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11/02/2017 19:04 hs

Restauran la Pirámide de Mayo para que recupere el aspecto que tenía hace 105 años

Argentina - 11/02/2017 19:04 hs
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Un mes y medio llevó retirar 12 capas de material que cubrían al monumento entre cal, pintura, grafitis y pegatinas. Además, recuperarán cuatro estatuas que fueron mudadas en 1912.

Hasta que se construyó en 1811, las únicas representaciones evocativas eran las imágenes religiosas dentro de las iglesias. No había estatuas ni monumentos en la Ciudad. La Pirámide fue el primero patrio y público. Se elevó para celebrar el primer aniversario de la Revolución de Mayo. Hoy está encerrado detrás de una media sombra azul. Andamios de metal y tablones de madera celeste lo rodean. Ocho personas están trepadas a lo largo de sus 18,76 metros de altura. La Pirámide de Mayo está en obra. La ambición es recuperar el aspecto que tenía 105 años atrás.

Una puerta blanca y discreta es la entrada a la restauración. Le sigue un chapón azul. Detrás de él, la Pirámide pierde su forma aparente. El suelo parece un manto de tierra rastrillada. Hay piedras mínimas, blancas, rojizas y grises, polvo, montañas de bolsas con escombros, una excavación y dos hombres en cuatro patas. Pelan con bisturíes la superficie de la Pirámide.

“Es la zona más afectada por el acercamiento de la gente”, dice Marcelo Magadán, arquitecto y director general de la restauración. Lleva una camisa con líneas celestes, pantalón de vestir oscuro y zapatos. Parece un oficinista de los que cruzan la Plaza de Mayo, si no fuese porque supervisa los trabajos con un casco y carpetas encastradas en la axila. Con el índice apunta a la base del monumento. Ahí, en cada marcha, en cada concentración, los manifestantes hacen hablar a las paredes. Los que van a dejar su firma suelen tener ánimo de expresión pero no de montañista. Los reclamos y consignas se acumulan a la altura de los cuatro escudos nacionales, uno por cada lado de la base.

La restauración de la Pirámide de Mayo empezó en la última semana de diciembre. Un mes y medio le llevó al equipo de restauradores retirar las 12 capas de material que había en los escudos y la parte baja. Los hombres que trabajan al ras del suelo están quitando los resabios. “Entre capa y capa encontramos cal, pintura látex, grafitis y pegatinas. Además había una superposición ilógica: enduido, que tapaba pintura, que tapaba cemento. En estos años fueron aplicando lo que tenían, sin criterio”, se queja Magadán. La superposición alcanzaba espesores de hasta un centímetro y medio en las partes planas.

“De cada sector se sacó una muestra y se mandó a analizar a un laboratorio. Las pruebas químicas mostraron qué se usó y su composición”, dice la restauradora Marta Zaffora. Debajo del casco, asoma su pelo negro con flequillo pesado. No cumple el estereotipo de restauradora. Sus borcegos marrones, una cadena que adorna su cintura y los ojos delineados la asemejan a una cantante de rock. “Como en otras construcciones antiguas -sigue- los revoques están hechos con cal apagada. Trabajamos con el mismo material y otros compatibles. No sólo para que el aspecto sea el mismo, en especial para que haya la misma porosidad”. Además del deterioro por el paso de cientos de años, los problemas en la Pirámide aparecieron cuando se la empezó a cubrir de cemento o pinturas modernas que cerraron sus poros. Así se formaron capas impermeables que facilitaron la concentración de humedad.


La Pirámide que está en restauración no tiene el aspecto de su original de 1811. Entonces era un obelisco de 13 metros, hecho de ladrillo y barro. Lo llamaron “Columna del 25 de Mayo” y se lo atribuye al constructor Francisco Cañete. En 1857 tuvo su primera modificación: el arquitecto Prilidiano Pueyrredón la estiró hacia arriba y el escultor Joseph Dubourdieu creó una Estatua de la Libertad (así la llamó) que fue colocada en la punta y otras cuatro en la base. Las figuras de abajo duraron poco. Hacia 1875, la Municipalidad recibió la donación de un conjunto de estatuas de mármol, que estaban en el techo de la sede central del Banco Provincia y que habían sido retiradas por problemas de estabilidad. Cuatro de ellas se pusieron en la Pirámide, en reemplazo de las anteriores. El último cambio ocurrió en 1912 cuando el monumento fue trasladado más de 63 metros hasta su ubicación actual. La mudanza duró ocho días y se usó una plataforma sobre rieles para desplazarla.

“En las vísperas del centenario se organizó un concurso para construir un monumento más grande, que contuviese a la pirámide en su interior. Para eso se cambió su ubicación y durante el desplazamiento se retiraron las cuatro estatuas de la base”, dice Francisco Girelli, el responsable de la investigación histórica del proyecto. En el hueco que dejaron las esculturas hay cinceles, martillos y cepillos de escoba apoyados. “El gran monumento jamás se hizo -agrega- y las esculturas no volvieron. Este proyecto busca devolverle a la Pirámide lo que antes fue”.

Las estatuas ausentes se encuentran al caminar pocas cuadras. Decoran la plazoleta de San Francisco, en Defensa y Alsina. Están talladas en mármol blanco y cada una tiene un rol representativo: la navegación, la industria, la geografía y la astronomía. El 18 de febrero empieza el operativo retorno a la Plaza. Ahí, serán restauradas y luego colocadas en la Pirámide. “Es un icono para nuestra Ciudad por su valor histórico y cultural. La tarea de los restauradores es muy valiosa porque buscan recuperar la esencia”, dice Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño. Su ministerio contrató la obra completa. Además, por ser un monumento histórico, la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos supervisa los trabajos.

“Esta obra es apasionante, todos los días hay un descubrimiento. Trabajamos de lunes a sábados, por lo menos ocho horas, es imposible no generar un vínculo. Pero no sólo a nosotros nos pasa. La restauración motiva a que la gente mire, se acerque y pregunte, quiera conocer más”, dice Zaffora, mientras acaricia el gorro frigio de la estatua de la Libertad, a casi 19 metros de altura. Las campanas de la Catedral le tapan un poco la voz, que igual llega: “Es resignificar nuestros monumentos”.

 

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