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22/05/2013 15:42 hs

Los principales signos del maltrato y abuso sexual en los chicos

Argentina - 22/05/2013 15:42 hs
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Por miedo, desconocimiento o impotencia, muchas veces, los menores eligen callar; cómo actuar en caso de detectar anomalías; el rol de la familia y la escuela.

La proliferación de denuncias sobre abusos sexuales y maltrato infantil -que pusieron bajo la lupa a varios jardines de infantes de Buenos Aires- reavivó el debate en torno a cómo detectar este tipo de agresiones en los más chicos y de qué forma encarar el problema.
 
En esa búsqueda de respuestas rápidas y efectivas, el cuerpo y la conducta de los niños se convierten en verdaderos aliados para desterrar dudas, especialmente cuando predominan las limitaciones para verbalizar lo ocurrido. Es allí donde los especialistas consultados aconsejan hacer hincapié, con el fin de atacar desde el inicio el conflicto y encontrar una solución integral y duradera en el tiempo.
 
En líneas generales, coinciden en señalar la importancia de que la familia agudice la mirada y acelere la consulta apenas comprueba ciertas anomalías. Además, enfatizan la necesidad de acompañar este proceso bajo la supervisión y contención de un equipo de profesionales entrenados.
 
Según proyecciones realizadas por la American Academy of Pediatrics, el 1% de los niños del mundo sufrirá anualmente un abuso sexual. En la Argentina, donde no existen cifras oficiales y se estima que sólo se difunde 1 de cada 10 casos ocurridos, estudios recientes sugieren que las denuncias se triplicaron en los últimos ocho años.
 
 
Otro dato alarmante sostiene que en el 90% de los casos, los abusadores son personas cercanas a la familia o que mantienen una relación significativa con el menor, como docentes, vecinos o amigos de los adultos, en quienes el chico confía y de quienes espera protección.
 
Huellas (in) visibles
 

"Se considera abuso o acoso sexual en niños a toda actividad que sea llevada a cabo por un adulto y que tenga connotaciones sexuales. Ocurre sin el consentimiento y en condiciones de desigualdad entre el abusador y la víctima, como consecuencia de algún tipo de coerción, por lo que conlleva a un acto de poder sobre un niño por placer del adulto", consigna Marisa Russomando, especialista en maternidad, paternidad y crianza, y directora del espacio La Cigüeña.
 
Por lo general, esas actitudes reúnen manifestaciones de lo más diversas, ya que un abuso no necesariamente implica hablar sólo de contacto físico.
 
En ese sentido, la terapeuta familiar Adriana Quattrone precisa que los afectados deben lidiar con un conjunto de situaciones, que van "desde la penetración o agresión física o contacto físico (tocamientos, masturbación, sexo oral) hasta la ausencia de éste último, pero sí de exhibicionismo o erotización con relatos de historias sexuales, como videos, películas y fotografías".
 
Así, existen signos físicos, como las lesiones en la zona genital o en la perianal, que se encuentran en el 25% de los casos, además de indicadores psicológicos, basados en el relato del niño cuando no hubo penetración.
 
Por lo general, las señales de alarma incluyen a un menor que:
 
    Verbaliza que fue abusado y espera que se le crea para ser protegido
 
    Habla de partes sexuales o de actos sexuales cuando aun no comprende acabadamente el contenido o si es inadecuado para su edad
 
    Se encierra en si mismo, tiene conductas regresivas (enuresis) o se vuelve temeroso a cuestiones especificas
 
    Demuestra angustia sin aparente motivo, cansancio o apatía permanente, conductas agresivas persistentes, evitación exagerada al contacto (aislamiento)
 
    Tiene pesadillas
 
    No habla (mudez)
 
    No mira a la cara a la gente o habla mal de casi todo el mundo
 
    Si puede verbalizarlo adecuadamente, tiende a proteger al agresor o minimiza sus actos (algunas veces porque esta amenazado o persuadido por el mismo agresor)

 
No obstante, resulta fundamental aclarar que la mera presencia de estos signos no confirma en todos los casos la existencia de un abuso. "Evaluados en conjunto pueden ayudar al diagnóstico y tratamiento del problema", destacan los expertos.
 
Qué hacer ante un posible abuso
 
Frente a los indicadores, ya sean físicos o psicológicos, el primer paso es no perder la calma y actuar con prudencia, responsabilidad, discreción y sentido común. En la práctica esto se traduce en realizar enseguida la consulta, sin caer en la tentación de apabullar al chico sospechado con preguntas incómodas o que no sabrá responder por su corta edad.
 
"Los tratamientos comprometen al niño y a la familia. Eso incluye la consulta con un profesional que, por lo general, es el pediatra. A partir de ahí, se decidirá si se requiere o no de una evaluación psicológica", plantea Horacio Vommaro, psiquiatra y presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), luego de advertir que los principales riesgos que se corren en este proceso oscilan entre banalizar y sobredimensionar la situación.
 
De ahí en adelante, se procederá conforme a la evolución del tratamiento y el consejo de los especialistas. "Lo principal es ayudar a la familia y cuidar al pequeño, que debe sentirse contenido, admirado y sin prejuicios alrededor", acota. "Siempre habrá que creerle [al chico] y recurrir al asesoramiento de profesionales de la salud entrenados en esta detección para resguardarlo. No hay receta para esto, pero los hospitales públicos infantiles cuentan con protocolos de actuación y profesionales idóneos en la materia. Es necesario evaluar las consecuencias que el abuso pudo haber provocado, ya que el mismo pudo haber sido puntual o reiterado en el tiempo", refuerza Quattrone.
 
Medidas de prevención
 
A modo de prevención, los expertos manifiestan que todas las medidas que se puedan tomar para frenar el avance de los casos de abuso y maltrato resultan bienvenidas. Incluso la posible instalación de cámaras de seguridad en las instituciones educativas para ejercer un mayor control de lo que sucede puertas adentro.
 
"Para evitar estas situaciones es recomendable promover la educación sexual tanto en la familia como en la escuela, que oriente a los niños hacia el respeto y el cuidado del propio cuerpo. Ello implica no hacer nada que no quiera y no dejarse hacer nada que no quiera o considere malo", sugiere la especialista.
 
También resaltan el papel contenedor y de prevención que puede desarrollar en esta tarea la escuela, a quien Vommaro concibe como un gran receptáculo de las cosas que atañen a la sociedad. "Los docentes deben estar muy atentos para verificar si hay cambios en la conducta habitual de los niños. Cuando esto ocurre, deben ponerse en alerta y extremar los cuidados", concluye.
 
Indicadores
 
    Fisicos:
lesiones en zonas genital y/o anal; sangrado vaginal y/o anal; infecciones genitales o de transmisión sexual; flujo vaginal con resencia de gérmenes no habituales en niñas.
 
    Psicológicos:
    PREESCOLARES:
conductas hipersexuales o altamente eróticas; preocupación genital obsesiva; búsqueda de los otros para participar en conductas sexuales; excesiva masturbación, masturbación con objetos; explícita muestra de conductas y actos sexuales en el material de juego; trastornos del sueño (pesadillas, temores nocturnos asociados con algún lugar, persona u objeto); comportamiento excesivamente sumiso; conductas regresivas; retraimiento social.
    ESCOLARES: cambios bruscos en el rendimiento escolar; comportamiento excesivamente sumiso; problemas con figuras de autoridad; coerción sexual hacia otros niños; fobias; sobreadaptacion.
 
Fuente: La Nación

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