Por año se pierden cerca de 63 millones de dólares en la Argentina a causa de la Tuberculosis Bovina (TBB), una enfermedad que afecta al 0,6 por ciento de esos animales. Esa cantidad de dinero se calcula en base a la pérdida de peso en los bovinos (36 por ciento), las pérdidas en producción de leche (13 por ciento del total) y el decomiso en mataderos y mataderos (10 por ciento) . Por este motivo no es raro pensar que esta enfermedad zoonótica repercuta fuertemente tanto en la economía de una determinada región como en sus sistemas de salud pública.
Según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE, por sus siglas en inglés), se trata de una enfermedad crónica de los animales que ocasiona un deterioro de su estado general de salud y puede afectar prácticamente a todos los mamíferos, incluido al ser humano. Hasta los años 20, cuando se comenzaron a aplicar medidas de control, era una de las principales enfermedades de los animales domésticos.
El coordinador del área de biotecnología pecuaria del Instituto de Biotecnología del INTA Castelar, Ángel Cataldi, asegura que en la Argentina, la TBB “tiene una prevalencia bastante importante, aunque en franco descenso” ya que “entre el tres y el cinco por ciento de los bovinos estarían infectados”.
Por ello es que el SENASA, en su resolución 128/2012, presentó un nuevo plan de control y erradicación de la Tuberculosis Bovina para “la totalidad de los tambos y cabañas de leche de bovinos, caprinos y ovinos, y las cabañas de carne de bovinos y caprinos” del país. Básicamente, este plan consiste en la realización periódica de la prueba tuberculínica, (considerada como el “procedimiento básico de diagnóstico para reconocer a los animales infectados en el rodeo”) y la eliminación a faena de los reaccionantes positivos.
PCR para vigilancia regional
No obstante, además de este test, el organismo de control recomienda aplicar programas regionales que utilicen algún tipo de sistema de vigilancia epidemiológica que se sume a los controles que ya se realizan obligatoriamente en mataderos y frigoríficos.
En este sentido, el INTA y el Ministerio de la Producción de la provincia de Santa Fe desarrollaron una metodología para determinar la presencia de bacilos de TBB en leche vacuna para ser aplicado en tambos.
Según recuerda Cataldi, “nos reunimos con compañeros del INTA Rafaela y de la Dirección de Sanidad Animal del Ministerio para ver si podíamos poner a punto algún método por el cual se haga un screening de TBB mediante muestras de leche de tanque de un tambo para tener una idea de todo el rodeo.”
Así, uno de los investigadores del Instituto de Biotecnología del INTA Castelar, Martín Zumárraga, recuerda que “la puesta a punto del método fue una larga tarea”.
Es que la leche, por su composición, constituye una muestra compleja que requiere de un tratamiento especial para poder ser analizada por métodos moleculares. “Para detectar Mycobacterium bovis con un método rápido, sensible y específico, se evaluaron distintos protocolos entre los que se encontraba la técnica de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés)”, señala el investigador que trabaja bajo la dirección de Cataldi.
Por su parte, la jefa de la división Inmunología del laboratorio de Diagnóstico e Investigaciones Agropecuarias del Ministerio, Adriana Soutullo, comenta que la aplicación de esta técnica era “un desafío” ya que “sabíamos que M. bovis estaba en muy pocas cantidades en la leche”. No obstante, también sabían que “la PCR es una fotocopiadora biológica, por lo tanto, en bajas cantidades uno puede detectar igual al microorganismo”.
Inicialmente, el equipo estudió leche cruda contaminada artificialmente con bacilos de una cepa de M. bovis y, a partir de distintas innovaciones a los protocolos existentes, lograron detectar hasta tres unidades formadoras de colonias. Luego se realizó la evaluación del método en muestras individuales de leche de vaca “y, como se obtuvieron resultados alentadores, surgió la idea de su aplicación en leche de tanque de tambo para la identificación de rodeos lecheros con TBB”, explica Zumárraga.
La técnica de PCR sirve para amplificar un fragmento de ADN a partir de una muestra mínima, por lo que suele ser muy utilizada en la identificación de virus y bacterias causantes de una determinada enfermedad. La que se utiliza en Santa Fe tiene una sensibilidad y especificidad muy alta ya que está diseñada para detectar sólo el patógeno buscado y no otro.
El hecho de poder detectarlo en muestras de tanques de leche sirve como una buena fuente de información para saber si ese rodeo está infectado, por lo cual la PCR se convierte en una técnica adecuada para llevar un control del estado sanitario del establecimiento.
En este sentido, la entonces directora de Sanidad Animal del Ministerio, Ana María Canal, señala que “dentro del plan regional que se aplica en la provincia, incluimos la posibilidad de poder realizar esta técnica en leche no como diagnóstico, sino como prueba de vigilancia complementaria que apoya al productor para el seguimiento del plan sanitario dentro de su establecimiento. O sea, se utiliza para ayudar al sistema a detectar y bajar la prevalencia de la TBB más rápidamente”.
