Otros países golpeados empiezan a reanimarse; crecen el desencanto, las huelgas y las protestas
El tejido social de Italia se está desgarrando. Un pueblo desgastado por años de estancamiento económico y austeridad de pronto dio rienda suelta a sus frustraciones con una ola de huelgas y protestas espontáneas que tomaron por sorpresa a la clase política.
No pasa un día sin que alguna gran ciudad italiana no vea interrumpida su vida por grupos de trabajadores o estudiantes descontentos.
El primer ministro, Matteo Renzi, de centroizquierda, se ve acorralado por el creciente malestar social y sus índices de aprobación caen en picada.
Las confederaciones sindicales CIGL y UIL convocaron a un paro nacional para el 12 de diciembre, en contra de las políticas de Renzi. La tercera gran confederación, la CISL, se sumará con una huelga del sector público en una fecha a definir.
Las huelgas prometen ser la mayor demostración de poder sindical desde 2011, cuando Mario Monti hizo aprobar estrictas medidas de austeridad.
Pero hay algo más de fondo: una bronca entre la gente que no suele estar canalizada a través de los sindicatos, ya que éstos representan básicamente a jubilados y a un número cada vez más acotado de empleados de planta de las grandes empresas.
En Tor Sapienza, un barrio pobre de las afueras de Roma, los residentes protestan desde hace días frente a un centro para inmigrantes, arrojando piedras y quemando basura. "Estamos rodeados. Por allá están las prostitutas; por ese otro lado están los gitanos, y ahora acá los inmigrantes. Ya es demasiado", dijo la jubilada Milena Pecci.
La mayoría de los residentes afirma no ser racista, sino estar exasperados por el aumento del delito y la pobreza, y la falta de servicios como el alumbrado público. Los políticos de todos los colores que se acercaron hasta el lugar, incluido el alcalde, fueron recibidos con insultos.
"Ahora vienen a ofrecer el oro y el moro porque estamos en los medios, pero no bien se apaguen, los políticos van a volver a pensar solamente en sus bolsillos", dijo Francesca Ribaudo, una viuda de 38 años.
El PBI de Italia se redujo un 9% desde 2008, el desempleo juvenil roza el 43%, y en el curso de tres recesiones, cerraron 80.000 empresas.
Y mientras otros países golpeados por la crisis de deuda de la eurozona, como Irlanda, España y hasta Grecia, muestran algún signo de recuperación, la economía de Italia no para de achicarse.
Las tres confederaciones sindicales están furiosas por el congelamiento de pagos y los planes de Renzi de flexibilizar los despidos para las grandes empresas. Renzi asegura que su ley de empleo simplificará la normativa y ayudará a captar inversiones. Para la mayor parte de los economistas, sin embargo, los cambios son mínimos.
La bronca de los desempleados, los jóvenes y los que viven en barrios carenciados se manifiesta en forma de protestas "improvisadas" de gente que hasta ahora estaba desesperada pero no hacía nada.
Renzi pertenece al Partido Democrático (PD), que sigue siendo el más grande de Italia, gracias a una centroderecha debilitada por sus divisiones internas. Pero según la Agencia Demos, entre octubre y noviembre, los índices de aprobación personal de Renzi cayeron diez puntos, para ubicarse en un 52%.
El sociólogo Luca Ricolfi dice que los italianos, acostumbrados a las divisiones políticas claras, están desorientados con Renzi, que suele ser más popular entre los votantes conservadores que entre los de izquierda, hecho que contribuye a la actual ola improvisada de protestas. (La Nación)