“Boca está en crisis”. Una expresión casi de manual que se suele leer en los zócalos televisivos al momento de hablar del fútbol argentino. Ya no basta con perder un partido, empatarlo o hasta ganarlo. En los últimos tiempos, incontables acontecimientos deportivos y extradeportivos fueron argumentos propicios para hablar de “crisis en Boca”.
El
título del equipo de los Barros Schelotto tuvo los festejos y cargadas de siempre para el eterno rival, pero también hubo un destinatario poco habitual: la prensa deportiva. Ya hace tiempo que desde diferentes sectores del mundo boquense sostienen con indignación que el periodismo que informa sobre el fútbol de AFA engendró una nueva corporación: el periodismo “anti Boca”. Cual chicana futbolera devenida del “o sos hincha de Boca o sos anti Boca”, muchos trabajadores de los medios quedaron categorizados en esa masa de opinólogos que están obsesionados con instalar problemas en el club. Y en el actual torneo ocurrió de forma excesiva.
Como si fuera un requisito indispensable para comenzar a trabajar en algunos programas televisivos o medios gráficos -con Tyc Sports y el diario Olé a la cabeza-, gran parte de los periodistas necesitan exagerar y hacer de un caos cualquier acontecimiento que esté rondando por las proximidades de Brandsen 805. Sobre esa base, bajan una línea clara: a Boca no se le puede perdonar nada. Y siempre que gane, se debe aclarar que ganó “jugando mal”. A su vez, hay casos donde la opinión cuasi enfermiza no alcanza y se permite tergiversar la verdad.
Cuando los resultados no eran buenos, se acostumbraba a priorizar lo que sucedía en la vida privada de los jugadores. Lo que hacía Carlos Tevez en sus vacaciones, los problemas personales de Ricardo Centurión, lo que decía el Apache -ya como ex jugador del club- desde China, lo que agregaba Diego Maradona en Dubai o lo que respondía Juan Román Riquelme en su boliche en Don Torcuato. Dentro de la cancha, una mala decisión de un jugador vestido de azul y amarillo alcanzaba para plantear si Boca tenía equipo con estirpe de campeón. Sin importar procedencia, el más ínfimo detalle relacionado al club era suficiente para salvar más de una hora de programa y llenar un par de páginas en un diario.
Cuando se aproximaron las fechas finales del campeonato y el destino indicaba que los xeneizes serían los campeones, los programas televisivos iniciaban extensos debates que buscaban cuestionar y desmerecer el desempeño del equipo. “Boca es puntero, pero… ¿juega bien?”; “¿el equipo de Guillermo merece el título?”; “¿Boca sería un justo campeón?”. Señales que marcaban una necesidad imperiosa de alienar al público con una idea: en Boca tiene que haber crisis siempre.
Analizándolo desde la oferta/demanda y rating, nada que reprochar. La estrategia del “Boca vende” es más que rentable. El “caos” en el club divierte a los simpatizantes del resto de los clubes, muchos hinchas propios compran lo que cualquier señor con micrófono opina y los medios deportivos se aseguran una agenda siempre productiva. Como resultado, gran parte del país termina hablando de lo mismo. “Boca juega mal”, “crisis en el club” y el favorito de los más osados: “cabaret”.
Jugadores y cuerpo técnico visualizaron la crítica desmesurada y esa exigencia sin sentido que no sucedía con los otros clubes. A pesar de los intentos por instalar pánico y miedo a perder el campeonato, el Boca campeón 2017 finalizará el torneo como el equipo más goleador, su N° 9 podría ser el Pichichi y posiblemente termine con la valla menos vencida. Nada mal para una defensa considerada la peor del certamen.
Los festejos ante las cámaras tuvieron cantos al clásico rival, pero la dedicatoria de un nuevo torneo local fue para uno solo: el periodismo anti Boca.
Nicolás Grimalt