Otoño desde el espacio
Edición del 27 / 11 / 2024
                   
13/07/2016 09:05 hs

Aventura en una cueva 'extraterrestre'

Internacionales - 13/07/2016 09:05 hs
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Pedro Duque se prepara para volver al espacio simulando en Cerdeña una misión espacial

Un español, dos estadounidenses, un ruso, un japonés y un chino han pasado seis días y cinco noches explorando una cueva de Cerdeña para simular una misión espacial. Seis días sin ver la luz del Sol, a unos 800 metros de profundidad, con 15ºC de temperatura y una humedad del 100%, recorriendo los laberínticos recovecos de la cueva, trepando por resbaladizas paredes, y, como explica en una entrevista telefónica el astronauta Pedro Duque (Madrid, 1963), «introduciéndonos por huecos en los que no pensabas que podrías caber».

Duque es el español de este grupo internacional de cuevanautas que ha protagonizado la última edición de la misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) CAVES, que además de ser el acrónimo en inglés de Aventura Cooperativa para Valorar y Ejercitar el Comportamiento y las Habilidades, significa cuevas. Se trata de uno de los programas de entrenamiento de astronautas que tienen lugar en zonas de la Tierra en las que se dan situaciones extremas y de aislamiento que recuerdan a las del espacio, y que permiten tanto probar tecnología como preparar psicológicamente a los astronautas para trabajar en equipo y sobrevivir en ambientes hostiles para la vida.

Pedro Duque, astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA), se prepara así de cara a su posible regreso al espacio. Según explica desde La Granja (Segovia), donde participa en los Cursos de Verano de la Universidad Politécnica de Madrid(UPM), aunque todavía no se le ha asignado ninguna misión, su nombre está incluido en el grupo de astronautas europeos con posibilidad de viajar al espacio próximamente, así que el madrileño confía en ser seleccionado para la que sería su tercera misión, tras las que completó en 1998 y 2003.

​«La experiencia ha sido maravillosa desde el punto de vista de lo que hemos experimentado y aprendido», asegura Duque, que no tenía ninguna experiencia previa como espeleólogo. «Sólo había entrado en las Cuevas del Drach de Mallorca como turista y en la del Tito Bustillo de Asturias, dando un paseo», bromea.El astronauta madrileño, responsable de la oficina de apoyo a programas de la ESA en Colonia (Alemania), admite que le hubiera gustado tener una mayor preparación como espeleólogo antes de adentrarse en la cueva sarda, pues apenas estuvieron una jornada aprendiendo a utilizar los arneses de escalada y un par de días más preparando la misión en el exterior.

En total, relata, dentro de la cueva han recorrido unos dos kilómetros, en dos ramales independientes y con entornos totalmente distintos. La rutina no era muy distinta a la que siguen en el espacio,a lo que se suma la ausencia de luz solar, quealtera el ritmo circadiano y dificulta el descanso. «Dormíamos ocho horas o algo menos, con los sacos y en tienda de campaña, y el resto del tiempo lo pasábamos explorando la cueva, pues avanzas muy lentamente porque es muy peligroso». Y es que uno de los mantras de la expedición, y de cualquier misión espacial, es «despacio es rápido». O adaptado al dicho español, como hace Duque, «vísteme despacio que llevo prisa es el lema de cualquier operación». Eso, y la confianza en los compañeros (en inglés lo llaman buddy system).

Resulta fundamental comprobar los equipos, así como ser siempre consciente de dónde te encuentras y dónde está tu compañero.«Nosotros solemos decir que en los procedimientos críticos hay que poner los cuatro ojos. Nunca tienes la garantía de que nadie se va a equivocar en algo. Y en momentos de mucho estrés o de gran cansancio, al final del día, se puede cometer algún error, por eso siempre nos chequeamos los unos a los otros», señala.

Esta misión análoga, recuerda, ha sido «bastante dura» desde el punto de vista físico, incluso para astronautas acostumbrados a duros entrenamientos: «Ha habido momentos de dificultad extrema, como cuando tuvimos que trepar por un tubo de 30 metros en vertical colgados de una cuerda, impulsado por tu propia fuerza física, mientras tenías abajo rocas afiladas como cuchillas».

