La pareja posó por primera vez con su beba de dos meses. Sus ganas de volver al país y su insólito parto, que tuvo lugar entre pizzas y el juego Candy Crush.
Se enamoraron y no dudaron: Chechu Bonelli dejó todo por amor y se mudó junto a Darío Cvitanich a Francia, donde él se ha transformado en el goleador del Niza. Nueve meses después, llegaba la mejor recompensa de semejante muestra de amor: su hija, Lupe.
Chechu: "El parto fue lo mejor que me pasó en la vida. Darío invitó pizza a todos los enfermeros mientras yo jugaba al Candy Crush esperando la dilatación".
“Ser padres primerizos en un país donde no hablábamos el idioma se nos hizo poco cuesta arriba. Pero ella le puso unos ovarios increíbles. Cuando yo me iba a entrenar, Chechu se quedaba sola, bancándola”, asegura el futbolista en una entrevista, donde posan por primera vez junto a su hija de dos meses.
Chechu le da la razón: “Estaba insoportable. Hablaba con mi psicólogo por Skype y lloraba todo el día. Los primeros seis meses fueron difíciles, hasta que llegó nuestra salvadora: ¡Natalie!”, dice y elogia a Natalie, la obstetra que logró tranquilizar sus nervios ya que hablaba inglés.
“Siempre le digo que lo que hizo ella por mí, de dejar todo, es algo que le voy a devolver. Por momentos me da un poco de culpa, pero tengo en claro que voy a hacer lo mismo por ella cuando deje el fútbol”, promete Cvitanich.
El parto de Lupe fue, al menos, insólito: “Fue lo mejor que me pasó en la vida. Darío invitó pizza a todos los enfermeros mientras yo jugaba al Candy Crush esperando la dilatación. Me dieron la peridural, pujé cinco veces y salió. Fue un placer”, revela la modelo en la entrevista, mientras su pareja cuenta que filmó de principio a fin el nacimiento de su primera hija.
Darío: "Ser padres primerizos en un país donde no hablábamos el idioma se nos hizo poco cuesta arriba".
Si bien se están acostumbrando a esta nueva vida europea, ambos piensan en regresar a Argentina: “ Llevamos una vida muy tranquila, pero sabemos que quemamos diez mil etapas. Pero es lo que elegimos. Lupe es una bendición. Nos enseñó a ser una familia y varias cosas más: a ella, a bajar diez cambios de ansiedad; a mí, a ser más responsable. Ahora nos podemos quedar mirando el mar una hora y disfrutarlo. Ganamos en calidad de vida. Pero queremos volver a la Argentina; sabemos que en Europa estamos de paso. Habrá que ver por cuánto tiempo”, dice él.
Ella se muestra aún más entusiasta de la idea de pegar la vuelta: “Es el día de hoy que si Darío me propone volver a la Argentina yo ya tengo armadas las valijas. El gran beneficiado de todo esto fue Niza: hizo la mejor compra de su historia”, asegura, enamoradísima. ¡Un babero para Lupe… y la mami!