Poner de pie de nuevo a La Plata no será fácil. Lo saben y lo sufren las miles de víctimas de la ola de muerte y destrucción que barrió con más de la mitad de su población. Lo padecen en su físico y en su mente quienes desde el martes descansan poco y nada para asistirlos. Y lo palpa la gente de todo el país que este fin de semana multiplicó, como nunca antes se vio ante una catástrofe en el país, la ayuda para los inundados. La tarea de volver a empezar es enorme, pero por más fuerza y voluntad que se sumen, hay procesos biológicos, emocionales, que demandan tiempo y que obligan a pensar, a quienes ya actúan para reconstruir la ciudad, en mucho más allá que en el día después de la inundación.

Sacar de terapia intensiva a los 135.037 damnificados directos de La Plata llevará no menos de tres meses. Así lo estimaron desde la Cruz Roja, una de las organizaciones que batalla a destajo en la primera línea de fuego. “Ese es el tiempo que demandará el plan de acción más urgente de recuperación”, aseguró José María Di Bello, coordinador de la ONG que ya diseñó su estrategia para cuando las cámaras de televisión enfoquen hacia otro lado. “Los pilares son la prevención de las enfermedades, la contención psicosocial de los inundados y la recuperación material de los bienes indispensables”, apuntó Di Bello. Ese trabajo ya comenzó, por más que el foco aún siga puesto en ayudar a los últimos evacuados (ayer quedaban 17 familias fuera de su hogar), atender las múltiples necesidades de quienes lo perdieron todo y retirar los desechos que arrastró el avance de las aguas. Sólo entre viernes y sábado, por ejemplo, se levantaron 13.000 toneladas de residuos, diez veces más de los desperdicios que produce La Plata en un dos días normales.

Después de la ayuda más urgente en La Loma, Villa Elvira, Tolosa, Los Hornos, San Carlos y Ringuelet, y el acompañamiento a las familias en su doloroso regreso a casa, desde el Ministerio de Salud provincial aseguran que ya transitan la tercera fase del plan de asistencia. “Hay 38 centros de atención y recorremos casa por casa para informar sobre los principales riesgos sanitarios”, explicó el director de Medicina Preventiva, Luis Crovetto. Mencionó la diarrea y la hepatitis, las enfermedades producidas por vectores como la leptospirosis y el dengue, y las intoxicaciones por el consumo de alimentos dañados por el agua o que perdieron la cadena de frío. “No podemos estimar cuánto tiempo nos llevará llegar a todos los afectados, pero nos esperan 20 días de trabajo intenso”, anticipó el funcionario. “Hay que respetar los tiempos de cada familia que sufrió tanto en estos días”, remarcó.

Según la Organización Mundial de la Salud, por cada víctima de una situación de desastre hay entre 5 y 10 personas afectadas en su salud mental. Son comunes el temor, la depresión, la angustia y la desesperanza. En el caso de los niños, pueden aparecen involuciones, como que dejen de controlar sus esfínteres. “Las personas quedan shockeadas, desorientadas y hay que guiarlas y sensibilizarlas de a poco”, alertó la licenciada Gabriela Martínez Castro, especialista en trastornos de ansiedad. Dijo que durante el primer mes posterior a la catástrofe “es normal que la gente no quiera recordar nada ni hablar del tema”, pero alertó que si después de ese plazo continúan así, “debe intervenir un médico en forma inmediata y someterlas a un tratamiento específico”.

Silvia Bentolila, coordinadora de la red provincial de Salud Mental en Incidente Crítico, coincidió con ese plazo de espera. “Esos comportamientos normales después de una catástrofe se van solos, pero si después de 3 o 4 semanas persisten, hay que preocuparse” alertó. “La gente se siente vulnerable y percibe que está desborada y perdió el control de la situación. Es eso lo que hay que trabajar para recuperar”, precisó la psiquiatra que participa de las visitas de contención desde que el agua se retiró de las viviendas.