Todo es amable tensión, expectativa sin límites, pura adrenalina. Lo que precede a los grandes acontecimientos. Una ovación recibe a Martha Argerich y Daniel Barenboim -ella, la mejor de la actualidad, ha dicho él- antes de que aborden un Mozart (la Sonata para dos pianos en Re mayor K448). Delicadeza de la que sólo ellos son capaces.

Desde ese primer instante todos quienes están aquí, en el Teatro Colón -Quino, Magdalena Ruiz Guiñazú, Jorge Telerman y tantísimos más, incluida la esposa de Barenboim, Elena Bashkirova-, saben que lo que seguirá será el acontecimiento musical del año.

Tal es la excelencia de ambos pianistas y tanto el frenesí que provocan en la agradecida audiencia. Unas 200 personas tuvieron el privilegio de seguir el concierto desde el propio escenario. Y decenas lo siguieron de pie en el anillo que rodea la platea. Un Teatro Colón absolutamente colmado y emocionado.

En la rara media luz de la sala, son muchas -aunque mínimas- las muestras de afecto: Martha Argerich sonriéndole a un asistente cuando éste pasa la página de la partitura o mostrando sorpresa cuando una parte de la platea anticipa el aplauso. Daniel Barenboim besándole la mano al cabo de una magnífica interpretación de Schubert (las Variaciones sobre un tema original para piano a cuatro manos en La bemol mayor Op. 35).

Parecían por momentos dos niños, como lo eran cuando juzgaban a esconderse debajo del piano en una ya muy lejana Buenos Aires.

Nada mejor que la música, pues, para sellar la amistad en este magnífico reencuentro. Martha Argerich hacía casi una década que no actuaba en el país. Daniel Barenboim estuvo por última vez en 2010. Esa amistad es una gran muestra de convivencia y de vocación por el diálogo y es el corazón y la esencia de la orquesta West-Eastern Divan, de Barenboim.

La celebración seguramente volverá a repetirse el sábado próximo, cuando junto a la misma orquesta ambos pianistas se entreguen a ese gran divertimento que promete ser el encuentro con Les Luthiers, en el magnífico Colón.

El Mozart que abrió el concierto lo fue tocado a dos pianos. El Shubert, que cerró la primera parte, fue ejecutado en un piano a cuatro manos. Lo que siguió después fue La consagración de la Primavera de Stravinski en versión para piano también a cuatro manos. Y la fiesta se prolongó en los bises.

El festival musical de Barenboim seguirá a cielo abierto en el puente Alsina el próximo domingo, a partir de las 11, en lo que será la presentación formal del centro cultural Polo Bandoneón, cuya inauguración oficial está prevista para dentro de algunas semanas.



​ Fuente: LA NACIÓN