Soutullo asegura que la PCR es “una herramienta desde el punto de vista estatal” debido a que “con una muestra de leche la detección de M. bovis es más rápida y se puede tener un ‘pantallazo’ del rodeo”, aunque advierte que luego “será competencia del veterinario” ver cuál de esas vacas está infectada.
Es que esta técnica no reemplaza a la prueba tuberculínica que solicita de manera obligatoria el SENASA en su plan de erradicación, sino que es una herramienta importante para control epidemiológico dentro de una determinada región, útil para indicar si las acciones realizadas hasta el momento han surtido efecto o no.
Canal aclara que “la idea del Ministerio no es realizarla sobre los establecimientos positivos (porque esas vacas ya fueron detectadas con la prueba de tuberculina), sino sobre los negativos para tratar de identificar si en ese establecimiento existe algún animal anérgico que no pudo responder a la prueba pero que permaneció en el rodeo y elimina bacilos por leche”.
El peligro de esto radica en que “dado que es una enfermedad de evolución lenta y pueden pasar meses (o incluso años) hasta que el animal infectado muere, un solo ejemplar puede transmitir la enfermedad a muchos otros componentes del rebaño antes de manifestar los primeros signos clínicos”, según indica un documento de la OIE.
En el primer muestreo que se realizó con PCR en Santa Fe, se estudiaron 257 tambos, de los cuales 177 tenían certificación de “libres” y 80 no. Lo que se encontró es que el 38 por ciento de ellos no eran tan “libres” como parecían.
Canal explica que existen ocasiones en las que los animales tienen las defensas tan bajas que no reaccionan a la prueba oficial. Aún así, ella asegura que “con la PCR se pudo mostrar a los profesionales, a los productores y al Sistema que existían tambos que a pesar de tener un certificado de ‘libre’, contenían bovinos infectados”.
Para Soutullo esto es más bien una cuestión “psicosocial” ya que “cuando las personas sienten que el Estado no vigila nada, piensan que pueden hacer lo que quieran” y advierte que “ahora contamos con una lupa más grande para luchar contra la TBB”.
Enfrentar una mayor prevalencia de esta enfermedad en una provincia es un sólo paso, aunque importante, destinado a erradicar la TBB del país. Pero para lograr ese objetivo se necesitará un compromiso de todos los involucrados en el sistema productivo: desde los dueños de cabañas, tambos y demás establecimientos hasta los funcionarios de los órganos de control sanitario. Cada uno es un eslabón fundamental de una cadena que no debe romperse. La falta de planes regionales de vigilancia epidemiológica de TBB en otras provincias repercute en la expansión de la enfermedad hacia zonas no afectadas o en recuperación. Según explica Soutullo, “la barca es una sola, y por más que Santa Fe se esmere y cuente con fuertes decisiones políticas y componentes técnicos que acompañen el programa regional, es inevitable que ingrese hacienda de otras localidades donde las acciones no son tan marcadas”. Y, si bien la normativa del SENASA establece que se encuentra prohibida la venta de animales que hayan salido positivos en la prueba de tuberculina, “poner en un protocolo ‘positivo’ o ‘negativo’ sólo depende del movimiento de la mano”, asegura Canal, quien advierte que “sin ética profesional ni responsabilidad, se puede cometer un grave problema”.
Hoy Santa Fe es la única provincia que posee escrito un plan regional de lucha contra la TBB. Allí, todos los sistemas productivos están obligados a realizar un control ya que conviven muy cercanos unos de otros. En el caso de los tambos, por primera vez se utiliza la PCR para mantener vigilado al rodeo lechero. La ex funcionaria aclara que esta técnica sirve para detectar posibles infecciones que quizás pasan desapercibidas por los profesionales y productores. “Con ella nos adelantamos a la enfermedad: si la podemos captar cuando ingresa o hay baja prevalencia, les damos una mano enorme a ese profesional y a ese productor para que trate de cortar la transmisión”, señala. Por ese motivo es que sería importante que esta herramienta de control desarrollada por el INTA y el Ministerio de Producción santafesino se expanda hacia otras provincias que deseen mejorar sus mecanismos de control sanitario de TBB con el fin de erradicar esta enfermedad que se encuentra tan arraigada en la Argentina. En este sentido, Soutullo asegura que “no sólo basta con tener una buena técnica en la mesada de un laboratorio si no pasa tranqueras adentro” y asegura que por ese motivo “las herramientas que tratamos de generar son realmente útiles”. Asimismo, Cataldi considera que para el INTA “es una satisfacción” llevar adelante un desarrollo que sea utilizado.
“Es el propósito que uno tiene: que no quede en un paper, sino que sea social, económica y políticamente aprovechable”, destaca, al tiempo que concluye que “siempre pensamos en la Ciencia y la Tecnología aplicada desde la concepción”.
Revista RIA