La suba de costos, el atraso cambiario y otros factores pegan de lleno en la cadena del vino. Productores y referentes cuentan la crisis, en detalle.
Las economías regionales están en jaque. El atraso en el tipo de cambio y el aumento de los costos pusieron al productor entre las cuerdas. Y la vitivinicultura no escapa a esta crisis.
En este contexto, Clarín Rural recorrió los viñedos en los alrededores de la ciudad de Mendoza para conocer más en detalle cómo está la cadena del vino, desde el productor hasta las industrias.
El productor Carlos Iannizzotto, que gerencia la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Acovi), que reúne a 5.000 productores de la zona, graficó esta situación en números. “La cosecha de uva de este año fue de 24 millones de quintales (es el promedio de los últimos 10 años). Pero hasta el 2011 esta producción se elaboraba en 1.200 bodegas y este año se industrializa en solo 600 bodegas que quedan”, indicó.
Y agregó: “La vitivinicultura, en 2002, exportaba por U$S 300 millones y tuvo un incremento importante hasta 2012, año en el cual se embarcaron vinos por U$S 1.300 millones”.
Así, en ese lapso, la Argentina pasó del 1% de participación en el mercado mundial al 4% y se convirtió en el quinto mayor exportador. Pero en 2014, con una situación se distinta, “solo” se exportó por U$S 600 millones.
“Esta crisis es la más grave de la historia porque viene desde hace tiempo y está repercutiendo en la industria y en los productores. Otras crisis han golpeado a un eslabón de la cadena, pero no a todos”, sintetizó Iannizzotto.
Por su parte, el también productor Eduardo Sancho, a su vez presidente de la Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Fecovita), explica que las industrias perdieron competividad para exportar por el atraso cambiario.
Por este motivo, parte de la producción de vino se volcó al mercado doméstico y esto produjo un excedente de 200 millones de litros, lo que hizo bajar el precio local.
“Las exportaciones se han mantenido por el esfuerzo que hacen las industrias, para no perder los mercados”, explicó Sancho.
La Argentina produce 1.200 millones de litros anuales de vino, de los cuales 75% va al consumo interno y 25% se exporta.
Otro de los problemas que debe afrontar la industria es la suba de costos, como los de los fletes. Según Sancho, el traslado del vino desde Mendoza al puerto de Buenos Aires es más caro que llevarlo de Argentina a EE.UU.
Por eso, ambos productores coincidieron en que una buena medida para el sector sería eliminar los derechos de exportación al vino, que hoy son de 5%. “Existe una devolución de este gravamen, pero el reintegro se hace tarde y eso no es viable financieramente”, explicó Sancho.
Otra idea que plantean sería establecer un tipo de cambio diferencial para las economías regionales. “El dólar está atrasado. Pero entendemos que es complicado una devaluación fuerte”, reflexionaron.
Ambos referentes indicaron que también podría ayudar si se sanciona la Ley de Jugos Naturales, que establece beneficios impositivos a las bebidas analcohólicas que incoporan en su elaboración jugos naturales como el mosto, manzanas, pomelos o naranjas. Esto ayudaría a descomprimir el mercado de la uva, que tiene en el mosto uno de sus derivados principales.
El tema es que el excedente de vino impacta de lleno en la baja de rentabilidad de los bodegas y en el precio que se le paga al productor.
Según un reciente informe de “Análisis de competividad, precios y rentabilidad” elaborado por Acovi, un productor de vino blanco escurrido obtiene un rinde promedio de 200 quintales de uva por hectárea y comercializa el vino a $ 1,59 por litro. Pero para cubrir los costos debería obtener 512,5 qq/ha o vender el litro de vino a $ 4,08. En el vino tinto genérico, el productor obtiene 150 qq/ha y vende el litro a $ 2,7 por litro, pero para salir hecho debería producir 299,47 qq/ha o vender el litro a $ 5,38 por litro.
“El 60% de los costos tiene que ver con la mano de obra, como la cosecha, poda y atada de los viñedos”, especificó el ingeniero agrónomo Francisco Maravilla, asesor técnicos de bodegas y entidades de la zona. “Se necesita una persona cada 4 hectáreas”, explicó.
En cuanto a los sistemas de producción, explicó que hay dos: el “parral” (que se usa en el 60% de las hectáreas) y el espaldero, en el otro 40%. En el primero, se necesita una inversión muy grande de estructura, pero se obtiene el doble de kilos. “Pero en el espaldero se puede utilizar la cosecha mecánica, lo que disminuye el uso de mano de obra: solo se necesita una persona cada 40 hectáreas”, relató.
Así, en esta difícil coyuntura, el vino es un reflejo de lo que sucede en muchas economías regionales de la Argentina. (Clarín)