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16/03/2015 08:33 hs

La carta inédita de San Martín que destapó un romance oculto

Argentina - 16/03/2015 08:33 hs
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En "Josefa", el político e historiador Rodolfo Terragno cuenta la vida de María Josefa Morales de los Ríos, la amante secreta del héroe libertador.


Parecía tener más valor para un bibliófilo que para un historiador. Era una carta hológrafa de José de San Martín que había permanecido inédita (y por lo tanto desconocida) durante ciento ochenta y nueve años; pero su contenido se reducía a instrucciones sobre asuntos domésticos.
La adquirí hace varios años con la esperanza de encontrar en ella algo oculto. San Martín solía escribir mensajes cifrados y quise creer que esta carta —enviada por él desde Valparaíso antes de su histórico viaje al Perú— podía develar algunos antecedentes de su formidable campaña.
Y de no ser así, aún me interesaba: quería saber, o saber más, sobre el destinatario; y también sobre los otros personajes (algunos de ellos anónimos) que aparecen en el texto. En la vida privada de los héroes hay marcas que ayudan a entender hechos de sus aventuras públicas. Emprendí entonces una paciente investigación que por momentos parecía no conducir a nada, pero de a poco comenzó a proveer datos ocultos de interés.
Me había interesado, en particular, la enigmática referencia de San Martín a María Josefa Morales de los Ríos, viuda de Pascual Ruiz Huidobro, héroe de la Reconquista y hombre de Mayo. Esa mujer —ignorada por la bibliografía sanmartiniana— tuvo gran importancia, personal y política para San Martín en el período 1814-1824; es decir, a lo largo de la década histórica transcurrida desde que él gestó el Ejército de los Andes hasta su regreso a Mendoza, tras dejar el gobierno del Perú.
Autenticidad
La carta en cuestión fue adquirida a Víctor Aizen man, librero anticuario. Procedía de la colección de Carlos Luis Hoss, quien a su vez la había adquirido en Casa Pardo Anticuarios, reconocida firma fundada el 12 de octubre de 1892 por José Pardo y Aragües. La autenticidad de la carta y de la firma de San Martín fue establecida por el calígrafo público nacional Horacio López Peña, presidente del Colegio de Calígrafos Públicos de la Ciudad de Buenos Aires.
La antigüedad del papel se comprobó mediante el estudio de su composición, la filigrana que presenta, la absorción de humedad, restos ferrosos, desgaste general y opacidad al ser expuesto a rayos ultravioletas e infrarrojos, todo lo cual permitió comprobar que se corresponde con el papel utilizado en la época.
También se verificó la antigüedad de la tinta, conforme su oxidación y penetración en la masa de papel. La escritura y el proceso constructivo fueron confrontados con cartas indubitadas de San Martín que se hallan en el Museo Mitre.
Se realizó, asimismo, un estudio bajo instrumental óptico de aumento e iluminación puntiforme de cada uno de los grafismos y del conjunto.
La conclusión, firmada por López Peña, establece que "la escritura y firma de la carta han sido efectuadas por San Martín, por lo que se establece la autenticidad de la misma".

Versión sin abreviaturas ni errores ortográficos:
Señor Don Pedro Advínculo Moyano
Valparaíso y agosto 8 de 1820
Mi querido amigo: pasado mañana salgo para cumplir con los deberes de un americano que desea la libertad de su patria. Nada tengo que añadir a las prevenciones que le tengo hechas. Escriba usted a mi mujer sobre cualquier duda que se le ocurra, y avísele todo lo perteneciente a lo que usted tiene a su cargo. Vuelvo a encargar a usted me cuide mucho a mi Señora Doña María Josefa Morales de los Ríos. Suminístrele de la chacra lo que quiera, en los mismos términos que a mi mujer propia. Escríbame usted al Perú por Chile todo lo que ocurra. Miles de cosas a Palma, Sosa y demás amigos, sin olvidarme de Don Francisco Guiñazú. Recoja al negro José y téngalo sujeto en la chacra. Tenga usted cuidado con Perico y corríjalo. Es y será siempre su mejor amigo. José de Sn. Martín.
Los personajes
"Sor. Dn. Pedro Advínculo Moyano"
San Martín escribe mal el segundo nombre del destinatario de la carta. No es Advínculo sino Advíncula.
La bibliografía sanmartiniana suele presentar a Moyano como el mero capataz de Los Barriales, esa chacra que San Martín levantó en tierras donadas a él, en 1816, por su "compadre y amigo", el gobernador de Cuyo, Toribio de Luzuriaga: 50 cuadras que el propio General le había solicitado, y otras 200 que le asignó de oficio a "su hija Doña Torcuata Mercedes". Moyano era mucho más que el capataz de esa chacra.
Lo prueban escrituras de la época que fueron publicadas en 1970 por la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, y más tarde recogió Horacio Labougle en un trabajo sobre los recursos económicos de San Martín. Sin embargo, esos documentos no han tenido la atención debida.



