Otoño desde el espacio
Edición del 26 / 11 / 2024
                   
18/03/2017 10:36 hs

Douglas Tompkins, el millonario muerto que regala parques

- 18/03/2017 10:36 hs
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Esta semana, Chile recibió la mayor donación de tierras privadas ocurrida en el planeta: 400 mil hectáreas para una reserva natural. El conservacionista, que murió en 2015, ya había cedido terrenos para tres parques nacionales en Argentina. Su intervención en los esteros del Iberá.

Aun después de muerto, Douglas Tompkins 
sigue dándose el gusto de hacer que presidentes y grandes empresarios cumplan con sus deseos.

El millonario estadounidense creador de las marcas de ropa North Face y Sprit, muerto a fines de 2015 en un accidente de kayak en un lago chileno, está consiguiendo que las máximas autoridades de Argentina y de Chile hagan lo que él quería que hicieran desde que puso un pie en esta parte del mundo.

El gringo misterioso

Esta semana, la presidenta chilena Michelle Bachelet recibió oficialmente en nombre del estado chileno nada menos que 400 mil hectáreas de bosque que Tompkins y su esposa, la también exempresaria Kristine McDivitt, habían comprado en las últimas décadas.Esta sería la mayor donación de tierras privadas para crear parques naturales que se haya hecho recientemente en el planeta.

Más de la mitad de esas tierras corresponden al Parque Pumalín, una reserva privada creada por Tompkins en el sur chileno, a la altura de la provincia argentina de Chubut, que en su momento generó un escándalo.

El día que los chilenos se despertaron con la noticia de que un gringo desconocido con aires conservacionistas les había dividido el país en dos pedazos, con una propiedad privada que iba desde la cordillera de los Andes hasta el mar, ardió Troya.

Ayudado por su carácter difícil y por su falta de tacto y de relaciones políticas, Tompkins se convirtió en un monstruo que los políticos chilenos mencionaban cuando buscaban sinónimos para las palabras demonio, enemigo extranjero, malparido y sutilezas por el estilo.

La bronca se transformó en miedo cuando chilenos y argentinos comenzaron a enterarse de que Tompkins y su compañera ya habían comprado más de una docena de grandes propiedades a ambos lados de la cordillera.

Fue el momento en que surgieron las versiones sobre que el millonario era, en realidad, una especie de testaferro de la CIA que venía a comprar propiedades cercanas a fuentes de agua potable, ya que las grandes potencias se anticipaban a las futuras guerras por el líquido que se desatarían en el planeta.

Este diario fue de los primeros medios que entrevistó a la pareja y contó quiénes eran en realidad: los exmillonarios defendían la resalvajización del planeta. Eran seguidores de la deep ecology , una filosofía acunada por el pensador noruego Arne Naess, que apunta a disminuir la presencia humana en el mundo.

Su objetivo era sustituir la concepción antropocéntrica, que pone al hombre en el centro de todo, por otra mirada biologista, que lo pusiera en igualdad de condiciones con el resto de las especies animales y vegetales. Esto iba acompañado, en el caso de Tompkins, de una fuerte tecnofobia, que lo llevaba a no querer utilizar implementos tecnológicos, pese a que todos sus viajes los seguía haciendo en avión.

Además, Tompkins y su pareja eran miembros de las asociaciones estadounidenses land trust , una especie de club de millonarios que compran tierras en diferentes lugares del mundo con fines proteccionistas. En el mismo Estados Unidos, Tompkins era visto como un extremista.

Algunas de sus frases ayudaban a fortalecer esa mirada: “El siglo 21 ya está perdido”, decía, siempre acompañado por un grupo de conservacionistas que consideraban a la humanidad como un cáncer para el planeta y que llegaron a publicar páginas enteras en The New York Times para abogar por sus puntos de vista.

El turno de Mauricio

La decisión de Bachelet de llevar adelante el parque nacional que siempre soñó el millonario convertirá a Chile en un país ejemplar: tendrá el 20 por ciento de su territorio bajo diferentes categorías de áreas naturales protegidas, gracias a la red de 17 parques unidos por un mismo corredor que esta donación le ayudará a crear.

Este año, se cree, será el turno de Argentina para seguir cumpliendo los proyectos del millonario. Tompkins y McDivitt ya donaron un parque nacional entero a nuestro país: el Parque Nacional Monte León, en el sur de la provincia de Santa Cruz, el primer parque nacional marítimo en Argentina.

También donaron unas miles de hectáreas para integrarlas al parque Perito Moreno, en el norte cordillerano de la misma provincia.
Mientras tanto, seguían comprando estancias patagónicas con paisajes maravillosos y militaron activamente contra la construcción de diques y usinas hidroeléctricas en territorio patagónico. Luego, ambos se enamoraron del que fue el último gran proyecto de Tompkins: los esteros del Iberá.

Allí adquirieron una propiedad gigantesca y comenzaron a trabajar para recuperar especies en riesgo de desaparición, como el yaguareté. En el lugar, armaron su casa para escapar de los inviernos boreales.

El año pasado, el gobierno de Macri, que tiene en sus oficinas de áreas naturales a funcionarios que fueron defensores de la tarea que hacía Tompkins, anunció la creación del Parque Nacional Esteros del Iberá: usará las tierras de Tompkins, más una reserva provincial y otras tierras fiscales para crear el parque más grande de la Argentina.

“El presidente argentino tiene que estar muy celoso de esto”, dijo en tono de broma, en el acto de esta semana con la presidente chilena, el empresario estadounidense Yvon Chouinard, quien acompañaba a Tompkins en la excursión en kayak que acabó con la vida del millonario y que hoy es su digno reemplazante en la pelea a favor de la ecología profunda para construir un mundo más verde y con menos seres humanos.

El gran activista 

Obsesión ecologista. El magnate buscó sumar a sus colegas multimillonarios. Durante los últimos años de su vida, Douglas Tompkins no sólo se esforzó por ampliar su red de propiedades protegidas. También se dedicó de manera decidida a dos formas de activismo ecologista.

Por un lado, cuando comenzó a percibir una mejora en la consideración hacia él por parte de autoridades y organizaciones, se atrevió a dar un paso más y empezó a militar de modo más franco contra la construcción de represas hidroeléctricas y emprendimientos como la cría de salmones.

En ambos casos, eran proyectos que iban contra su mirada filosófica ecocentrista: demasiados humanos interfiriendo con el curso de la naturaleza, siempre vista de un modo conservador. Por otro lado, a los 72 años, acentuó esfuerzos por sumar a la lucha a otros millonarios que también quisieran salir a poner el pecho a favor de las selvas y los bosques, y en contra de esas criaturas invasivas y depredadoras llamadas “seres humanos”.
 

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