La “verdolaga” es una maleza en soja y maíz apta para el consumo debido a su calidad nutricional.
Las malezas son un problema para la producción agrícola pero, en otro plano, pueden ser una solución. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el consumo de especies hortícolas podría salvar hasta 1,7 millones de vidas cada año ya que ayudaría en la prevención de enfermedades crónicas.
En el último tiempo, surgió como alternativa la incorporación de malezas comestibles a la dieta, buscando no sólo una mayor variedad de especies de consumo, sino también mejores beneficios. Una investigación de la Facultad de Agronomía demuestra que si bien la “verdolaga” es una maleza que afecta los cultivos de verano, sus hojas contienen gran calidad nutricional.
“La verdolaga es una planta muy valiosa porque posee la mayor concentración de omega 3 de todos los vegetales de hoja. A su vez, tiene gran cantidad de nutrientes como vitaminas A, B1, B2, C y minerales, especialmente potasio”, afirmó el ingeniero agrónomo Martín Arribalzaga, autor de la investigación de la FAUBA.
Actualmente, muchas de las plantas comestibles son desechadas por ser consideradas malezas. Sin embargo, en países como México, Italia o España, son recolectadas y comercializadas en el mercado hortícola a un mayor precio que las especies tradicionales. Pero esta especie también podría utilizarse medicinalmente para tratar distintas afecciones (dolor de cabeza, de estómago, mastitis, falta de leche en madres lactantes y hemorragia posparto), quemaduras, picadura de insectos, inflamaciones o llagas en la piel, expresó el investigador.
Según la investigación, muchas de las propiedades nutricionales de la planta podrían modificarse de acuerdo a las condiciones en las que creció la planta. “Tanto la densidad de plantas como la cobertura de suelo y el sombreo generaron un impacto en el comportamiento de la planta. La ausencia de sombreo aumentó los rendimientos, dado que aumenta el peso fresco y el número de hojas. A su vez, la cobertura del suelo que aumenta la temperatura y la baja densidad de siembra acentuaron la concentración de vitamina C”, explicó Arribalzaga.
“En la Argentina l no estamos acostumbrados al consumo de especies que no sean originadas con ese fin y, entonces, no se producen comercialmente como una lechuga o una rúcula, por ejemplo”, agregó Arribalzaga.