Argentina
derrotó cómodamente a Estados Unidos y se metió en su tercera final internacional desde Brasil 2014 a la fecha. El partido no tuvo equivalencias, la Selección lo manejó y lo controló de principio a fin y nunca fue incomodado por el tibio equipo de Jürgen Klinsmann que ni siquiera pateó al arco. Como para ser más claros, Sergio Romero tuvo menos trabajo que Gerardo Martino.
Si bien el combinado estadounidense pintaba para algo más, Argentina no se lo permitió. Siempre que el local tenía la pelota la Selección presionaba en bloque con todas sus líneas obligando al error del contrario. Jugadas colectivas de EE.UU. no hubo y es porque Argentina no lo dejó.
Y al momento de atacar la premisa del DT fue la de siempre: posesión de pelota, paciencia para encontrar el hueco y cuando fuese posible, dársela al mejor jugador del mundo.
Es que generalmente es así, cuando ese extraterrestre conocido como Lionel Messi está en un buen día, Argentina se agranda notablemente y ofrece un juego que sin el ahora máximo goleador histórico de la albiceleste, no sería posible. Para que los números acompañen la idea, el 'Diez' apenas superó los 250 minutos jugados (menos de tres partidos) en el torneo y fueron suficientes para ser hasta el momento el goleador del equipo con cinco goles y el máximo asistente con cuatro. Sí, estadísticas ridículas.
En términos generales el recorrido de Argentina en esta Copa América viene siendo arrollador. Solamente fue exigido por Chile en el debut y luego se dedicó a golear al rival que aparecía en el camino: cinco a Panamá, tres a Bolivia, cuatro a Venezuela y otros cuatro a EE.UU. Ningún equipo logró hacerle frente ni llevarlo a un terreno complicado. Hasta quedaría la leve sensación de que ninguna de las selecciones que enfrentó Argentina (quizás a excepción de Chile) estuvo a la altura de las circunstancias.
Ahora en el horizonte hay una nueva final y el eterno desafío: lograr un título con el seleccionado mayor. Atrás quedaron las derrotas frente a Alemania en el Mundial y ante el combinado trasandino en la última Copa América, aunque aún no se olvidan. Además, la incógnita siempre es la misma: perder la final, ¿es un fracaso?
La mochila que cargan estos muchachos viene de muchos años. El llegar a tres finales consecutivas en estos niveles de competencia no es algo para menospreciar ni desestimar. Son tres copas jugadas en los últimos 24 meses y en todas se llegó hasta el momento decisivo. Si bien siempre habrá pensadores contemporáneos que dirán que “del segundo nadie se acuerda”, lo que ha logrado esta Selección es para respetar.
De todos modos, ni siquiera los propios protagonistas se perdonarían perder otra final. Es real que lo conseguido hasta el momento es muy destacable, pero si no consiguen un título siempre quedarán marcados como la generación que “llegaba a las finales pero las perdía”.
“Que de una vez por todas se nos dé”, manifestó Messi tras el partido. Y sí, contra el rival que toque y de la forma que sea, el domingo es el día para cambiar la historia: Hay que ganar y salir campeones.
Nicolás Grimalt