De la comparación de las indagatorias de los dos financistas-valijeros investigados por lavado de dinero surgen algunas oposiciones que muestran grietas en sus argumentos
Leonardo Fariña es muy alto, como Batman. Federico Elaskar es bajito, como Robin. El dúo dinámico de las finanzas y el dinero fácil pasó por Tribunales en los últimos días. De la lectura de las declaraciones indagatorias se puede advertir que uno de los dos no dice la verdad.
Fariña, como es costumbre, habló, habló y habló. Esta vez lo hizo ante el juez Sebastián Casanello y el fiscal Guillermo Marijuán. Contó casi todo. Que trabajó para Lázaro Báez y que a raíz de su exposición pública el empresario kirchnerista evitó seguir teniéndolo entre sus asesores financieros.
Relató una reunión realizada en las oficinas de Báez donde estuvieron por el lado de la empresa patagónica Martín, el hijo del empresario y el contador de Austral, Claudio Bustos. Por el otro lado estuvieron Fariña, Elaskar y César Gustavo Fernández, también de SGI. Fariña los llevó para que intentaran explicar cómo solucionar un problema financiero. En la presentación por escrito que Elaskar hizo el primer día de declaración, contradijo esa versión: “No conozco a Báez ni a sus hijos”. Algo que ratificó cuando le preguntaron en el juzgado. Alguno de los dos miente.
A la hora de reconstruir esa bella amistad que los unía Fariña y Elaskar no coinciden en las fechas. Fueron tan pero tan amigos, que llegaron a compartir el departamento de Madero Center propiedad de Elaskar-donde también estaba la cueva financiera-. Aún así tienen algunas diferencias. Fariña ubica el origen de aquella intensa relación en noviembre de 2010. Y asegura que los presentó Matías Molinari, el hijo del otro financista de esta historia: Carlos Molinari. Cuando le tocó el turno a Elaskar fijó la fecha del inicio de esa hermosa conjunción de intereses el 19 de enero de 2011. Imposible olvidarlo, dijo Elaskar, porque era la “fecha del natalicio” del padre que se había suicidado unos meses antes. Alguno de los dos no dice la verdad.
Tanto el juez como el fiscal evaluarán los dichos y las contradicciones de los jóvenes de plata fácil. Hay algo en lo que, por supuesto, los dos coinciden: no cometieron nunca jamás el delito de lavado de dinero. Es lógico, como sucede en la serie de aventuras, el dúo dinámico intenta salvarse siempre. Y lo logra. No se sabe si en este baticapítulo argentino sucederá lo mismo.