En las multicolores tiendas de alimentación que rodean el centro comercial Bugis Junction de Singapur, uno puede encontrar chocolates llegados de todas partes del mundo, caramelos a base de durian, esa fruta que enloquece a locales y espanta a turistas, aderezos para sopas... pero lo que no hallará en ninguna estantería son chicles. Y es que el país prohibió la goma de mascar (la importación, fabricación y venta) en 1992. ¿Por qué? El argumento fue el nulo civismo de los consumidores: algunos los usaban para boicotear el sistema de transporte pegándolos en las puertas automáticas de los trenes, impidiendo su cierre.
El coste de despegarlos era elevado, lo que llevó a las autoridades al extremo.Solo pueden consumirlos aquellos que cuenten con una orden médica.
Y tampoco se le ocurra orinar en la calle, escupir al suelo o comer en los transportes públicos. Para saber qué no podrá hacer en esta ciudad-Estado basta comprarse una de las camisetas con los iconos de las restricciones en cualquier tienda de souvenirs. Y es que lo no permitido, que resulta curioso al visitante, no es algo que quite especialmente el sueño al oriundo. El control y la falta de libertades (gobierna el Partido de Acción Popular desde que se fundó el Singapur actual en 1965) son realidades en este país, y nadie osa criticar, o muy pocos se atreven, al Gobierno. Como para preocuparse de los chicles...
Pero Singapur no es una excepción. Podríamos recorrer el globo terráqueo de prohibición en prohibición. Algunas son recientes, otras se asientan en la cultura desde tiempos remotos, muchas parecen un sinsentido. Por ejemplo, si vamos de Singapur a su vecina Malasia, los no musulmanes no pueden utilizar la palabra Alá, en 2011 uno no podía vestirse de amarillo (era el color elegido por los protestantes contra el Gobierno) y los oriundos no pueden besarse y cogerse de la mano en público.
Prohibiciones dispares que responden a diversos factores. «Para que exista una norma legal debe haber un sustrato a nivel social que la fundamente. Por ejemplo, la actualidad (los atentados de París generarán una serie de normas restrictivas) y también, las creencias sociales y las costumbres», explica María Jesús Rosado, socióloga y presidenta de la Fundación IS+D para la investigación social avanzada. «Otra razón es la toma de conciencia de algo, como el cambio climático».
El país de Kim Jong-un, Corea del Norte, se lleva la palma. La lista de restricciones es amplia: beber alcohol (sólo se puede en días festivos), tocar música, las cámaras fotográficas e incluso los vaqueros, que simbolizan el enemigo. Otro país que ama las prohibiciones es Irán: la venta y tenencia de perros como mascotas es ilegal desde 2011; tampoco podrá llevar coleta, pelo de punta o tatuajes. Ni besarse en público.
Las restricciones, no obstante, no son exclusivas de países totalitarios. Los besos en público, por ejemplo, también están prohibidos en India, en Dubái y en Iowa(EEUU). Hasta en Francia sigue vigente una ley que no permite besarse en los andenes de las estaciones de tren (en su día, originaban retrasos en el tráfico ferroviario). Algunas normas, obsoletas, siguen en vigor por despiste del legislador (como puede ser ésta sobre el beso) y en otros casos se erradican prohibiciones, pero la sociedad sigue actuando como si estuvieran vigentes, como sucede con el sistema de castas en la India, por ejemplo.
«Es más lento el cambio cultural de toda una sociedad que la plasmación de una norma. Las vanguardias pueden impulsar un cambio, pero eso no significa que la sociedad lo acepte. Tenemos un ejemplo en España con los derechos de los homosexuales», dice Rosado.
El sexo es uno de los temas que mayores prohibiciones concentra. En Indonesia no podrá masturbarse bajo pena de ser decapitado; en Virginia, EEUU, tendrá que practicar sexo con la luz encendida y en la postura del misionero, y en Florida es ilegal el sexo oral.
Y por último, están las restricciones absurdas, que en EEUU son decenas: en Utah no podrá llevar un violín en una bolsa de papel; en Rhode Island no podrá vestir ropa transparente y si es fémina en Vermont, necesitará de un permiso de su marido para usar dentadura postiza.
Los coches negros o con cristales tintados están prohibidos en Turkmenistán, donde también son ilegales las antenas parabólicas, la ópera y el ballet. En Burundi pueden llegar a detener a grupos de corredores (dos se considera un grupo).
En Europa no nos libramos del absurdo: en Reino Unido se considera traición poner un sello del revés si lleva una imagen de la familia real; en Alemania está prohibido pasearse con una máscara; Noruega no permite la castración de perros ni gatos dentro de sus fronteras. Y en España, en Sevilla concretamente, desde 2014 no se permite jugar a los dados y al dominó en las terrazas o chocar las bombonas de butano para avisar de que ha llegado el repartidor.
Las prohibiciones más locas:
Blythe (EEUU): Hay que poseer al menos dos vacas para llevar botas de 'cowboy'.
Florida (EEUU): La ley prohíbe el sexo oral bajo pena de 20 años de cárcel.
Carolina del Sur (EEUU): Está totalmente prohibido dormir en una fábrica de queso.
Vermont (EEUU): La mujer no puede usar dentadura postiza sin el permiso del marido.
Rhode Island (EEUU): No está permitido vestir con ropa transparente.
Sevilla (España): Está prohibido jugar a los dados o al dominó en las terrazas.
Francia: No está permitido besarse en el andén de las estaciones de tren.
Mónaco: En el país del juego se prohíbe a los monegascos apostar en los casinos.
Alemania: No se permite utilizar taladros en casa los domingos.
Alemania: Se prohíbe que las personas se paseen por la calle con una máscara.
Burundi: No se puede correr en grupos de más de dos personas.
Turkmenistán: Son ilegales el ballet, la ópera y hacer 'playback'.
Malasia: No se permite vestir ropa amarilla, porque la usaban los disidentes.
Singapur: El Gobierno prohibió en 1992 fabricar, vender y mascar chicle.
Indonesia: Es ilegal la masturbación, bajo pena de ser decapitado.
Noruega: No se permite la castración de perros ni gatos dentro de su frontera.
Corea del Norte: Prohibidos los vaqueros azules, pero no los negros.