El cabello de "la doncella" indica que había ingerido gran cantidad de chicha y coca.
Cuando se la desenterró, en 1999, las hojas de coca entre sus dientes y su tumba congelada en la cima de la montaña eran los únicos indicios de que había sido parte de un ritual de sacrificio inca hacía 500 años.
Ahora, nuevos estudios del cuerpo en perfecto estado de conservación revelan información sin precedente de su vida antes de su muerte, quizá por hipotermia, y generan dudas sobre cuánto conocía, y aceptaba, su destino.
El cuerpo congelado de la adolescente de 13 años apareció sepultado en una cámara pequeña de 1,5 metros bajo tierra cerca de la cima del volcán Llullaillaco, junto con los cuerpos de un niño y una niña de 4 o 5 años. Los tres cuerpos son las momias mejor conservadas del mundo, según dijo Andrew Wilson, de la Universidad de Bradford en Reino Unido.
Los chicos participaron del ritual inca conocido como capa cocha, para ofrendar la vida de niños. La información sobre la ceremonia surge de los cronistas españoles del siglo XVII, que no tuvieron en cuenta la perspectiva de los niños. Las momias, sobre todo la de "la doncella", brindan ese punto de vista. "Tenía el cabello con pequeñas trenzas perfectamente armadas y que nos ubica casi dos años antes de su muerte", dijo Wilson. Con su equipo, analizó cómo los rastros de sustancias químicas varían desde la raíz hasta la punta. Los resultados revelan que la alimentación de la doncella cambió significativamente en esos dos últimos años.
Unos 12 meses antes de su muerte, por ejemplo, su dieta varió de alimentos simples a productos más nutritivos, lo que indicaría el momento en el que la sacaron de un entorno humilde para ocupar un estatus más alto, el de elegida para el sacrificio.
Los marcadores químicos también indican que en los últimos meses de vida ingirió grandes cantidades de alcohol y coca. El nivel máximo de consumo de coca fue cuando le quedaban seis meses de vida, lo que coincide con la preparación de su cabello. En las últimas seis semanas de vida, en cambio, aumentó su consumo de alcohol, lo que no ocurrió en los otros dos niños sacrificados. Seguramente, tuvieron un papel secundario.
Esta diferencia les llamó la atención a los científicos, que se preguntan si podría atribuirse a una mayor necesidad de sedar a la doncella mientras se acercaba el sacrificio. Podría ser una posibilidad, para John Verano, de la Universidad de Tulane, Nueva Orleáns. "Sólo podemos hablar de una hipótesis, pero al ser mayor ella podría haber comprendido lo que sucedía", agregó. Y aunque hubiese considerado un honor su muerte inminente, como lo promovían los incas, le habría provocado ansiedad. "¿Estaba nerviosa y el alcohol la ayudaba a superarlo?", se preguntó Verano.
Charles Stanish, de la Universidad de California, tiene otra interpretación: el alcohol y la coca no se usaron para sedar a la doncella, sino para ayudarla a cumplir su destino. "Algunos dirán que en ese contexto cultural se trataba de una acción humanitaria", sostuvo. Pero para Verano hay otro elemento importante: su cabello también contiene cortisol, la hormona del estrés. "Si también aumentó [el nivel de cortisol] hacia el final de su vida, sería algo muy interesante", indicó.