“La concha de tu madre, ojala (SIC) se violen a tu hija pelotudo, no te trates mas (SIC) el cancer (SIC), no tenes (SIC) que existir”. Ese es uno de los comentarios, entre tantos otros, que se podía leer en una de las fotos de Wilfredo Caballero en su cuenta personal de Instagram.
Hasta eso llegamos. Hasta ese punto está desquiciada la sociedad argentina. El arquero del Manchester City tuvo un mal día frente a Croacia. Se equivocó cuando promediaba el complemento, llegó el gol del rival, después
la Selección nacional perdió y eso ya es justificativo suficiente para decirle las atrocidades más grandes que se nos ocurran, además de condenarlo hasta la estratósfera.
Igual hay otros que animan a más, que saltan la barrera del anonimato en una red social y lo llevan a la realidad. En los pasillos del estadio ruso donde se jugó el Argentina-Croacia, a un par de pobres hinchas croatas los agarraron entre varios cobardes argentinos y los golpearon. Piñas, patadas, golpes de toda índole. Un croata estaba en el suelo y le seguían pegando. ¿Por qué? ¿Nos ganaron y por eso hay que matarlos? ¿Es la imagen que dejamos en el mundo?
Lo destacaba años atrás el negro Alejandro Dolina, en una entrevista, al explicar la locura a la que llega el hincha argentino por el fútbol: “Vos ves la expresión de la gente que está ahí involucrada. Este tipo te mata en serio. Este tipo está realmente poseído y creído que está en una especie de guerra santa”. Dolina tenía razón. Y es mucho peor de lo que uno imaginaba.
Quizás Argentina clasifique, continúe su rumbo en el mundial y sirva para aliviar un poco el alma y la tensión de aquellos que dependen de eso para vivir. Pero está claro: más allá de las tácticas, la virtud de Lionel Messi, las súplicas y la pasión, no lo merecemos.
Nicolás Grimalt (nicolasgrimalt@hotmail.com)