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12/06/2013 16:12 hs

A 365 días del Mundial: así se prepara Brasil para la Copa

- 12/06/2013 16:12 hs
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A un año, el país afronta serios problemas y demoras en varios rubros de la organización; la Copa de las Confederaciones, un examen clave.

"Imagina na Copa" ("Imagínate en el Mundial") se ha convertido en la muletilla obligada de los brasileños al referirse a los enormes problemas de organización, infraestructura y costos que enfrentan aún hoy, cuando faltan exactamente doce meses para el inicio del Mundial de Fútbol 2014, y en tres días se dé el puntapié inicial de la Copa de las Confederaciones, una suerte de ensayo general para el megaevento del año próximo que Brasil ganó con tanto orgullo.
 
"Será un éxito en términos de fiesta porque el brasileño es un pueblo alegre y creativo. Pero como los estadios no están todavía completamente listos, ni sus entornos, eso será problemático. Todos los partidos de prueba que se hicieron hasta ahora tuvieron inconvenientes: filas gigantescas, no se respetaron los asientos asignados, baños sin acabar, falta de bebida y comida en los estadios. Y, más allá de eso, hubo trastornos en el tránsito, sobre todo en las ciudades más pobladas; las obras de movilidad urbana prometidas no están listas", sentenció ante la nacion el ex delantero de la selección brasileña Romario de Souza, devenido diputado en 2010 por el Partido Socialista Brasileño (PSB).
 
En rigor, la Copa de Confederaciones es mucho más pequeña que el Mundial. Los encuentros futbolísticos se disputarán en sólo seis ciudades -Brasilia, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Salvador, Recife y Fortaleza-, mientras que las ciudades sede del próximo año son doce -se les sumarán São Paulo, Porto Alegre, Curitiba, Manaos, Natal y Cuiabá-; en la Copa de Confederaciones compiten ocho países -España, Italia, México, Uruguay, Japón, Nigeria, Tahití y Brasil-, y no las 32 selecciones que vendrán al Mundial. Sin embargo, los ejes de las preocupaciones son los mismos.
 
De los seis estadios modernizados o construidos desde cero para la Copa de Confederaciones, sólo dos -Belo Horizonte y Fortaleza- fueron acabados en el plazo estipulado por la FIFA, que era diciembre del año pasado. La mayoría de los otros fueron terminados en abril, mientras que el Mané Garrincha, de Brasilia, donde el sábado comenzará el torneo con el partido Brasil vs. Japón, sólo se inauguró en mayo. Salvo el estadio de Fortaleza, el Castelão, todos los otros superaron con creces sus presupuestos originales de remodelación o construcción. Encima, no bien fue abierta, la Arena Fonte Nova, de Salvador, sufrió el colapso de una parte de su techo por fuertes lluvias y errores humanos en el diseño. Y la reapertura del estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, que será escenario de las finales de la Copa (el 30 de junio), y del Mundial del año próximo, estuvo a punto de no suceder por riesgos en la seguridad del lugar, con restos de escombros y tornillos sueltos en las tribunas.
 
"Es imposible que esto se repita para el Mundial", advirtió Jérôme Valcke, secretario general de la FIFA. Sin embargo, el panorama no pinta mejor para el año próximo. Huelgas y contratiempos presupuestarios han retrasado las obras en los seis estadios que faltan, con la situación más crítica en los de Manaos y São Paulo; es en esta última ciudad, la más grande de Brasil, donde deberían realizarse la ceremonia de apertura y el partido inaugural del Mundial, el 12 de junio de 2014.
 
Más allá de los estadios en sí, la otra gran preocupación que se tiene de cara a estos eventos deportivos es el transporte y la movilidad urbana. Para la Copa de Confederaciones, los temores son menores: se espera un público de 335.000 personas, la inmensa mayoría de ellos brasileños, acostumbrados a lidiar con los percances típicos para desplazarse por su país. Pero para el Mundial, se estima que el número de visitantes extranjeros llegue al millón, mientras que los brasileños superarán los dos millones de participantes. Y ni los aeropuertos ni los sistemas de transportes de las ciudades sede están aún preparados; las quejas por las demoras en los embarques de vuelos y las precarias condiciones de las terminales aéreas son cotidianas, así como los embotellamientos y la falta de redes de transporte público eficientes en las urbes más grandes.
 
"¿Cómo será el recibimiento a estas personas en los aeropuertos? ¿Cuánto tiempo tardarán en ser liberadas para salir de estas terminales? Son temas muy importantes y que también afectan a las selecciones", resaltó a la prensa el presidente de la FIFA, Joseph Blatter.
 
Aunque a principios de año el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff entregó en concesión privada la gestión de los aeropuertos de Brasilia, São Paulo, Campinas y Natal, las licitaciones para ampliar y modernizar las terminales de Río y de Belo Horizonte recién se realizarán en octubre. Mientras tanto, los obstáculos se acumulan tanto dentro como fuera de los aeropuertos.
 
Por donde se mire, los proyectos de movilidad urbana planeados -metros, trenes ligeros, líneas de buses de tránsito rápido y rutas- están atrasados. Y en muchos casos, ni siquiera han salido del papel, pese a que el gobierno brasileño ha destinado unos 15.000 millones de dólares en inversiones públicas.
 
"Lo que se está haciendo a las apuradas es lo que se refiere directamente al traslado hacia los estadios; no se atiende las necesidades de transporte de las ciudades. Y así, al final, el legado de movilidad urbana que quedará será inservible", señaló a este diario Carlos Vainer, profesor de Planificación Urbana y Regional de la Universidad Federal de Río de Janeiro, quien además se quejó del desplazamiento forzado que muchos pobladores de favelas tuvieron que afrontar en este proceso.
 
En materia de telecomunicaciones, también hay grandes incógnitas. El gobierno se apresuró a instalar en las seis ciudades sede de la Copa de Confederaciones la cobertura de telefonía celular e Internet 4G, pero el servicio que brindan por ahora las operadoras es deficiente. Y ni siquiera la cobertura 3G es buena y confiable en el resto del país.
 
De cualquier manera, desde el gobierno se busca minimizar los problemas y concentrarse en los aspectos positivos, reforzando una y otra vez el espíritu alegre de Brasil. "Estoy segura de que Brasil se lucirá dentro del campo y fuera de él. Todos los que vengan a presenciar los partidos verán que sabemos cómo ser anfitriones y que somos un país pacífico y feliz. Estoy segura de que los que vengan a visitarnos se enamorarán del país y querrán regresar para el Mundial el año próximo", subrayó la propia presidenta Rousseff.

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