Paglialunga opinó que quizá sean la pobreza y la desigualdad los fenómenos que estén detrás de estos episodios. "Habría que contener un poco más, juntar, ver qué pasa", apuntó. 
Con el “olor” a la nafta, despacito por la Chiclana, ronronea el motor camino a casa. Hoy fui, hoy soy, hoy existimos, mi moto y yo. Mañana no importa, mañana el horror, del hambre y el sol en la espalda, y el: Sí señor, y el: Perdón señora y la cola del hospital, él: está bien págueme cien nomas.
Acaricia su moto en el patio. El próximo domingo, volverán a existir.