En los últimos meses se dieron a conocer diversos estudios en donde se afirmó que consumir menos carne es una de las decisiones individuales que pueden contribuir a la lucha contra el cambio climático. ¿Cómo es esto? Sucede que, a medida que las sociedades se enriquecen, tienden a consumir dietas más carnívoras, lo que contribuye a la crianza del ganado, convertida ya en una gran industria con una alta emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
Esta producción dispara el uso de fertilizantes químicos y se libera mucho dióxido de carbono durante la elaboración y el transporte de los productos animales. Además, esta actividad es una de las mayores responsables de la deforestación.
Sin embargo, nuevos datos sugieren que la dieta vegetariana y otras que prescinden del ganado podrían contribuir más que la tradicional al cambio climático. Una investigación de la Universidad Carnegie Mellon en Estados Unidos, sostiene que "obtener una caloría de frutas, vegetales, lácteos y mariscos requiere más emisiones de GEI que hacerlo con la carne". Paul Fischbeck, uno de los autores del trabajo, afirmó que "muchos vegetales comunes requieren más recursos energéticos por caloría de lo que se cree. En este sentido, las berenjenas, el apio y los pepinos son especialmente perjudiciales comparados con el cerdo o el pollo".
Los investigadores han llegado a esa conclusión de forma inesperada. Su trabajo ha estudiado la cadena alimenticia en EE. UU. para determinar cómo afecta la epidemia de obesidad de ese país al medio ambiente: analizaron la producción, el procesamiento y transporte de comida, las ventas y servicios. A partir de ahí, midieron las emisiones de GEI y el consumo de agua y energía de todo el proceso. Concluyeron que controlar el peso y comer menos calorías podía reducir esos parámetros hasta un 9 %.
Sin embargo, descubrieron que las dietas recomendadas como más saludables –una mezcla de lácteos, frutas, vegetales y mariscos– tenían mayor impacto ambiental en las tres categorías: el consumo de energía crecía un 38 % y el de agua un 10 %, y las emisiones de gases de efecto invernadero subían un 6 %.