Moyano era socio de San Martín.
Ambos celebraron, el 17 de agosto de 1818, un contrato por el cual Moyano se obligó a cuidar y administrar la chacra por el término de ocho años. Se convino que las utilidades netas —tanto de
los cultivos como de la cría y engorde de ganado— serían "partibles entre ambos".
San Martín también se comprometió a entregar a Moyano, en "entera propiedad", "cincuenta cuadras" de las que el General "pudiera comprar [u obtener] de los terrenos del Estado".
Asociado en la explotación de Los Barriales, Moyano fue también apoderado a otros fines.
El 14 de octubre de 1818 San Martín le otorgó un poder amplio de administración, confiándole el manejo de "todos sus bienes raíces", con facultad de "otorgar recibos" y "comparecer en juicio" para demandar o contestar demandas.
Cuatro días antes, San Martín había comprado a Antonio de la Puente y Dorotea Atencio, en la suma de 1.170 pesos, dos solares contiguos, inmediatos a la Alameda, sobre los cuales se proponía construir una casa.
Moyano debía "correr con todo el mecanismo de las obras", quedando facultado para "acopiar materiales y utensilios", contratar "operarios, peones y cuanto sea necesario" hasta la "conclusión de las obras".
La relación con Moyano continuó después de la campaña al Perú. El 2 abril de 1823, San Martín le otorgó poder para "liquidar y cancelar" cuentas que tenía pendientes en Chile con Nicolás [Rodríguez] Peña "procedentes de la administración que dicho Peña ha tenido en la Hacienda o chacra llamada La Chilena [...] que pertenece en propiedad al otorgante". Era la chacra que, en 1817, le había obsequiado el gobierno de Bernardo O'Higgins. La totalidad del patrimonio de San Martín quedaba bajo la administración de Moyano.
Pero eso no fue todo; como veremos, Moyano fue capitán, y luego sargento mayor, de las milicias embarcadas en una lucha contra José Miguel Carrera, el enemigo de San Martín. Fue herido en una batalla y participó en otras dos. Es a ese socio, representante y aliado, hombre de su extrema confianza, a quien San Martín, llamándolo "Mi Amigo", le dirige una de las últimas cartas que escribió antes de iniciar la Expedición al Perú.
En esa carta, fechada el 8 de agosto, San Martín le dice a Moyano que la expedición zarpará el día 10. No fue así: debió postergar varias veces la partida por problemas de dinero, y hasta trabas impuestas por el Senado chileno. Ya el 1º de julio el Libertador le había pedido a Tomás Guido que urgiera a Estanislao Lynch, proveedor del Ejército, a cerrar ciertas negociaciones "para salir de este cuidado que es el que más me abruma". Y le subrayaba: "Para el 15 [de julio]... escuadra y Ejército estaremos listos y [Miguel Estanislao] Soler me asegura que con los 30 mil pesos que se le han liberado estarán igualmente listos los transportes", pero "la expedición se acerca y nos vemos en la necesidad de hacernos unos verdaderos salteadores". El problema no se resolvió hasta el domingo 20.


