Entre el silencio oficial y la preocupación de toda la población, todo Sudáfrica sigue de cerca la poca información que llega sobre la última internación del ex presidente Nelson Mandela, hospitalizado en "grave estado pero estable" por una nueva infección pulmonar.
 
El Premio Nobel de la Paz, el primer presidente negro de Sudáfrica en 1994 tras la derrota del Apartheid, fue hospitalizado ayer a primera hora por un deterioro de su ya delicada salud.
 
Se trata de su cuarta internación desde diciembre, pero en esta ocasión los partes son los más desalentadores. El Gobierno sólo emitió un comunicado ayer por la mañana en el que informó que el estado del ex mandatario es "grave pero estable". Sin embargo, desde entonces, los voceros del gobierno de Jacob Zuma aún no ofrecieron una actualización, avivando la preocupación entre millones de sudafricanos que veneran a Mandela por sus décadas de lucha contra las normas de la minoría blanca y por la celebración de unas elecciones multirraciales.
 
El portavoz presidencial Mac Maharaj había dicho que Mandela, quien en julio cumplirá 95 años, respiraba por sí mismo, a lo que consideró "una señal positiva".
 
"Debemos hacer frente a la realidad... No debemos caer en la histeria", advirtió Maharaj, antiguo compañero de Mandela en la lucha contra el Apartheid. "Celebremos su vida mientras vive y hagamos lo mismo cuando ya no esté más con nosotros", agregó.
 
En caso de que suceda lo peor, pocos podrían ser más adecuados para trasladar la triste noticia que Maharaj. Él y Madiba, como lo llaman en Sudáfrica, cumplieron juntos prisión en los años 70 en la isla Robben, y fue Maharaj quien consiguió sacar clandestinamente de la cárcel la autobiografía de Mandela "El largo camino hacia la libertad".
 
En marzo último, el presidente sudafricano, Jacob Zuma, habló abiertamente de la muerte de Mandela. "En zulú se dice que cuando los ancianos mueren, regresan a casa. Creo que deberíamos pensar así", dijo el mandatario en una entrevista con la cadena británica BBC. En aquel momento, Zuma pidió a la población que "combata sus miedos" y "no caiga en pánico" cuando lleguen las malas noticias.
 
Las palabras de Zuma ponen de manifiesto la importancia de Mandela para la nación. Muchos sudafricanos temen que con la muerte de Madiba la frágil democracia y el relativamente pacífico entendimiento entre los grupos de población pueda peligrar.
 
Mientras esperan por alguna señal esperanzadora, cientos de personas se congregaron para rezar por Mandela en la misa dominical de la iglesia católica de Regina Mundi, en el municipio de Soweto, en Johannesburgo.
 
"Le deseamos una rápida recuperación, debe ponerse bien", dijo el residente de Soweto Mlugisi Sekhosana. "Sabemos lo que hizo por nosotros en Sudáfrica. Todo el país, negros y blancos, le deseamos el bien", sostuvo.
 
La familia de Mandela, en tanto, sigue a su lado la evolución de la salud de Madiba. Algunos de los familiares que lo visitaron hoy fueron Makaziwe Mandela, el mayor de los tres hijos sobrevivientes del ex líder, y Ndileka Mandela, uno de sus 17 nietos, entre otros. Ayer también lo acompañó su mujer, Graca Machel, según informó la Asociación de la Prensa de Sudáfrica, después de cancelar un compromiso en Londres.
 
UNA SALUD DELICADA
 
Mandela tiene un historial de problemas pulmonares que se remontan a su época en la prisión de la isla Robben, cercana a Ciudad del Cabo, donde estuvo encerrado durante tres décadas por conspirar para derrocar al régimen del apartheid, hasta 1990.
 
Cuatro años después fue electo presidente sudafricano, cargo que dejó en 1999, tras su primer mandato. Su última aparición en público fue en la final del Mundial de 2010 que tuvo lugar en Johannesburgo.
 
El pasado diciembre estuvo ingresado casi tres semanas por una infección pulmonar y fue operado para extirparle unos cálculos biliares. Desde entonces fue hospitalizado tres veces más, incluida la que comenzó ayer.



Fuente: infobae.com