Están más estimulados e informados, aunque son más solitarios.
Bruno tiene 2 años y medio y ya reconoce que la porción de una pizza es un triángulo y que para mandar un WhatsApp hay que apretar una flecha en el teléfono de su mamá. "Desde que tiene un año sabe el camino a la plaza, a la casa de su tía o al jardín", comenta su papá, Ricardo Vanarelli.
Son cada vez más los niños que al salir del preescolar ya saben leer, escribir y utilizar cualquier soporte tecnológico que se les acerque. Les enseñan a sus padres y a sus docentes a configurar juegos, descargar o usar aplicaciones.
Más allá del embelesamiento natural que provoca un hijo cuando empieza a crecer, padres y docentes notan que los chicos de hoy son más veloces mentalmente de lo que se espera para su edad. "Los razonamientos son más rápidos, captan todo, asocian muchísimo, profundizan, plantean, te objetan lo que decís si no están de acuerdo. Hace unos años, chicos de esa edad hacían lo que uno les decía y tenían un rol más pasivo", opina Mariana Stürmer, maestra de preescolar desde hace 20 años.
¿Son más inteligentes? Para María Pilar Kufa, especialista en evaluación psicológica infantil del hospital pediátrico Garrahan, algunas capacidades mejoraron y otras retrocedieron.
"Hay capacidades que forman parte de áreas de la cognición, que evaluamos cuando deseamos conocer la inteligencia de un niño y que han mejorado: la resolución de problemas visuoperceptivos y visuomotores, sobre todo con tiempos de reacción rápida, en detrimento de otros como la comprensión del lenguaje y el desarrollo del vocabulario", explica la doctora Kufa.
Durante el siglo XX, la definición de inteligencia fue ampliándose y en los años 80 se incorporó la teoría de Howard Gardner sobre inteligencias múltiples, que dejó de lado el concepto tradicional que la definía como una habilidad innata y unitaria. Gardner describió ocho tipos de inteligencias a las que definió como capacidades mentales diferentes "de resolver problemas y elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas".
En el siglo XX, el coeficiente intelectual promedio creció en forma regular década tras década, de acuerdo con un trabajo del investigador James Flynn, de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda. Las razones que explican ese crecimiento fueron el masivo acceso a la escolarización y la mejor calidad de vida, entre otras cosas. En su reciente libro, Are we getting smarter? [¿Somos más inteligentes?], aún no traducido al español, Flynn aclara que si se define inteligencia como la compleja ingeniería cerebral de una persona, no se ha hecho ningún progreso, ya que se necesitan muchas generaciones para que eso ocurra. Pero si se habla de inteligencia como la capacidad para solucionar muchos problemas a la vez, sí se ha ganado mucho en este último siglo.
En la Argentina, no hay estadísticas sobre estos temas, aunque sí varias instituciones reciben consultas para medir la inteligencia de niños y adultos, como Creaidea. Héctor Roldan, fundador y presidente de esa organización, afirma: "Desde nuestra fundación, recibimos cada vez más consultas, pero entendemos que no es porque haya más chicos con estas características, sino porque la difusión de la temática los hace más visibles y los padres los detectan con mayor frecuencia". Para Carlos Allende, primer presidente de Mensa Argentina, la más conocida de estas organizaciones internacionales que se dedican a evaluar la inteligencia, "los niños tienen hoy más fuentes de información y están más estimulados. Esto nos puede llevar a confusión, ya que la medida de la inteligencia no depende solamente de la estimulación, sino de la creatividad y de un factor genético innato", afirma.
Los docentes constituyen una variable fundamental en este período de vida de los chicos, ya que aportan mucho a esas mentes que brillan. Ana María Soteras lleva ya cuatro décadas enseñando en una escuela primaria y no cree que sean más inteligentes, sino que "como nativos digitales están muy informados y manejan muy bien las nuevas tecnologías, pero han perdido el asombro, la imaginación y la creatividad. Cuesta mucho conseguir que un alumno preste atención durante mucho tiempo, les cuesta escribir y hay mayor pobreza de vocabulario, lo que trae problemas de comunicación".
¿La tecnología los favorece o los perjudica? "Los chicos de hoy están más estimulados con los entornos tecnológicos y esto provoca nuevas competencias que permiten otras formas de acceso tanto a la información como a las relaciones con los otros", afirma Diana Salazar, docente de Psicología y Epistemología Genética de la UBA. "Pero ya hay muchas investigaciones que demuestran que la multitarea provoca que el nivel de resolución de problemas sea más bajo. No se puede llegar a niveles más complejos cuando un sujeto tiene la atención dividida en diversos canales", dice. Además, agrega: "Habría que estudiar más es el tema de la soledad y el de la capacidad de tolerancia a la frustración".
Hace sólo una década, las familias se reunían frente a un solo televisor y compartían un programa, una película alquilada o un juego. De allí nacía un debate que enriquecía a los niños y a los padres, ya que intercambiaban ideas y eso les permitía interactuar y conocerse mejor. La cultura multimedia ha cambiado esta costumbre y hoy se acceden a productos culturales desde distintos soportes, como un teléfono o una computadora, y los chicos lo hacen solos, sin compañía. Esto lleva a mucha soledad, desde muy temprana edad.
Carlos Neri, psicólogo e investigador sobre temas de tecnología y sociedad, ha estudiado mucho este tema y cree que "quizá necesiten un aprendizaje de interacciones y de soledades distintas, que las redes sociales acallan, en el sentido de estar siempre estimulando el estar con otro conectado", afirma. Otras voces expertas no creen que esta soledad sea tal, sino que los chicos tienen otra forma de comunicarse que los adultos deben aprender a entender. "Internet no es una barrera, no aísla ni margina a los adolescentes. Muy por el contrario, las tecnologías son soportes de su vida social y han generado nuevas formas de sociabilidad juvenil", reflexiona Roxana Morduchowicz, experta en comunicación y cultura juvenil.
Lo importante de este debate sería tomar lo positivo que la tecnología ofrece para el desarrollo de los niños y no deslumbrarse por sus habilidades como nativos digitales. Los profesionales y docentes, desde distintas áreas e ideologías, acuerdan que los chicos están hoy mucho más estimulados e informados por su acceso a las redes sociales (lo que no necesariamente significa que sean más inteligentes), pero padecen de poca capacidad de atención, poca tolerancia a la frustración y tienden a estar cada vez más solos.
Habría que aprovechar los beneficios de la tecnología y acompañarlos, no dejarlos horas solos "para que se entretengan", estar al tanto de lo que hacen y ven en sus soportes digitales y poder jugar con ellos para transmitirles valores, pensamientos, debatir ideas y mantener el diálogo.