Igualó 1-1 ante Juan Aurich, un limitado rival y está obligado en los tres compromisos que le quedan en la Copa Libertadores; Balanta abrió el marcador y Rengifo anotó para los locales
No fue una noche de fútbol más. Por el césped sintético, por el desnivel en varios sectores del campo de juego, por el vuelo imperfecto del balón, por las zapatillas utilizadas, por el viento, por el contexto en general. River debió vencer a varios fantasmas, a factores externos, para seguir latiendo en el Grupo 6 de la Copa Libertadores .
No se trataba sólo de recuperar el brillo extraviado, ni el antiguo toque, ni aquella precisión en velocidad. Había que ganarle a los obstáculos. No supo. No pudo. Ganaba, pudo aumentar la diferencia, pero se cayó en un pozo.
Como contra Unión, días atrás, cuando ganaba 2-0 y se dejó estar. River no sólo no remata los encuentros: se le está pasando el tren.En un partido atípico, volvió a cometer los errores de los últimos tiempos y empató 1 a 1 contra Juan Aurich, lo que lo deja a la intemperie: sigue último en su zona, con apenas dos unidades.
Ni ganar los dos partidos que le quedan como local le va a garantizar un futuro auspicioso. Se compromete, de un modo poco esperado, la clasificación rumbo a los octavos de final.Pisculichi, en acción ante Juan Aurich. Foto: AFP Siempre resultó un misterio por dónde iba a transcurrir el desarrollo. Si era mejor tener el balón, gobernar el desarrollo o, en cambio, esperar que las cosas sucedieran sin un compromiso exclusivo. River se paró con firmeza, es verdad. Aunque, también, con cautela: fue un equipo millonario diferente, que patinaba sobre una suerte de un campo de hockey, si se permite la comparación.
En ese contexto, la pelota parada, siempre vigente, inclinó la cancha para el elenco argentino. Un tiro libre de Pisculichi derivó en un cabezazo perfecto de Maidana para el ingreso, también desde las alturas, de Balanta, en la clásica posición del goleador.
El 1 a 0 espantó algunas malas señales, aunque pocas veces River se sintió cómodo, a gusto, en un escenario fuera de lo común para este deporte súper profesional.
Pudo aumentar la diferencia Mora, también Pisculichi, pero la falta de frescura le generaron al desarrollo un suspenso mayúsculo: aún siendo inferior, Juan Aurich tuvo un par de situaciones de cierto riesgo, conocedor de los secretos de su pequeño escenario.
Lo que sucedió en apenas dos minutos refleja lo extraño de la noche: primero, Céspedes tomó de la cintura a Pisculichi en el área: el penal fue ignorado por el juez paraguayo Julio Quintana. En la siguiente imagen, Rengifo aprovechó el desorden general y empató el partido.
Los minutos finales fueron un desconcierto global: podía pasar, literalmente, cualquier cosa. Porque el equipo peruano se agigantó y porque el conjunto millonario se encogió. La moneda cayó del lado del empate. Un doloroso 1-1 que precisa de una urgente y necesaria reacción.