Para el ex secretario de Cultura de Néstor y Cristina Kirchner, la lógica amigo-enemigo es uno de los legados de los últimos 10 años, pero no es exclusiva del kirchnerismo.
Su paso por la función pública lo hizo testigo directo del kirchnerismo: del de Néstor y del de Cristina, aunque para él son lo mismo. Fue un kirchnerista convencido. Pero, desde que dejó la Secretaría de Cultura, en 2009, se volvió un crítico férreo del Gobierno. José Nun analizó la última década de política argentina con el prisma del que conoció el poder en sus vericuetos íntimos y hoy lo observa a la distancia.
-¿Cuáles son los principales logros de la década?
-Todas las medidas que Kirchner tomó en los primeros años: el «nunca más» y la reapertura del juicio al terrorismo de Estado, la apuesta por la transversalidad, la Corte Suprema independiente, el canje de la deuda y las paritarias.
-¿Y los mayores errores?
-Para ser un país próspero, la Argentina requiere de alta productividad, altos salarios, buenas utilidades empresarias y gran protección social. En términos de productividad, la falta de inversión en infraestructura, la no política energética y el desastre de la política de transporte son claves de lo mal que se encararon los temas. La economía ha sentido los efectos de falencias muy graves de estos diez años: no se tocó la ley de inversiones extranjeras ni el sistema tributario que creó Martínez de Hoz, tampoco la ley de coparticipación. Las empresas tuvieron grandes márgenes de utilidades, que derivaron en una concentración y extranjerización de la economía aún mayor que la de los 90. La política de bienestar se hizo apelando a parches, como el de la Asignación Universal por Hijo, que es un parche, aunque bienvenido, y que de universal no tiene nada porque se aplica sólo a los desocupados. La protección social se mantuvo sólo hasta cierto punto y empezó a declinar fuertemente. Hoy uno de cada tres argentinos está en la pobreza, hay un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan y se estima que el 40% es pobre. Además, seguimos teniendo un sistema impositivo que es el único del mundo que pasó de progresivo a regresivo.
-¿Observa errores políticos?
-Sí. La principal falla es haber instalado la visión amigo-enemigo.
-¿Es reversible esa lógica binaria?
-No. En la actualidad, no. Porque no es un adorno, sino una visión de la realidad.
-¿Qué características tiene?
-Es una visión populista según la cual hay un pueblo compuesto por distintos sectores con demandas dispares, que sólo pueden ser articuladas por un liderazgo que les dé una voz pública. Y se requiere el mínimo de mediaciones posibles entre los reclamos y el líder que los va a expresar. Según esa concepción, quienes cuestionan el discurso del líder, o la líder, en realidad están cuestionando al pueblo.
-¿El kirchnerismo echó raíces lo suficientemente profundas como para que esa mirada trascienda a quienes la encarnan?
-Esa manera de entender la realidad precede al kirchnerismo, es incluso anterior al peronismo. Es una lamentable tradición argentina. Con tantos años de dictaduras militares y proscripciones sería ingenuo suponer que eso podría cambiar de la noche a la mañana.
-¿Encuentra diferencias entre el mandato de Néstor y los de Cristina?
-No. La intervención del Indec, que es un momento clave para entender el resto del período, se hizo a impulsos de Néstor. La distancia que se pretende establecer entre ambos no se sostiene, porque medidas tan decisivas como ésa se tomaron con la aprobación de Kirchner. Es él quien promueve a Guillermo Moreno, que a su vez es el que instala explícitamente la lógica amigo-enemigo.
-¿Cómo cree que va a retratar la historia la década kirchnerista?
-Se la va a ver como una década con fuertes claroscuros, que profundizó la corrupción, un fenómeno que recorre la historia de la Argentina y de otros países.
-¿Cómo explica la vigencia del kirchnerismo en el poder?
-En 2007, la mayoría de la población había experimentado beneficios con las políticas aplicadas desde 2003, por lo que hubo un apoyo genuino y sólido. En 2011 aparece el fracaso de la oposición tras el triunfo de 2009. El Gobierno no tiene plan, pero la oposición tampoco. Con un agravante: muchos sectores de la oposición confunden hacer política con pasear por los medios. Y la política requiere trabajo de implantación en las bases. Además, el Gobierno tiene recursos cuantiosos que la oposición no.
-¿Tiene vida el kirchnerismo más allá de Cristina Kirchner?
-Sí. Sin duda. Si tiene vida Silvio Berlusconi? Y no es casual que referencie a Italia. Claro que tiene vida esta interpretación de la política que, insisto, viene de muy atrás.
-¿Puede prescindir de Cristina?
-Claro. Por eso se puede aceptar con naturalidad que, por ejemplo, la pauta publicitaria oficial sea distribuida exclusivamente entre quienes están de acuerdo con el Gobierno, o que el canal público esté únicamente abierto a sus partidarios. Como los otros son la antipatria, el antipueblo, son enemigos y al enemigo, ni compasión.
-¿Qué balance hace de la década?
-El balance, como diría un mendocino, no es positivo.
-¿Por qué?
-Porque en estos años la Argentina ha desperdiciado enormes posibilidades de elaborar un plan de desarrollo genuino. No hubo un proceso de industrialización. Y sin industria no hay desarrollo posible.