Secretos del tamborín
Edición del 04 / 11 / 2024
                   
09/08/2013 10:00 hs

"Estamos vivos por obra y gracia de Dios"

Argentina - 09/08/2013 10:00 hs
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Néstor y su mujer sobrevivieron, pero el padre de ella murió y su hijo está internado.

ROSARIO.- "¿De qué me serviría tener una casa y no tener a mi hijo?", se pregunta Néstor Ferlatti, sentado en un café a metros del Sanatorio de Niños, donde aún permanece internado su hijo, Enzo, de cuatro años. Néstor recibe constantemente mensajes y llamadas de gente que le brinda su apoyo y cariño. Una venda alrededor de su cabeza que esconde un corte de unos quince centímetros, el ojo izquierdo morado y un scalp en la mejilla son las secuelas físicas que le provocó la explosión. La respuesta a esa pregunta la agrega él mismo, enseguida: "Un departamento se puede comprar. La vida de mi hijo o de mi esposa, no".

Generalmente comienza a atender en su consultorio ginecológico a las 10.30, pero la mañana del martes se levantó antes, a las 8.50, porque iba a venir el encargado del edificio a darle una mano para cerrar la llave de gas de su departamento, el 4° E de Salta 2141. Lo hicieron, pero el olor a gas persistía.

Lo único que recuerda es que después, Andrea, su mujer, se había acercado al balcón para abrir su puerta, que Enzo seguía durmiendo en su cuarto y que él abrió la puerta de entrada para salir al palier? Nada más. La siguiente imagen -hoy calcula que a unos veinte minutos después de la explosión- era su señora con el chico ensangrentado en brazos y dos huecos enormes: uno en lo que era el balcón y otro en donde debía estar el edificio lindero.

"¡Hay fuego, hay fuego!", empezaron a gritar desde la grieta del balcón y enseguida un cuerpo de bomberos levantó una escalera hasta ahí para que un rescatista tomara a su hijo en brazos, lo bajara hasta el estacionamiento del supermercado La Gallega, se lo entregara a un policía, y éste a una chica que lo envolvió en sábanas para que lo llevaran en un patrullero directo al sanatorio.

Andrea, que sufrió la rotura de las dos membranas del tímpano, se fue caminando hasta el mismo centro médico. Néstor sólo atinó a ponerse un par de shorts, unas zapatillas y una campera, y a meterse en los bolsillos los documentos y una tablet que estaba a mano. Lo que sólo recordaría después de que se lo contara su mujer es que entre la explosión y la conciencia rescataron a Enzo de debajo de los escombros. "Para mí fue un sueño? A Enzo se le veía sólo la cara como cuando un chico se cubre todo de arena para jugar en la playa. Estamos vivos por obra y gracia de Dios. Es por algo que nos hizo pasar por este momento. No puede ser casualidad que estemos vivos."

Enzo sufrió una fractura orbital, pero no le comprometió el ojo y está bien. A su madre sólo le dijo que había habido un derrumbe en la casa. Eso sí: aún no le avisaron que su abuelo, Domingo Oliva, de 76 años, que vivía con su esposa en el departamento D del mismo piso, falleció en el acto tras la explosión. Su esposa se salvó porque se había ido a trabajar más temprano. "Lo que va a ser muy fuerte para él es que ahora desaparece su rutina diaria -dice-: agarrar los juguetes e irse corriendo a lo de sus abuelos, que siempre estaban con la puerta abierta. Porque más que dos casas, las nuestras eran una sola." Hoy ya no existen.


Fuente: LANACION.com

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