El anuncio anteayer de las autoridades militares de Nigeria sobre la localización de las más de 200 jóvenes secuestradas parecía haber devuelto la esperanza a una sociedad nigeriana que, acosada desde hace cinco años por el grupo islámico radical Boko Haram, no quiere resignarse a vivir inmersa en una pesadilla
El anuncio anteayer de las autoridades militares de Nigeria sobre la localización de las más de 200 jóvenes secuestradas parecía haber devuelto la esperanza a una sociedad nigeriana que, acosada desde hace cinco años por el grupo islámico radical Boko Haram, no quiere resignarse a vivir inmersa en una pesadilla. Pero el sueño duró poco. Ayer, por lo menos 55 personas murieron en dos ataques perpetrados por el grupo terrorista en el nordeste del país.
El primer ataque ocurrió en la ciudad de Buni Yadi, en el estado de Yobe, en el cual murieron 24 soldados y 21 policías, mientras que en el segundo, en el estado de Borno, murieron diez personas.
Según las autoridades locales, los militantes islamistas destruyeron la sede de la policía local e incendiaron la vivienda del jefe del gobierno después de haber disparado contra los soldados de un puesto de control.
"Iban disfrazados con uniformes militares y se acercaron a la puerta con carros blindados pintados de color militar. Los soldados los confundieron con colegas y abrieron la puerta", dijo un testigo en Buni Yadi.
El ataque ocurrió después de que el jefe del Estado mayor nigeriano, el mariscal Alex Badeh, anunciara que el ejército había localizado a las estudiantes raptadas por Boko Haram el 14 de abril. Badeh excluyó una intervención militar para liberarlas, ya que sería riesgoso para las rehenes mismas.