Remedios de Escalada
Sin bien pide que se atienda a Josefa "como a mi mujer propia", San Martín alude en la carta a su verdadera esposa en un párrafo significativo: le pide a Moyano que, ante cualquier duda sobre lo que éste tiene a su cargo, se comunique con Remedios.
Esto coincide con una carta que en 1820 ella envió al propio Moyano, en la cual le informa: "San Martín me dice en una de sus cartas, que con motivo de alejarse él, deberá usted entenderse conmigo sobre la chacra y el molino".
Una y otra carta parecen contrarrestar la "guerra panfletaria" que, sostiene Florencia Grosso, se ha llevado a cabo desde que Ernesto Quesada recogió en 1915 un "libelo carrerino" (por Carrera), según el cual San Martín, "de repente", en 1819 envió a su esposa a Buenos Aires "con la escolta de veinticinco hombres", al tiempo que degradaba a dos oficiales por haber sido "tertulianos infaltables" de Remedios.
Palma y Sosa
En principio, podría suponerse que San Martín se refiere a Severino Sosa. Es que años después, cuando en 1824 estaba por embarcarse rumbo a Europa, él le escribió a su amigo Ángel Correa Jose una carta en la cual le recomendaba: "Tenga usted la bondad de hacer una visita de mi parte al señor don Severino Sosa, diciendo a este honrado y buen patriota los sentimientos de amistad que le profeso". Severino y su hermano Pedro eran troperos y contribuyeron a la formación del Ejército de los Andes, transportando sables, fusiles y pólvora de Buenos Aires a Mendoza.
San Martín también podría referirse a Pedro, del cual tenía un buen recuerdo: la vez que hubo urgencia, hizo el viaje en 45 días —cuando lo normal era que llevase entre 80 y 90—, acción por la
cual San Martín, después de la batalla de Chacabuco, le otorgó una medalla de plata.
Sin embargo, en la carta aparecen juntos Palma y Sosa, lo cual hace pensar que este Sosa podría ser Leandro, quien junto a un Palma había transportado un sinnúmero de libertos que se incorporaron al Ejército de los Andes.
Había esclavos que preferían la guerra al yugo, y otros que, lo quisieran o no, eran liberados para entregárselos a San Martín. El gobernador de San Luis, Vicente Dupuy, fue un notable abastecedor de libertos, así como de desertores aprehendidos y reclutas. A partir de 1814 se los envió a San Martín sin cesar. Los contingentes eran conducidos a Mendoza bajo la custodia de "comisionados".
La hipótesis más firme es que cuando San Martín dice "Miles de cosas a Palma, Sosa y demás amigos", se refiera a los comisionados Juan Pablo Palma y Leandro Sosa. Ambos aparecen mencionados en sendas notas en las cuales Dupuy le adelanta a San Martín que le está enviando un contingente.
El 16 de agosto de 1815 le dirige este informe: "Ha salido para ésa el comisionado D. Juan Pablo Palma conduciendo sesenta hombres entre desertores y reclutas, y no van los cien hombres que V.S. me pide por no saber si las postas tendrían pronto el número de caballos necesarios y quedo en remitir dentro de cuatro o seis días los cuarentas restantes".
Y el 19 de septiembre de 1815 anuncia: "Pongo en el conocimiento de V.S. que el 20 y 21 del corriente salen de ésta para esa capital los comisionados [...] D. Leandro Sosa [...] conduciendo sesenta y un recluta y desertores cuya nueva lista incluyo, quinientos caballos y cuatrocientas cabezas de ganado".
En 1818 San Martín ya había ganado en Maipú, y Dupuy seguía despachando hombres, a esta altura para que se incorporasen al ejército libertador, al otro lado de la cordillera; y Palma, ahora con cargo militar, los lleva a Mendoza. El 19 de octubre Dupuy le comunica a Luzuriaga: "Salió de ésta el Tte. de estas milicias de Caballería D. Juan Pablo Palma con treinta hombres de escolta conduciendo hasta entregar a disposición de V.S. noventa y cuatro reclutas que son los que aparecen en la adjunta lista".
D. Francisco Guiñazú
Era un puntano que aportó sus propios esclavos al ejército. El 2 noviembre de 1816 le escribe Dupuy a San Martín: "El alférez de estas milicias de Caballería D. Juan Pascual Pringles que salió de ésta para esa capital, conduce [...] treinta libertos, diez y siete desertores y nueve reclutas [...] Veinte y ocho libertos son las dos terceras partes de la esclavatura de esta jurisdicción y los restantes de la pertenencia de D. Francisco Guiñazú, vecino de esta capital".
El negro José y Perico
San Martín termina la carta dando órdenes a Moyano sobre "el negro José" y Perico. Dada la naturaleza de esas órdenes, se deduce que se trataba de dos sirvientes, posiblemente esclavos.
"Josefa", de Rodolfo Terragno (Sudamericana)


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