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14/05/2014 19:30 hs

"A mi padre le dieron tres balazos en el pecho y a mi hermano, dos"

Argentina - 14/05/2014 19:30 hs
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Deborah Peters, de 15 años, sufrió en carne propia la violencia de Boko Haram

Tiene 15 años y una sonrisa radiante. Una luz que cede a la sombra cuando evoca la noche en que los islamistas del grupo nigeriano Boko Haram entraron en su casa, al lado de la iglesia en la que predicaba su padre, pastor cristiano, y al grito de "reniega de tu Dios o muere", lo acribillaron primero a él y luego a su pequeño hermano.

Deborah Peters lo vio todo. "A mi padre le dieron tres balazos en el pecho y cayó. A mi hermano, dos. Pero como seguía moviéndose en el piso, uno de los hombres le dio otro balazo más. Fue en la boca y después de que también a él le dijeran que renegara de su fe. Él era muy pequeño", contó con lo que le quedaba de voz.

Todo ocurrió en la ciudad de Chibok, en el nordeste de Nigeria. Hoy, en el mapa informativo a partir del secuestro de un grupo de más de 200 estudiantes por parte del grupo terrorista, cuyo nombre apela a la idea de que "la educación de Occidente es pecado". Muy pocas han logrado escapar y por lo menos dos murieron a causa de mordeduras de serpientes.

Deborah sabe que su destino podría haber sido el de ellas y es por ellas que ahora habla. "Bring back my sisters" (Traigan de regreso a mis hermanas), dice el cartel que extrae de su bolso cuando termina su relato.

Es lo único que lleva preparado y anotado. Todo lo demás lo cuenta desde la memoria del espanto de aquella noche de hace tres años, cuando su familia fue diezmada en nombre de la persecución religiosa.

"Fue el 22 de diciembre de 2011, a eso de las 11 de la noche", recuerda. Una noche que empezó mal. "Había ruido de balazos en la ciudad y gritos. Mi padre llegó a casa y estaba en el baño cuando, de pronto, llegaron tres hombres. Mi hermano les abrió la puerta", dice. Y todo empezó.

EVOLUCIÓN

No sabe muy bien por qué ella sobrevivió. A su lado, Emmanuel Ogebe, un abogado experto en derechos humanos que trabaja para la organización civil Nigeria Law Group, lo explica con una doble razón. Por un lado, dice, porque Deborah es hija de padre cristiano, pero de madre musulmana. "Una hermosa historia de amor que le salvó la vida."

El otro motivo es una cuestión de evolución. "En aquel entonces, Boko Haram se jactaba de no matar mujeres. De no meterse con ellas. Hoy las cosas cambiaron. El grupo es mucho más brutal y, en el terreno, mucho más fuerte que las fuerzas de seguridad nigerianas, que deberían proteger a la sociedad", dice.

El testimonio transcurre en el Hudson Intitute, con sede en esta ciudad. Un centro de estudios en el que Deborah se convirtió ayer en la "expositora más joven en todos sus años de historia", según contó Nina Shea, directora del Centro para la Libertad Religiosa.

"El problema es que el drama de Nigeria sale a la luz ahora. Pero hace años que se viene padeciendo", cuenta Ogebe. Junto con ello va la penuria de quienes huyen, espantados, de la persecución. "Miles y miles de personas que cruzan en masa la frontera hacia Camerún, en el borde oriental de Nigeria, en busca de refugio en medio de la nada", describió.

Deborah escapó de todo eso. Su caso fue presentado como el de la primera sobreviviente de Boko Haram del que se tiene noticia. Poco después de aquella noche, fue acogida por una fundación dedicada a las víctimas del terrorismo internacional. Hoy estudia en este país al que, pese al apoyo solidario, no le fue fácil llegar.

"Dos veces se le negó el asilo como víctima del terrorismo bajo el pretexto de que carecía de familiares cercanos. ¿Cómo iba a tenerlos si fueron diezmados por el terrorismo del que se la quería proteger?", dice Ogebe.

"Durante mucho tiempo hubo un enorme desconocimiento o una enorme negación frente a lo que ocurría en Nigeria", reflexiona.

Ella fue víctima de esa negación. Su historia se hace pública ahora porque sabe que hay otro viento y que "puede ayudar a sus hermanas" hoy secuestradas y con destino incierto. "Chibok es un lugar pequeña. Nos conocemos. Casi todos son cristianos", evoca.

Pero esa identidad común no bastó para protegerlos. "Nosotros no éramos de allí. Mi padre quiso ir porque habían matado a otro predicador y pensó que estaríamos más seguros", dijo.

El recurso tampoco sirvió. Poco después, el horror los alcanzaba en su casa, al lado de la iglesia donde su padre predicaba.

Fuente: lanación.com

 

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