Cuando nos sometemos a dietas de hambre y estrictas, el organismo percibe esta baja de ingesta de alimento como una amenaza y dispara la reacción de estrés. Nos volvemos más irritables e intolerantes y con mal humor.
El problema es que se establece un círculo vicioso: estrés que produce obesidad porque intentamos controlarlo con la comida, los humanos deseamos ser delgados, pero las dietas muy bajas en calorías producen estrés, y este nos hace buscar alimento con el objetivo de reducirlo.
La persona estresada elige comer “CONFORT FOOD", es decir, alimentos confortables la mayoría “carbograsas” o “ultraprocesados” una mezcla de harinas, grasas, sal y/o azúcares que disminuyen los estados depresivos, dan seguridad y recompensa, pero todos estos ingredientes son adicionados conscientemente por los productores para alterar la composición normal de los alimentos y de esta manera hacerlos más baratos, rendidores e irresistibles que estimulan aún más nuestro apetito.
“Es una manera de auto-medicarse para disminuir el estrés"
En estos estados las personas responden más a señales EXTERNAS como la publicidad, el packaging que al propio cuerpo: si estoy lleno o no.
Esto se debe a un APRENDIZAJE FALLIDO, NO RECONOCEN EL HAMBRE DE LA SACIEDAD.
Todos comemos ante estímulos emocionales el problema es ¿cuánto? Y esta tipo de comida provoca un alivio inmediato de "corta duración" ese BIENESTAR TRANSITORIO deja una huella en la mente y entonces esto se repetirá habitualmente
"Alimentar el cuerpo y las emociones" sabiendo elegir los alimentos es la clave.