En 1985 se censaron 770 productores en el Gran Córdoba. Hoy quedan 206. Traer verdura y fruta de otras provincias suma $ 3 por kilo. Menor consumo, falta de agua y presión inmobiliaria, algunas de las causas.
Luis Marcuzzi tiene 66 años. Toda la vida trabajó sus cinco hectáreas en Colonia Caroya, con durazneros y perales. “Estoy achicando las plantaciones, el año pasado tuvimos dos pedreas grandes y este año no hubo fruta por helada y altas temperaturas cuando los durazneros estaban en flor”, dice.
Tiene una hija psicopedagoga y otro odontólogo. “No quise que siguieran conmigo, es muy ingrato el trabajo de la chacra, son pequeñas parcelas no rentables en otra cosa más que en esto, con muchos contratiempos”, asegura. Evalúa incluso abandonar los frutales y hacer algo de papa, o ni eso. Un sobrino está poniendo malla antigranizo, pero para plantaciones que recién arrancan.
Marcuzzi está a un paso de hacer lo que cientos ya hicieron: no producir fruta, ni verdura, ni papa. El que tenía dos o tres unidades las unió y hace soja, ganadería o apicultura. Otros quedaron atrapados por la trama urbana o industrial y ya no pueden producir en las mismas condiciones que antes, y está el que loteó –incluso sin autorización municipal– y le sacó buena plata a la tierra.
En 1985, el cinturón verde de Córdoba –que incluye Monte Cristo, Guiñazú, Colonia Caroya, Colonia Tirolesa, Jesús María, Río Primero y Río Segundo– nucleaba a 700 productores, según el Censo Nacional Agropecuario de ese año. La ciudad de Córdoba era la tercera productora de papa del país, después de Balcarce y Villa Dolores, y líder en producción de duraznos. Exportaba papa a Uruguay y Paraguay, y mercados de la Patagonia y del norte del país venían a comprar frutas y verduras.