Además de Duque, entraron en la cueva , los estadounidenses Ricky Arnold y Jessica Muir, el chino Ye Guangfu, el japonés Aki Hoshide y el ruso Sergei Vladimirovich. La mitad de los integrantes de la misión, que concluyó el 7 de julio, han volado ya al espacio y los otros tres esperan hacerlo próximamente, aunque, como dice el madrileño, «todos hemos aprendido».

«La experiencia ha sido maravillosa desde el punto de vista de lo que hemos experimentado y aprendido», asegura Duque, que no tenía ninguna experiencia previa como espeleólogo. «Sólo había entrado en las Cuevas del Drach de Mallorca como turista y en la del Tito Bustillo de Asturias, dando un paseo», bromea.

El astronauta madrileño, responsable de la oficina de apoyo a programas de la ESA en Colonia (Alemania), admite que le hubiera gustado tener una mayor preparación como espeleólogo antes de adentrarse en la cueva sarda, pues apenas estuvieron una jornada aprendiendo a utilizar los arneses de escalada y un par de días más preparando la misión en el exterior.

En total, relata, dentro de la cueva han recorrido unos dos kilómetros, en dos ramales independientes y con entornos totalmente distintos. La rutina no era muy distinta a la que siguen en el espacio,a lo que se suma la ausencia de luz solar, quealtera el ritmo circadiano y dificulta el descanso. «Dormíamos ocho horas o algo menos, con los sacos y en tienda de campaña, y el resto del tiempo lo pasábamos explorando la cueva, pues avanzas muy lentamente porque es muy peligroso». Y es que uno de los mantras de la expedición, y de cualquier misión espacial, es «despacio es rápido». O adaptado al dicho español, como hace Duque, «vísteme despacio que llevo prisa es el lema de cualquier operación». Eso, y la confianza en los compañeros (en inglés lo llaman buddy system).

Resulta fundamental comprobar los equipos, así como ser siempre consciente de dónde te encuentras y dónde está tu compañero.«Nosotros solemos decir que en los procedimientos críticos hay que poner los cuatro ojos. Nunca tienes la garantía de que nadie se va a equivocar en algo. Y en momentos de mucho estrés o de gran cansancio, al final del día, se puede cometer algún error, por eso siempre nos chequeamos los unos a los otros», señala.

Esta misión análoga, recuerda, ha sido «bastante dura» desde el punto de vista físico, incluso para astronautas acostumbrados a duros entrenamientos: «Ha habido momentos de dificultad extrema, como cuando tuvimos que trepar por un tubo de 30 metros en vertical colgados de una cuerda, impulsado por tu propia fuerza física, mientras tenías abajo rocas afiladas como cuchillas».

Además de Duque, entraron en la cueva , los estadounidenses Ricky Arnold y Jessica Muir, el chino Ye Guangfu, el japonés Aki Hoshide y el ruso Sergei Vladimirovich. La mitad de los integrantes de la misión, que concluyó el 7 de julio, han volado ya al espacio y los otros tres esperan hacerlo próximamente, aunque, como dice el madrileño, «todos hemos aprendido».

«Este tipo de misiones está concebida como un ejercicio de dinámica de grupo, que verdaderamente tiene un gran valor porque te prepara para los problemas que pueden surgir en el espacio. Por otro lado, creo que este tipo de misiones de exploración es lo que necesita hacer un astronauta. Seguramente hay cuevas también en Marte», señala.

Cada uno se encargaba de un aspecto de la misión. Duque hizo microbiología y análisis zoológico del agua. La única mujer de los seis era la astronauta de la NASA Jessica Meir, que desempeñó el papel de bióloga.También les acompañaba Loredana Bessone, entrenadora de astronautas de la ESA, y en los momentos más críticos contaban con el respaldo de expertos en espeleología.

Durante esa semana no tuvieron ningún contacto con sus familiares. La convivencia entre los miembros de este equipo culturalmente tan diverso, asegura, «ha ido muy bien». Otro aspecto positivo para Duque fue la participación, por primera vez en este programa, de un taikonauta, el chino Ye Guangfu, que fue invitado por la ESA. «Desde un punto de vista simbólico es un precedente importantísimo», sostiene.

​El Mundo 

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