Amante de las motos, junto a un grupo de amigos con los que recorría el país, empezó a colaborar con escuelas rurales hasta fundar la ONG La Doble Ayuda; además de donaciones, aportan para que los chicos sigan la secundaria.
Más de mil kilómetros separan a la Ciudad de Buenos Aires de la localidad de Quitilipi, provincia de Chaco. Kilómetros que se recorren, esta vez en moto, esta vez de a tres. Y la postal se repetirá: será un niño el que primero se asome por la ventana, en esta oportunidad de la escuela rural N° 277, y otros tantos que correrán detrás de él para recibir la visita de los motociclistas.
Gustavo Pintos se define así, como motociclista. Es ingeniero en informática, comerciante, preside de la Asociación Civil La Doble ayuda -organización sin fines de lucro que brindar apoyo a escuelas del interior del país-, pero primero, antes que nada, es motociclista.
Es que el ser motociclista, más tarde explicará Gustavo, encierra todo un concepto de vida, de personas que comparten códigos, de comunidad, de familia, que te ayuda a atravesar las vicisitudes de la vida, con un amor en común: la moto.
Ese "amor" de Gustavo nace allá por los 80´ en Castelar, provincia de Buenos Aires, cuando sus amigos más grandes que él, lo introdujeron en este mundo. A los 17 años se compró su primera moto, una Honda dax 80. A los 18 comenzó a viajar -recorrió todo el país, menos Malvinas, aclara- y hoy a sus 48 años, dice que todavía no paró.
Sin embargo hay veces en la vida que, en vez de seguir por el camino cómodo, el correcto -el de ruta- se decide, como quien dice, a ir por el de la aventura, por la banquina. Y así un día, transitando ese camino de rutas argentinas no convencionales, junto a sus amigos de más de 20 años con los que conforma el grupo motociclista "Tachame la doble", Gustavo decidió parar.
"Andado por Entre Ríos -en 2004- nos cruzamos con unos chicos que venían de la escuela. Queríamos atravesar un arroyo y estaba todo inundado, se largó a llover fuerte y no podíamos cruzar ni ellos con el caballo, ni nosotros con las motos. Entonces nos pusimos a hablar debajo de un árbol y nos empezaron a contar las miserias que había en la escuela", recuerda Pintos mientras fuma un cigarrillo.
Cada uno continuó su camino y los motociclistas decidieron pasar por la escuela N° 14 Julián Aguirre. "Llegamos, hablamos con Rosalía, la directora, que nos contó sobre las necesidades de los chicos y de la escuela -dice Pintos-. Y en esas dos horas que nos quedamos allí, decidimos ayudarlos, pero como una cosa muy informal: organizábamos un asado, poníamos 20 pesos más y con eso íbamos comprando. Hasta que se tornó en una pasión esto de la solidaridad y se formalizó la organización".
Unir pasiones
Cuando volvieron de Entre Ríos cuenta el líder de "La doble ayuda" que no tenían ni idea de cómo iban a seguir. Empezaron como cualquier grupo de amigos a juntar ropa, alimentos, trasladarlos hasta allá e ir a arreglar la escuela.
"Al involucrarnos con los chicos, nos dimos cuenta de que para que salieran de esa situación no alcanzaba con ir una vez -sostiene Pintos-. Si tenés hijos te das cuenta que no los crías en una semana o en tres veces que fuiste en un año. Entonces tenés que armar un proyecto para que eso funcione y ahí emprendimos, en 2006 la ONG, que te permite laburar con un objetivo a largo plazo: los chicos comienzan el jardín de infantes, terminan la primaria y ahora los becamos para que sigan el secundario".
"¿Por qué nos interesó trabajar en educación y elegimos escuelas rurales? Como ideólogo de la fundación creo que la única solución que tiene cualquier sociedad, y esta en particular, es la educación. No existe otro medio. Por eso quisimos apuntar adonde hay más probabilidades de obtener resultados", remarca Pintos.
Las escuelas rurales se eligieron porque combinan dos pasiones: los chicos y las motos. "Entonces -dice Gustavo- era un proyecto que cerraba por todos lados: emprender una acción solidaria, entre amigos y haciendo lo que más nos gusta, que es andar en moto".
Sólo faltaba decidir el nombre de la asociación. Así, de "Tachame la doble", grupo de motociclistas, nació "La doble ayuda", este ida y vuelta solidario: "yo te ayudo y vos me estás ayudando a mí también", sintetiza el presidente de la ONG.
Ahora bien, el cómo llevar adelante este proyecto fue todo un desafío. "A prueba y error, tratando de equivocarnos lo menos posible porque trabajamos con chicos -comenta Gustavo-. Como somos un grupo multidisciplinario -desde abogados hasta un médico- se nos facilitaron algunas cosas".
