Melissa Benoit tiene 33 años de edad. En el Hospital Toronto General, los médicos le diagnosticaron una enfermedad terminal. Ante la emergencia, decidieron sacarle ambos pulmones y esperar una donación. Estaban llenos de mucosa y endurecidos por el mal que sufría.
En 2016, había sufrido una infección pulmonar que se extendió a todo el cuerpo. La enfermedad avanzó y a principios de enero le provocó un choque séptico. Entró en coma y quedó al borde la muerte.
Los cirujanos tenían pocas opciones y le extirparon los pulmones. Luego la conectaron a una máquina y la mantuvieron viva durante estos días. El aparato realizaba la función de oxigenación de la sangre y la eliminación del dióxido de carbono a través de un sistema de oxigenación por membrana extracorpórea.
La mujer estuvo más de nueve horas en el quirófano. Según le contó a los periodistas, no sintió ningún dolor cuando despertó. Cuando el efecto de la anestecia pasó no creyó que ya estaba trasplantada. “Me siento fenomenal”, aseguró.