El fenómeno explotó en los últimos años y se puede ver en los complejos; el efecto Mundial: hay 45% más jugadoras
Mentras los ecos de la aplastante victoria de Holanda sobre España resonaban aún sobre el tablón, en la cancha, Elena Di Blasio encara con la determinación de Arjen Robben, la figura de la selección naranja. No es un sábado más, es el primero del Mundial y la efervescencia se siente en las tribunas y en la cancha a pesar del frío. En el césped, las chicas demuestran su habilidad con la pelota al igual que los cracks que por estos días deslumbran con sus movimientos en Brasil.
Los sábados las canchas del complejo Costa Salguero ubicado en Palermo (también tienen una sede en el Abasto) se llenan de mujeres que corren por el verde césped (sintético) y de hombres -padres, novios y maridos- que alientan desde la tribuna, casi como una postal inversa de lo que sucedía hace apenas unos años, cuando el fútbol cinco era cosa de hombres. Hoy, las chicas desplazaron a los varones de esas canchitas y ellos ocupan ahora las de fútbol 7 o 9.
"Las chicas están muy instaladas en las canchas de fútbol 5. De hecho, los fines de semana ocupan las cuatro que hay en Salguero Fútbol y los hombres se corrieron a las dos más grandes. Y en cuanto a cantidad de jugadores, es un 50 y 50", contó Juan Ignacio Zuccotti, organizador del torneo Gambeta Femenina, uno de los más importantes -por cantidad y calidad técnica de las jugadoras- de la ciudad.
El torneo, que empezó en 2009 con seis equipos, hoy cuenta con 180 inscriptos. A un promedio de ocho jugadoras por equipo, unas 1500 mujeres patean la pelota cada fin de semana. "El fútbol femenino evoluciona muy rápido. En un principio había partidos sólo los domingos en una sola cancha y hace un par de años tuvimos que habilitar también los sábados porque no dábamos abasto", asegura Zuccotti.
Paola Di Blasio es la hermana de Elena. Férrea defensora, traba la pelota e intenta defender con determinación el arco. Su marido la alienta desde la tribuna. Ajeno al Mundial (a él no le gusta el fútbol, en realidad desconoce hasta las reglas básicas), cumple con el ritual de todos los sábados de acompañar al equipo de su mujer desde las gradas de Salguero Fútbol.
Paola, como Elena, está entre las 1500 chicas que transpiran la camiseta los fines de semana. Tiene 35 años y siempre le gustó el fútbol. Lo jugaba cada vez que podía en las plazas, cuando se armaba un "picadito" informal. Pero desde hace dos años entrena dos veces por semana en la escuela Locas por el Fútbol y participa los sábados del torneo organizado por Gambeta Femenina.
Fanática de Boca, Di Blasio asegura que el deporte, y en especial el fútbol, la ayudó a vencer el estrés laboral. "A mí el fútbol me salvó. Me ayudó a desconectarme, a bajar mi nivel de estrés. Siempre me gustó el deporte, de hecho probé de todo, desde pilates hasta rollers y salir a correr -cuenta-. Pero eran todas actividades solitarias; el fútbol me sumó el trabajo en equipo y me mejoró mucho el físico. Antes me cuidaba con las comidas; hoy como de todo y jamás volví a engordar."
CONVIVENCIA PACÍFICA
La convivencia entre ellas y ellos en los campos de juego hoy es de respeto, aunque no siempre fue así: "Antes las chicas llamaban la atención y no siempre eran bien recibidas. Hoy, en cambio, la convivencia es buena y el famoso tercer tiempo es mixto: hombres y mujeres se sientan a compartir una cerveza después del partido", asegura Zuccotti.
Para un hombre, decir que la novia jugaba al fútbol era casi un tabú, algo que hoy no sólo dejó de serlo, sino que es comentado con naturalidad entre grupos de amigos. "Hoy decir que tu novia o tu mujer juegan al fútbol es normal", opina Christian de la Cuesta, entrenador de la escuela Locas por el Fútbol, que confiesa que a raíz del Mundial la matrícula de inscriptas creció un 40% y tuvieron que agregar un turno de entrenamiento. Sus equipos se juntarán el sábado próximo, día del segundo partido de la selección, a ver, alentar y analizar el desempeño argentino en pantalla gigante.
Christian está en pareja con una mujer que patea la pelota tan bien como él. Y aunque hoy lo cuenta con naturalidad, reconoce que no siempre fue así. "Cuando arranqué con esto, mi primera opinión era el típico prejuicio machista. ¿Chicas jugando al fútbol? Deben ser machonas -pensaba Christian-. Pero me di cuenta de que nada que ver. Creo que la incursión de chicas como «la Sueca», en el programa de (Marcelo) Tinelli o de Chechu Bonelli ayuda a difundir el deporte y a borrar ese preconcepto."
De hecho, los fines de semana, ellos las acompañan y las alientan desde afuera como si fueran hinchas fanáticos. "En general los novios y los maridos les gritan cosas lindas. Les dicen «vamos, vamos». Los padres tal vez son un poco más críticos", cuenta Christian.
A Paola, que recibe el apoyo de su marido casi todos los fines de semana, le gustaría una devolución más crítica de su desempeño, como las que reciben varias de sus compañeras de equipo, aunque sabe que es imposible. "A él le gusta pescar, no entiende nada de fútbol. En mi casa tenemos problemas porque yo pongo los partidos y él pone los canales de pesca."
Igualmente, Paola no puede quejarse: cuando él no está en la tribuna, la espera con la comida lista. Algo que agradece porque después de jugar debe, sí o sí, reponer las energías perdidas. (La Nación)