En las últimas horas murió Miguel Moral, fue el primer transplantado de Río IV y creó la ONG "Por Más Vida". Mabel Sánchez lo recuerda entre palabras a un hombre de bien.
Le dijeron 10 años, su corazón compañero le dio un changüí, como dirían en guaraní.
El primer reportaje que le hice a Miguel Moral fue, si mal no recuerdo, en 1996. El regresaba de la internación a la que había sido sometido con motivo del trasplante de corazón, el primero de nuestra ciudad. Tenía 54 años, y hacia años que aguardaba un órgano compatible que le diese esperanza a su vida. “Con suerte me dijo, tengo 10 años más por delante, un montón”. Y contaba un cuento:
“Un hombre joven que tuvo dos infartos, le hicieron una angioplastia pero falló. Tres bypass y tampoco funcionó. Hasta que un día le dijeron: necesitas un trasplante. Sólo otro corazón podía curarlo. Esperó ocho meses y finalmente lo operaron. Nunca más volvió a tener un problema. Y así fue pasando el tiempo, hasta que un día decidió mandarle una carta a la familia de su donante. El hombre quería agradecerles porque él estaba vivo gracias a ese corazón”, Ese hombre soy yo decía.
Desde entonces hasta el último día en que nos vimos pasaron 17 años, y nunca dejé de asombrarme y conmoverme por la fortaleza y la alegría de vivir que transmitía.
Miguel Moral, se desempeñó antes de la aparición de la enfermedad, como empleado de Banco, Perito judicial y Maestro mayor de obras. Después del trasplante se convirtió en un comprometido militante de la Donación de Órganos en la Argentina. Gran parte de la creación de conciencia que hoy tenemos en la Ciudad en relación a ese acto solidario de amor y a la posibilidad de llevar una vida normal como trasplantados, se lo debemos a él.
Presidente de la Fundación POR MÁS VIDA, participó en 2011 junto a otros 30 atletas Argentinos, de la 18º Edición de los Juegos Mundiales para Trasplantados que se realizaron en Suecia. En esa oportunidad, compitió con integrantes de otras delegaciones internacionales, como nadador en la categoría Superveteranos.
“La vida para mí ha sido totalmente diferente después de la donación. Todo cambió, porque no esperaba vivir más tiempo, me dedique a la fundación Por Más Vida, hago deportes, natación y navegación a vela. Hasta construí un velero con mi hijo”, dijo en una de las últimas entrevistas.
Cada vez que lo escuchaba, me quedaba pensando acerca de como se dignifican los minutos, las horas y la propia historia cuando tu existencia tiene fecha de vencimiento. Me preguntaba y lo sigo haciendo, si yo seria capaz de afrontarla como el, liviano y feliz, sin torturarme con la idea de estar transitando el tiempo de descuento.
Me despido de Miguel con un agradecimiento inmenso y un cuento de Eduardo Galeano que lo representa en su intensidad:
” Un hombre de pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso-reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende".