Las redes ya cuentan con opciones para gestionar los decesos de sus usuarios. En las inmediaciones del morbo, una aplicación permite crear una biografía colaborativa del fallecido. Los precavidos pueden encargar a un familiar el manejo de su cuenta.
El asunto de la socialización de la muerte es ciertamente delicado. Dolor de veras, respeto a ese dolor, insensibilidad y mucho morbo, en el mismo lodo, todos manoseados.
El morbo es moneda corriente, está, existe, y por fuera de toda discusión moralista, se puede ver que brota a borbotones de dos vertientes: una irresistible y más inocente hecha de humor; más otra oscurita pero también más legitimada, hecha del placer por contar la noticia o por impostar sufrimiento. En esto último se explica, por ejemplo, la mitológica figura pueblerina de la vieja llorona que disfruta íntimamente de hacer aspaviento en cada velorio ¿Pensará que su sex appeal se incrementa con cada grito estridente? En fin, curiosidades psicológicas.
Pero como todos tenemos muertos y todos nos vamos a morir (disculpe, si lee esto asumimos que está vivo; si no lo está, por favor no nos avise), es mejor echarles tierra a los preconceptos. Así es, convertir en cenizas los pruritos para encarar un punto de vista utilitario, práctico, concreto sobre qué hacemos con las redes sociales del muerto que se nos acaba de venir encima. No vaya a ser cosa que el puntito del chat de Facebook aparezca verde.
Más justificaciones
Es innegable que el uso de Internet crece, que las redes sociales florecen y que eso parece estar destinado a influir, como mínimo, o signar, como máximo, buena parte de las vidas en este planeta por un buen rato.
Entonces, si alguien está tan preocupado por sus perfiles digitales mientras respira, por qué no puede inferirse que le preocuparía también lo que pase con ellos después de que abandone este mundo.
Al fin y al cabo, el ser humano suele vivir como si nunca fuera a morir (la finitud del tiempo nos desespera) y muere queriendo vivir en los demás (los delirios de grandeza también nos desesperan). Ergo, hay que ocuparse del asunto de los muertos en Internet.
Eliminados
Facebook acaba de contar 1.390 millones de amigos. Muchos más que Roberto Carlos y eso que apenas lleva 12 años y no 74 como el brasileño. Es todo un problema para esta red guardar semejante volumen de datos, sobre todo, los inactivos. Es que los muertos, salvo los célebres, no son muy rentables. Así que hay funciones para darlos de baja.
Los familiares directos primero deben ser verificados. Posteriormente, tienen la posibilidad de solicitar la eliminación del perfil.
¿Qué pasa con los muertos sin familia? A llorar al féretro; quedan ahí en la cuarta dimensión, la digital, hasta que después de varios años se los traga el sistema (no existe información oficial, pero en Internet algunos foros afirman que luego de cinco años de quietud, desaparece la cuenta).
Hay otra opción, que es la preferida por los muertos precavidos. Uno puede acudir a la opción “seguridad” y seleccionar un “contacto de legado” que estará autorizado a ocuparse del perfil en caso de desaparición física.
El procedimiento en la red Instagram (400 millones de usuarios), propiedad de Facebook, es parecido, en el intento de la corporación por unificar procesos.
Por su parte, Twitter (316 millones de usuarios) habilita un formulario en el que los parientes pueden pedir la baja del desaparecido. Los requerimientos son bastante atinados. Se necesita copia del DNI del fallecido y del certificado de defunción. Por otra parte, en las condiciones se encuentra una norma de privacidad y respeto que otorga derecho a solicitar que se eliminen videos o imágenes “desde el momento en que se produce el incidente hasta los momentos previos o posteriores al fallecimiento”.
Muertos conmemorados
Si la decisión del entorno familiar es no suprimir el Facebook de quien pereció, queda la oportunidad de reconvertir el tipo de cuenta y hacerla conmemorativa. También aquí se hace necesario acreditar parentesco directo, mandar un pedido virtual, responder un formulario y ofrecer la partida de defunción. El resultado del trámite se reduce a la aparición de la leyenda “En memoria de”, al lado de la foto de perfil.
A partir de allí, los amigos del muerto tendrán la posibilidad de cargar recuerdos (fotos, leyendas y videos) en una especie de biografía autorizada que organiza la red. Para este caso, no olvide que todos los muertos fueron buenos en vida.