Wanda Poltawska, Halina Królikiewicz, Ginka Beer, Irka Dabrowska, fueron otras mujeres cercanas a Karol Wojtyla que entraron en la biografía del santo que gobernó la Iglesia durante casi 27 años, además de Anna-Teresa Tymieniecka.
La fama de hombre con experiencias con las mujeres se prolongó durante toda la vida del Papa polaco. Pero él se enojó mucho en los ‘90, cuando se enteró que su biógrafo, el carmelita Wladyslaw Klutz, escribió que “la confesión fue el medio a través de la cual el joven Wojtyla recuperó la gracia de Dios”, o sea el perdón.
Wojtyla le escribió irritado una carta a Klutz: “Recuperar implica que había perdido la gracia de Dios a través de un grave pecado”. Se refería a las relaciones sexuales. El Papa reivindicó que había vivido en su juventud en castidad.
Pero otros biógrafos señalaron la existencia de presuntos amores. El joven “Lelek” (Carlitos) no habría resistido a la bella judía Ginka Beer, una vecina de casa en Wadowice. Ella más tarde emigró a Israel. Cuando la entrevistaron años después no habló del asunto, pero tampoco negó.
Otra enamorada habría sido Irka Dabrowska, de 18 años, hija de uno de los directores de la fábrica de Soda Solvay donde Wojtyla trabajaba como obrero. La relación con ella duró pocas semanas y Karol afirmó que había sido platónica.
Una amiga de toda la vida, conocida como “la novia del Papa”, fue la actriz Halina Królikiewicz, que según las malas lenguas fue su primera novia. Bella, de ojos negros, ambos eran actores en el grupo teatral Rapsódico de Cracovia. Aquellos “fueron años maravillosos”, contaba Halina, quien aseguró que Karol “era distinto a los otros” y que después de dos meses de “flirt” anunció que quería hacerse sacerdote. Wojtyla también se carteó durante años con la psiquiatra Wanda Poltawska, blanco de supuestos celos de Anna.