Los asesinos lo dieron por muerto y lo arrojaron al Suquía. Aunque la causa del deceso fue asfixia por inmersión, difícilmente hubiera sobrevivido. No se descarta ninguna hipótesis sobre los móviles del crimen, pero llama la atención la saña de los agresores.
Asfixia por inmersión. Esta fue la causa de la muerte del ingeniero Marcelo Arias (39), según el resultado de la autopsia del cadáver rescatado de las aguas del río Suquía en pleno centro de la ciudad de Córdoba, minutos antes de las 13 del viernes pasado (verViolencia y audacia criminal).
Si uno se atiene a la conclusión del informe forense, se podría pensar que fue un ahogado más. Incluso, esta habría sido la hipótesis de la fiscalía de feria sobre el caso que recayó en la División Homicidios de la Policía provincial, como toda muerte de etiología dudosa.
Lo cierto es que el empresario que presidía la firma Newen SA, con sede en Mendoza, no fue víctima de un accidente sino de al menos dos asesinos que lo golpearon de manera salvaje y lo arrojaron al cauce en la creencia de que el hombre ya estaba muerto.
“Aún vivía, pero se ahogó en minutos porque estaba desmayado por los golpes. El agua estaba helada. Cuando lo encontraron, hacía poco que había muerto porque si no el cuerpo hubiera estado muy hinchado”, explicó una fuente de la investigación que lleva adelante el fiscal provincial José Mana.
Aunque los investigadores no descartan ninguna hipótesis, lo que debería dejarse de lado es que se trató de un arrebato. Esto en virtud de la saña de los asesinos.
La autopsia revelaría que el ingeniero de la empresa que participa en la construcción de al menos cuatro gasoductos en la provincia presentaba varias fracturas y una perforación en la frente provocada posiblemente por algún elemento metálico. Había recibido trompadas en el rostro y tenía los labios destrozados, la nariz hinchada, golpes en el tórax y los dos codos quebrados.
“Parece que alguien lo agarró de atrás y le dobló los brazos hasta fracturarlos, mientras otro le pegaba en la cara y el cuerpo. Moretones en sus nudillos indican que habría intentado oponer resistencia”, interpretó un investigador.
Últimos pasos de Arias. El personal de Homicidios pudo reconstruir las últimas horas de la víctima a partir del ticket de un taxi encontrado en su ropa. Arias había llegado a Córdoba el viernes a la mañana y no se alojó en ningún hotel. Abordó un taxi entre las calles Entre Ríos y Rosario de Santa Fe y se hizo trasladar hasta el CPC de Centro América.
Las cámaras de televisión (en realidad, una foto) confirmarían que Arias ingresó al edificio (¿al banco, quizá?). Justo frente al CPC, está la sede Juan B. Justo de Ecogas, donde el ingeniero debía concurrir a una reunión. Sin embargo, instantes después de las 11, Arias habló por teléfono con un primo y le dijo que no iría a esa cita porque le faltaba documentación.
Después de la llamada, habría tomado otro taxi cuyo conductor aún no fue identificado. El destino habría sido la casa de su hermana, quien vive cerca del puente Sarmiento. La mujer estaba en Mendoza, pero su marido, que es médico, se había quedado. “Este profesional concurrió a la morgue y nadie habló con él porque se habría ido a Mendoza. El fiscal está interesado en tomarle declaración”, contó una fuente.
En la fiscalía, presumen que Arias fue atacado después de ir a la casa de su hermana y arrojado al río a la altura del puente Sarmiento. La pasajera de un colectivo que cruzaba ese puente fue quien vio el cuerpo flotando y alertó al chofer. El conductor encontró a un policía cerca y el cadáver fue rescatado pasando el puente del Bicentenario, frente al Centro Cívico.
Los investigadores deben desentrañar cómo bajó o quien bajó al empresario a la Costanera para tirarlo al río. ¿Nadie vio nada a esa hora (el cuerpo fue rescatado a las 12:45)? ¿Los asesinos lo conocían, eran sicarios u ocasionales asaltantes? ¿Fue una venganza o un brutal atraco? Este es el desafío que enfrenta el fiscal Mana.