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08/05/2017 06:49 hs

Qué lleva a un adolescente a juegos como 'la ballena azul'

Internacionales - 08/05/2017 06:49 hs
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Para las profesionales, hay circunstancias que forman un cóctel explosivo: adolescencia, inmadurez cerebral, soledad, redes sociales y la depravación del adulto que idea estos envites.

Todo lo que rodea al macabro juego de 'la ballena azul' que circula por las redes es enigmático. Muchos psiquiatras consultados aún se resisten a hablar de ello y no se descarta que el fenómeno no sea más que leyenda urbana. Pero los hechos aparecidos en los medios de comunicación destapan, una vez más, una realidad: el desamparo de los menores ante las redes sociales.

Hemos preguntado a María José Mas, neuropediatra, y a Sonia López Arribas, psiquiatra, qué impulso sigue un adolescente cuando se le invita a entrar en un juego que le exige acatar retos tan espeluznantes como los 50 que componen la ballena azul. Uno para cada día de los 50 que dura el juego. Grabar una clave en alguna parte del cuerpo con un cuchillo o navaja de afeitar. Subirse a un tejado de madrugada (cuanto más alto mejor). O acercarse al borde de un precipicio hasta dejarse caer. El reto final es predecible teniendo en cuenta que el nombre del juego hace referencia al suicidio colectivo de algunas ballenas que buscan la orilla para morir.

Para las profesionales, hay circunstancias que forman un cóctel explosivo: adolescencia, inmadurez cerebral, soledad, redes sociales y la depravación del adulto que idea estos envites. Estas son sus explicaciones:

La adolescencia es una etapa de impulsos

"Es una época brutal. Le tiemblan todos los cimientos", dice López Arribas. Cualquier invitación o información que recibe un adolescente no pasa por el filtro de la reflexión, según María José Mas. "En este cerebro inmaduro predominan los impulsos emocionales sobre la capacidad analítica, más racional, que aún no ha terminado de desarrollarse".

Incluso un niño pequeño tiende a ser más cauto que uno de 14 o 15 años. "El cerebro en esta etapa tiene que hacer un esfuerzo adicional para detectar una situación peligrosa y contener su reacción", insiste López Arribas.

Necesidad de pertenencia al grupo

La adolescencia es la etapa en la que se desarrollala identidad individual y el sentido del grupo cobra mucha importancia. Las redes sociales, como nueva forma de pertenencia al grupo, pueden hacerle también más vulnerable. "Además -apunta la neuropediatra-, al facilitar el anonimato es fácil que se cuelen en su vida extraños con intereses nada claros".

Según la psiquiatra, estos juegos tienen muchas similitudes con los ritos iniciáticos de paso a la edad adulta y también con las sectas. "Los menores que sufren desajustes emocionales o problemas de adaptación son víctimas fáciles".

Algunas circunstancias le hacen más frágil

La edad es un factor de riesgo, pero Mas señala otros que pueden agravarlo: TDAH, autismo, alguna discapacidad cognitiva o exceso de timidez.

Mala comunicación familiar

"La educación desde edades tempranas es fundamental. Los padres deben estar presentes en sus quehaceres diarios para protegerles de sus malas decisiones. A medida que madura, conviene cederle, de forma progresiva, cada vez más independencia", dice Mas. Para López Arribas la clave está en evitar, por parte de los padres, una conducta castrante y lograr la comunicación abierta.

Falta de control en el uso de las redes

Mas considera un despropósito permitir el uso de las redes a los menores de 16 o 17 años sin ninguna supervisión parental. López Arribas añade la habilidad del perverso que está detrás de estos juegos para atrapar al usuario y hacerle sentir fracaso si abandona antes de tiempo.

Una y otra indican cuáles deberían ser las primeras señales de alarma:

-Cuando un niño cada vez disfruta menos de la vida familiar, no sale con los amigos y pasa un tiempo excesivo conectado a internet y a las redes sociales.

-No comparte lo que ve o hace y se muestra misterioso o receloso si le descubren con la pantalla abierta.

-Cambia de humor después de navegar por la red, está irascible y retraído.

-Sufre fobia escolar.


El Mundo



 

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