Se volvieron infaltables en los chat telefónicos y con nuevos diseños buscan representar a toda la humanidad.
Una carita sonriente. Otra triste. Una que llora de alegría. Un cohete. Una bailaora de flamenco. Una nena y un nene. Dos nenas. Una carita de tez morena, de tez blanca, algo amarilla, amarilla, no tan morena.
Todos juntos suman un poco más de 700 y con los que están a punto de lanzarse apenas llegarán a los mil. Pero los emojis —tal es su nombre— se volvieron tan imprescindibles que durante 2014, billones de personas que en todo el mundo quisieron decir “amor” no utilizaron ninguna letra del alfabeto. Eligieron hacerlo en un solo click con el símbolo del corazón.
Desde que fueron lanzados al hipermundo de los celulares, en 2010, los emojis se convirtieron en parte del lenguaje virtual. Si las palabras se vuelven frías escritas en la pantalla, los emojis aparecen como intentos desesperados por darles un poco de pasión. O al menos, algo de sutileza. La peor de las verdades puede ser más digerible si la recibimos acompañada por una carita lanzando un beso.
Nacidos en Japón en 1995, para hacer más amenos los mensajes de una empresa de radiollamadas, los emojis explotaron cuando Apple los introdujo en su iPhone. Pronto, el ejército de dibujitos empezó a conquistar reinos. No sólo podían ser utilizado por otros sistemas operativos sino que además barrían con las fronteras del lenguaje y con el sistema binario de emociones que proponían sus primos hermanos, los emoticones: un triste-contento limitado a dos puntos y un paréntesis.
Con un poco de ingenio, los emojis empezaron a instalarse como un lenguaje global. Tanto que existe una versión del clásico Moby Dick hecho en emojis. Emoji Dick fue creado por Fred Benenson, quien usando un programa especial tradujo las veinte mil oraciones del libro. Pero además, Benenson consiguió venderlo por Amazon y que una copia fuera incluida en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
“Son lugares de conexión, no solo entre distintas lenguas sino también entre distintas generaciones. Los viejos también los adoptaron estos emojis y se los mandan en los mensajes a sus nietos”, opina Mariana Maggio, licenciada en Educación de la UBA. Sin embargo, aclara, tienen limitaciones: “Se genera un nuevo lenguaje universal pero a mí me gustaría que la próxima generación permitan crear, sino me tengo que limitar un menú predeterminado en el que las emociones están fijadas por el fabricante. En un punto son como la vieja plancha de sticker, podés ponerlos como quieras pero nunca podés elegir poner una princesa con el vestido de la otra”.
La primera generación de emojis contenía apenas 176 dibujos que, según su creador, Shigetaka Kurita, representaban todas las emociones posibles. Pero pronto, el teclado quedó chico. Por eso acaban de lanzar una nueva tanda que busca dejar conformes a todos. Los rostros ya no son solo blancos ni las parejas solo heterosexuales. Incluso, para los que reclamaban un buen insulto ahora tienen el puño cerrado con el anular en alto.