Pedir ayuda
De aquella primera escuela ubicada en Entre Ríos, se sumaron varias en diferentes provincias: Corrientes, Chaco y Formosa. Pero bajo una nueva consiga: "Creemos que se ayuda al que te pide. Ir a ayudar a alguien que no te lo demanda es casi ir al fracaso", afirma Pintos.
Así creció hoy "La doble ayuda", que brinda asistencia a 600 chicos, de 18 establecimientos educativos del interior del país y cuenta con el apoyo de 500 socios. "Vamos a escuelas rurales, si son de difícil acceso mejor porque nos divertimos. Esto tiene que tener una cuestión lúdica, si no, no te lo bancás. La solidaridad es un acto egoísta -remarca Gustavo-, sino te hace bien es imposible seguir, y parte de ese egoísmo está en que la pasás bien: viajas entre amigos, vas y recibís amor de los pibes".
Una vez que desde la escuela se comunican con la ONG comienza la aventura en dos ruedas. "Llegamos, determinamos qué necesidades básicas tienen y entonces parte del proyecto es abocarnos a que: el edificio sea acorde para que los chicos puedan aprender, comer y que tengan agua potable. Si no, no podés ni arrancar. Hay que tratar de liberar a las maestras, que son las verdaderas héroes de la película, de esos problemas para que puedan dedicarse a enseñar".
El líder de "La Doble Ayuda" pone énfasis en entender dos cosas: "La cultura, que es distinta -no es lo mismo en Formosa que en Entre Ríos, es otro país- y el clima, si llueve la mayoría de las escuelas rurales no trabaja, por lo tanto el comedor no abre, por lo tanto los chicos no comen. La realidad más terrible no solucionada todavía para poder hablar de educación es la parte alimenticia".
Cuando se cumple la primera etapa -que puede llevar entre 6 meses y 2 años depende del estado que se encuentre la escuela-, viene la segunda parte del proyecto. "Bueno yo ya te saqué del pozo, ahora vamos a hacer algo para que vos no te vuelvas a caer, porque sino cuando yo me vaya vos vas a estar en el mismo estado en el que arrancamos -sostiene-. Entonces ahí ya tenés que involucrar a toda la comunidad -alumnos, docentes y familia- para lograr una autosustentación. Para ello se arman huertas, viveros, chiqueros, gallineros, beneficiando a todos".
"Y en el final de la rueda -señala Pintos- muchos de los chicos que terminan el primario quieren seguir estudiando. Entonces de vuelta: si la familia se compromete, nosotros buscamos alguna empresa privada que asuma la responsabilidad por 6 años de ayudarnos a que este chico termine el secundario".
Como fue el caso de Pablito, el primer becado que el año que viene termina el secundario. "En un acto de fin de año se me acerca una madre y me dice que quería que su hijo repitiera porque era la única forma de que su pudiera seguir comiendo en la escuela y que el padre no se lo lleve al campo. Pablo no podía repetir, tenía unas notas excelentes. Y le di mi palabra: su hijo el año que viene va a ir a la secundaria".
En ese momento, Gustavo no tenía ni idea cómo iba a lograr que Pablo, que vivía con su familia en el medio del campo, iba a lograr ir a la escuela. ¿Qué hizo? "Trasladé a todos al pueblo. Alquilamos una casita, la madre con sus tres hijos se mudó allí, pudo mandarlos a la escuela, mientras que el padre durante la semana trabajaba en el campo. Y es ahí cuando, sin querer, te involucraste con toda la familia".
Por los chicos
Tras recorrer un arduo camino y ante los obstáculos diarios Gustavo confiesa que cada diez días vienen esas ganas de "largar todo". Y ahí es cuando arranca su moto Kawasaki 650 y sale a la ruta, a visitar escuelas, para recargar energías.
"Es muy complicado, una vez que te involucrás zafar de todo esto. El compromiso que te genera es muy fuerte y se mezcla muchas veces con la impotencia de querer hacer más de lo que está a tu alcance sabiendo que algunos no van continuar por razones ajenas a vos, ya sea porque los padres no apoyan el plan, porque la docente no cobró, pero bueno, lo que vos te traés es el amor de los pibes, lo que te genera seguir adelante".
Pintos lleva dos frases tatuadas en cada uno de sus antebrazos -"Todo pasa" y "Carpe Diem"- que significa Aprovechá el momento". Ambas marcan su vida, esa camino "de banquina" que elige día a día.
Corta biografía de una larga vida
Gustavo Pintos
Profesión: ingeniero en informática, comerciante y motociclista
Entidad: La Doble Ayuda
Fecha de nacimiento: 10/09/64
Área de acción: brindar apoyo a escuelas rurales del interior del país
Logros: en sus 7 años de funcionamiento (2006-2013) la ONG llegó a 18 escuelas, a 600 chicos y tiene 500 asociados