Los países tienen como criterio general que su billete de máxima denominación equivalga a 100 dólares (salvo la Unión Europea que tiene uno de 500 euros) para dar comodidad a las grandes operaciones. Con ese objetivo el peso entró en vigencia en 1992 con 100 pesos como el billete más grande.
Un relevamiento hecho por este medio entre las principales economías latinoamericanas, en función del tipo de cambio en cada país con la moneda norteamericana, muestra que ninguno alcanza ese objetivo. Pero entre los billetes de mayor denominación, el de Argentina es el que menos dólares puede comprar (ver gráfico).
Distintos sectores reclaman billetes de mayor denominación. El Gobierno nacional nunca explicitó claramente por qué no lo hacía, lo cual generó la idea de que hacerlo era transparentar la inflación real.
“Probablemente sea así. Si ese es el criterio, no lo va a cambiar a pocos meses para retirarse”, opina Gastón Utrera, titular de Economic Trends.
Para el economista cordobés, el Gobierno pudo sumar billetes de 200 y 500 pesos en 2012, un año en el que creció el poder adquisitivo de los salarios y se iniciaba la pesificación de la economía. “En aquel momento, cualquier discusión que planteara que se transparentaba la inflación, se hubiera dispersado en pocos días; hoy ya no tiene sentido”, explica Utrera.
La falta de billetes de mayor denominación es un problema para los bancos, sobre todo en días de pago de salarios. Un cajero automático llega a tener cerca de 800 mil pesos; si cada persona extrae dos mil pesos, sólo 400 obtendrán dinero; a un ritmo de una extracción cada dos minutos, un cajero lleno a las 8 queda vacío a la noche.
“Hasta 2008, los cajeros tenían billetes de 20 o de 50. Ahora no vale la pena. La extracción promedio es de dos mil pesos; es por eso que este verano los cajeros en las zonas turísticas quedaban vacíos rápidamente. Antes, el problema de los bancos era el dinero ocioso en los cajeros, ahora el problema es que no dan abasto”, explica el gerente de un banco con fuerte presencia en la provincia, que pidió reserva de su nombre.
También complica al comercio. Según Hernán Charask, del área de Ventas de Dasa Metalúrgica, fabricante de máquinas de contar billetes, la demanda de estos aparatos creció 300 por ciento en dos años. Los pequeños comerciantes de barrio son los principales compradores.
Informe
Fuente: http://www.lavoz.com.ar