El asombroso robo de joyas perpetrado en el hotel Carlton de Cannes este fin de semana superó todas las previsiones, transformándose en el récord absoluto de un asalto en la historia de Francia: 103 millones de euros en diamantes excepcionales y alhajas prestigiosas, sustraídos en menos de un minuto por un solo hombre, que desapareció sin dejar, aparentemente, ningún rastro.

Después de 24 horas de inventario, el botín compuesto de joyas "diversas y variadas, entre las que se cuentan anillos, collares y aros incrustados con diamantes", según las autoridades, pasó de una primera estimación de 40 millones de euros a la cifra astronómica de 103 millones.

Por su envergadura, este asalto supera el cometido en 2003 en la ciudad belga de Amberes, donde un grupo de hombres consiguió introducirse en el Diamond Center y vaciar 120 de las 160 cajas fuertes de ese edificio ultraprotegido, alzándose con cerca de un centenar de millones de euros. Hasta ahora, aquel episodio era considerado el récord mundial.

El domingo, en Cannes, el asaltante decidió actuar poco antes del mediodía en la exposición-venta Extraordinary Diamonds. La muestra estaba organizada en un ala del lujoso hotel Carlton por la casa Leviev, propiedad del magnate israelí Lev Leviev, que disponía de sus propios agentes de seguridad.

Con la cara disimulada por un pañuelo, una gorra en la cabeza y una pistola automática, el individuo se apoderó de las joyas y, en apenas un minuto, salió tranquilamente caminando por una calle perpendicular a la célebre Croisette, la avenida que bordea el Mediterráneo, una de las arterias más lujosas de Francia.

La investigación del extraordinario asalto fue confiada a la brigada de represión de la delincuencia de Niza, que, según los especialistas, trabajará sobre varias hipótesis.

"La primera es que el joyero es un estafador y que, con la ayuda de un amigo, robó sus propias piedras", explica Thierry Colombié, especialista del crimen organizado.

"La segunda es el bandido aislado, que decide actuar por su cuenta", agrega. "La tercera hipótesis es una banda organizada, con implicación del servicio de seguridad", concluye.

VENTA DIFÍCIL

Para el autor, sin embargo, la verdadera dificultad comenzó después del robo, pues el principal obstáculo reside ahora en encontrar un "reducidor" capaz de comprar alhajas que conocen todas las policías del mundo y que incluso fueron descriptas en una "nota púrpura" de Interpol.

En el controlado mercado del ultralujo, todas las joyas prestigiosas son minuciosamente registradas. Esto no sólo permite estimar su precio, sino encontrarlas en caso de robo.

"Todas esas alhajas son numeradas, inventariadas y fotografiadas", afirma el experto Alain Weiss.

Para poder vender el extravagante botín obtenido sin hacerse notar, los malhechores estarán obligados a transformar las alhajas, porque, además, todas las piedras de gran valor son registradas por los laboratorios de gemología.

"Ese certificado precisa el peso, el tallado y la posición de las inclusiones [o minúsculos defectos] de la gema", precisa Marc Boutémy, experto en piedras preciosas.

El principal trabajo del ladrón será, en consecuencia, tratar de modificar la apariencia de esas piedras. Tendrá que hacerlas desmontar y eventualmente volver a tallarlas para que sean irreconocibles. Un trabajo de orfebre que suele hacerse en pocos lugares del mundo, como Amberes, Tel Aviv, Moscú o Nueva Delhi.

Pero con todas las policías del mundo buscándolas, no le será nada fácil. Eso fue justamente lo que sucedió con los responsables de otro robo histórico de joyas más importante perpetrado en Francia en 2008, cuando tres hombres disfrazados de mujer se apoderaron de 80 millones de euros en alhajas de la joyería Harry Winston en París.

Un año después, la policía halló el 80% del botín intacto en el sótano de una casa de los suburbios y detuvo a los malhechores, que nunca consiguieron revender la preciada mercancía.