Un cosmonauta llevará en la nave 'Soyuz' las reliquias del santo ortodoxo San Serafín.
En Rusia las cosas del cielo vuelven al cielo. La próxima nave Soyuz llevará un pasajero muy especial: los restos de San Serafín, un santo ortodoxo, que van a protagonizar la que seguramente es la procesión más amplia de la historia: 115 días orbitando nuestro planeta.
San Serafín de Sarov viajará en una pequeña caja pegada al pecho de uno de los cosmonautas. La Iglesia Ortodoxa, que ahora también bendice los cohetes del programa ruso antes de que despeguen, está encantada de demostrar que el reino de San Serafín va más allá de este mundo.
El lanzamiento de esta nave Soyuz MS-02, que debe transportar a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) a tres astronautas, podría realizarse el 1 de noviembre. La Soyuz debe llevar a la ISS a los cosmonautas rusos Serguei Rizhikov y Andrei Borisenko, así como el astronauta estadounidense Robert Kimbrough.
Hasta su llegada, en el laboratorio orbital, situado a 400 kilómetros de la Tierra, están tres astronautas: el ruso Anatoli Ivanishin, la estadounidense Kathleen Rubins y el japonés Takuya Onishi. La nave también cumplirá funciones de una cápsula de emergencia y se mantendrá en permanente disposición para un regreso urgente de los tripulantes a la Tierra.
El primero de noviembre es sólo una fecha previa, pues la decisión definitiva depende de una comisión de Roscosmos. «También estamos pendientes de que se confirmen nuevas fechas para el lanzamiento de la nave de carga Progress y la vuelta de la tripulación de la Estación Espacial Internacional», según ha explicado un portavoz en el Centro ruso de Control de Vuelos Espaciales.
Creciente papel de la iglesia ortodoxa en Rusia
La presencia del santo a bordo de la nave Soyuz es una muestra del creciente papel de la Iglesia ortodoxa en la Rusia del presidente del país, Vladimir Putin. Pero su aureola celestial no ha evitado contratiempos a la misión. Anteriormente, la corporación Roscosmos anunció que el lanzamiento de la Soyuz MS-02, previsto en un principio para el pasado 23 de septiembre, hubo de ser aplazado. La culpa la tuvo un cortocircuito durante las pruebas efectuadas en la base de Baikonur (Kazajistán), por lo que se hizo necesario hacer más tests.
Las autoridades eclesiásticas se están tomando así la revancha de los años en los que el régimen soviético utilizaba la carrera espacial para cimentar su ateísmo militante. Los rusos todavía recuerdan aquellos carteles de propaganda que ensalzaban a Yuri Gagarin, el primer hombre en volar al espacio. En uno de ellos se recordaba que ahí arriba «no había visto a Dios».
Los restos de San Serafín de Sarov fueron hallados en 1991 en un almacén del museo de la Religión y el Ateísmo de Rusia. Los soviéticos habían ocultado su paradero. Vivió entre el siglo XVIII y el XIX, en un monasterio, fue un reputado profesor y creyentes de todo el país peregrinaban para verlo. Fue hecho santo en 1903 en una ceremonia a la que asistieron los Romanov. A su regreso se le dará un emplazamiento especial en la Ciudad de las Estrellas, cerca de Moscú.
Sin embargo Serafín de Sarov no será el primer santo en experimentar la falta de gravedad en el cosmos. En 2008 ya se llevaron otras reliquias al espacio. Y en 2009 se subió lo que se considera un fragmento de la cruz donde murió Jesús. Desde entonces, han viajado a la estratosfera restos de metropolitanos (autoridades eclesiásticas ortodoxas) y también de San Jorge el Victorioso.
Parece que para cuando el turismo espacial termine de despegar, los santos ya iluminarán ese confín.