El Papa habló en el Teatro Municipal de Río de Janeiro y sostuvo que para limar el espacio entre la “indiferencia egoísta” y la “protesta violenta” la receta es una sola: “Diálogo, diálogo, diálogo”.
Después de las palabras de bienvenida y de un sentido discurso pronunciado por un faveleiro, ex drogadicto, quien culminó su alocución envuelto en lágrimas, abrazo al Santo Padre y recibió su bendición, Francisco comenzó su discurso.
Éste, como ya es habitual, se dividió en tres partes, tres puntos que primero presentó y luego desarrolló más extensamente. El primero de ellos fue un reconocimiento a la originalidad de la tradición cultural brasileña, el segundo fue la responsabilidad solidaria en la construcción del futuro y el tercero fue el diálogo constructivo para el presente.
En el primero de los puntos, el Papa reconoció la diversidad cultural como un bien notable para el pueblo y el Estado brasileños. "Es de justicia valorar la originalidad dinámica de la cultura brasileña, el común sentir de su pueblo", señaló.
En el segundo punto, donde se involucra la tarea de los políticos, era el más esperado. Allí, Francisco dedicó la mayor atención a procurar un acercamiento de la dirigencia al pueblo.
"El futuro exige hoy rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad", dijo el Santo Padre.
También pidió a los responsables de dirigir que se funden en tres principios: "la participación de las personas, evitar el elitismo y erradicar la pobreza".
"Que a nadie le falte lo necesario", reclamó.
También fue crítico de la situación actual al decir que la ética necesaria para gobernar "aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes", y sostuvo que "además de la racionalidad cientifico-técnica se impone la necesida de una moral" que la supere.